Si tenía suerte sus amigos aceptaban que se una a las pichangas que se armaban en una canchita de tierra con pequeños brotes de pasto y unos arcos de madera. Pero lo normal era que, excluida de todo, domine un balón al lado del campito viendo a los hombres jugar. Era principios del 2000 y en Achamal, un pequeño pueblito amazónico de 80 habitantes aproximadamente, Cindy Novoa encontró en el fútbol un refugio para matar las horas de ocio, un pasatiempo que con los años pasó a ser su motivo de lucha.
Pocos saben -ella tampoco quiere que lo sepan- pero Cindy, a sus 24 años, inició las movidas y banderazos que han permitido que el fútbol femenino en el Perú sea escuchado. “Después del que hicimos en Lima, fuimos a Cañete y Trujillo. Ahora viajaremos a Huancayo. La idea es ir a todo el país. Todas las chicas estamos juntas en esto y queremos que el deporte cambie”, dice, mientras sonríe porque la batalla de todas las futbolistas está teniendo sus frutos.
Este sábado (4 p.m.), el Estadio Nacional celebrará la víspera de sus 67 años con una final histórica: Alianza Lima y Universitario definirán al campeón de la Zona Lima del Campeonato Nacional ante 13 mil espectadores en las gradas y muchos más en sus casas, porque por primera vez será transmitido por televisión, radio y redes sociales.
“Hasta antes de los Juegos Panamericanos yo nunca había jugado con público local. Creo que ninguna jugadora de aquí lo ha hecho. Esa experiencia que vivimos fue extraordinaria. Ahora definir un título en el Estadio Nacional y con público es... ¡guau! Sorprendente. No lo puedo creer hasta ahora”, confiesa.
-La herencia de papá-
Sin Internet ni tecnología, la pequeña Cindy dominaba cualquier cosa redonda que encontraba. Ese gusto que se fue transformando en pasión lo heredó de su padre. “Él era bien conocido en Achamal porque era bueno. Cuando lo llamaban para jugar un campeonato representando a la provincia, me acuerdo que se iba a la chacra o las montañas y su entrenamiento era caminar tres días. Incluso, se iba caminando a su trabajo. Era su manera de entrenar”, recuerda.
Como suele ocurrir cuando una mujer opta por el fútbol y no por lo que mandan los estereotipos, los 80 habitantes de Achamal ignoraban sus goles y sus gambetas. Su magia. De hecho, no le permitían demostrar su talento. “En los campeonatos escolares no querían que juegue. Me dejaban de lado y eso me frustraba mucho. Ahora es todo lo contrario: me reconocen por ser futbolista”.
Cindy tenía 13 años cuando sus padres decidieron dejar Amazonas para llegar a Lima. Una oportunidad en la capital era mucho mejor que una en la selva. Y ella, quiera o no, debía empacar maletas. A decir verdad, la hermana mayor de la familia Novoa aprovechó la ocasión y en la selva de cemento empezó a escribir su historia en el fútbol.
“Un familiar mío me llevó a una escuela de verano. Era la academia de Alianza Lima en La Victoria. Por cosas del destino los enfrentaré en la final (risas), pero así es el fútbol”, rememora.
Luego de vestirse de blanquiazul, Cindy se probó en el Real Maracaná y luego en Universitario, el club del que se declara hincha. Allá por el 2015 se fue al Sport Boys y un año más tarde defendió los colores de Colombia Perú. Pero su amor a esa camiseta crema la hizo regresar en el 2017.
Gracias al fútbol, Cindy encontró más que la felicidad. Consciente de que en el Perú una mujer no puede vivir pateando un balón (el sueldo máximo de una futbolista en nuestro país es de 930 soles), utilizó el deporte como trampolín. Hoy, gracias a una beca deportiva, está a punto de terminar su carrera de Negocios.
El fútbol le dio mucho y ella trata de retribuirle desde su lugar. Cada viaje que da para un banderazo es su forma de agradecer, pero también es su manera de dejar un legado para las futuras generaciones.
“Lo ideal es que todos entiendan que esto es sin egoísmo. Yo no busco ser beneficiada y mis compañeras, tampoco. De hecho, los resultados se verán de aquí a muchos años, pero todas anhelamos que en algún momento el fútbol femenino en el Perú sea profesional”, afirma.
Cindy y todas las jugadoras peruanas sueñan con la profesionalización del deporte. Para ello falta afinar muchas cosas, pero mientras tanto disfrutarán de una final histórica jugada en el Estadio Nacional, la casa de la selección peruana, la misma que el año pasado vio al equipo de Ricardo Gareca clasificar al Mundial Rusia 2018.