Recordando a Diana de Gales, la princesa del pueblo
Conquistó a los británicos y al mundo entero con su mirada dulce y rostro angelical. Diana de Gales era la princesa de carne y hueso extraída de un cuento de hadas. Este primero de julio habría celebrado sus 50 años, pero la verdad es que su vida no fue precisamente una historia con final feliz.
Diana Frances Spencer nació el 1 de julio de 1961 en Norfolk, Inglaterra. Su origen tal vez marcó su destino, era descendiente de cuna noble, pues su padre, John Spencer, poseía el título de Conde. Era la tercera de tres hermanos y vivió una infancia tranquila hasta que, en 1968, su familia se vio desestabilizada por el divorcio de sus padres.
Diana se educó bajo la custodia paterna, pero no era una alumna sobresaliente en los estudios, aunque sí en los deportes. Cuando iba a cumplir la mayoría de edad, empieza a trabajar como maestra en un jardín de niños y se establece en Londres.
En 1980, en un evento de cacería, conoce al príncipe Carlos en la finca de Sandringham. La afinidad inicial, a pesar de los 10 años de diferencia entre ellos, hizo que se empezaran a frecuentar más a menudo, entablando una relación formal aprobada por la realeza.
Para 1981, Diana ya comenzaba a captar la atención del pueblo británico y de los medios en general. Su matrimonio, celebrado el 29 de julio de 1981 en la Catedral de San Pablo, se convirtió en uno de los eventos televisados con mayor repercusión internacional de la historia y en la boda del siglo XX.
Sin embargo, este no es un cuento de hadas. El príncipe Carlos traía consigo un pesado equipaje, un amor oculto. Una antigua novia, Camila Parker-Bowles, sería la sombra perpetua de esta relación.
El divorcio y su actividad altruista
La crisis en su matrimonio; la dedicación abnegada a sus dos hijos, Guillermo y Harry, y la persecución mediática de la que era víctima a diario, hicieron que la princesa de Gales enfrentara muchas situaciones difíciles.
Debió luchar contra los problemas de bulimia que afectaron su salud física y mental, con las especulaciones sobre su relación matrimonial y con la realeza en general.
A pesar de todo, el pueblo y el mundo ya estaban hechizados. La adoraban, la seguían, la idolatraban. Su estilo era venerado, su glamour imitado y sus modales ensalzados, pero la magia que irradiaba dejaría de ser un don y se convertiría en su verdugo.
El 28 de agosto de 1996, Diana pone fin al caos en el que se había convertido su vida al firmar el divorcio, disolviendo así un matrimonio signado por el desamor y la controversia.
Pero Diana, mostrando una fortaleza admirable, logró sobreponerse a sus problemas. Este hecho más allá de amilanarla, la liberó de la férrea disciplina de la corona, haciéndola una mujer más abierta al mundo.
Su libertad recién conquistada se vio reflejada en el vestuario que lucía en las presentaciones benéficas a las que asistía. Con el cambio de actitud, su colaboración en estas actividades se hizo más constante, aunque desde hace años ella ya participa en eventos para ayudar a los más necesitados. Diana dejó de ser la princesa sufrida, encerrada en su palacio dorado, para convertirse en “la princesa del pueblo“, de su pueblo.
Dedicó su tiempo y compartió con sus hijos aún pequeños sus labores humanitarias a través del mundo. Trabajó activamente en la lucha para eliminar las minas antipersonales junto a la Madre Teresa de Calcuta en una campaña de la Cruz Roja americana.
También fue recibida en visita especial por el Papa Juan Pablo II. Además colaboró con Nelson Mandela visitando países africanos para brindar apoyo a niños pobres y enfermos de sida.
Su imagen representó a diferentes organismos humanitarios, cuyos fines altruistas estaban comprometidos con las nobles causas que ella patrocinaba y que en algún momento resumió así: “La mayor dolencia que el mundo sufre actualmente es el mal de la falta de amor. Sé que puedo dar mucho a esas personas carentes, por un minuto, una hora, un día o un mes, y es eso lo que quiero hacer… Nunca me consideré a mi misma como la reina de mi país. Me gustaría ser la reina en el corazón del pueblo”… Diana, Princesa de Gales
El final del cuento
Lady Di nunca pudo evitar la persecución mediática de la que fue objeto desde que se hizo novia del príncipe Carlos, a pesar de que su lucha por mantener su privacidad fue incesante.
La persecución mediática la arrinconó. Cuando Diana creía haber encontrado un nuevo amor, Dodi Al-Fayed, esta gran luchadora perdió la pelea más importante que le tocó enfrentar. El 31 de agosto de 1997 falleció junto a su nuevo compañero en un accidente automovilístico, al huir de unos paparazzis en el Túnel del
Alma, en París.
Su funeral, al igual que su boda, concitó la atención, no solo del público anglosajón sino del mundo entero. El cantante Elton John compuso la canción Candle in the wind en honor a su amiga “la princesa del pueblo”.
Miles de personas lloraron su trágica partida; así como, dieciséis años antes, se emocionaron al verla vestida de novia, sin presagiar el triste destino que le esperaba. Diana se fue. Diana no vio la boda de su hijo mayor, no conoció a su nuera, no cumplió los 50, pero Diana dejó un legado, ese que aún hoy, 13 años después de su muerte, todavía recordamos.
(Rosa Hermoso Alvarado)
Fotos: Agencia