Visto desde la tribuna, el Torneo Clausura de la Liga 1 Betsson se definirá por detalles, goles sutiles, breves decisiones que nacerán en la cabeza de los entrenadores, sujetas a la impronta del crack que mejor los interprete. También, por supuesto, por la irregular campaña de los tres grandes, Cristal, la ‘U’, Alianza –en orden de la tabla– que pueden ir voltear en Bernal con un golazo en descuentos, pero enfrentar a su clásico a estadio lleno y ser absolutamente dominado –los celestes versus los cremas–; o ir a Cusco dos veces y arrancar heroicos empates, pero jugar un partido horroroso en Matute sin que aquello que se predica –jugar bien– haya cambiado ni dos centímetros. O patear 20 veces al arco y hacer apenas un gol. | Noticias Liga 1 Betsson.
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Se definirá, dicho de otra forma, por lo que finalmente propongan sus técnicos, Tiago Nunes, Jorge Fossati y Mauricio Larriera. Quien menos se equivoque, saldrá campeón.
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Hecho en la nueva escuela brasileña que combina juego con físico, Tiago es, esencialmente, un técnico obsesivo que estudia al rival de madrugada, que se ocupa del tamaño del césped, de quién publica stories en las noches y de cómo puede reunir a un grupo, el suyo, en torno a una causa. Su sensibilidad fue probada en la polémica discusión en cancha liderada por las cabezas rimenses que primero lo obligó a renunciar y luego, recular. Desde ese episodio, finales casi de su participación copera (disputó 10 partidos y ganó 4, empató 3 y perdió 3), Cristal recuperó espíritu y puntos. Hoy no solo es el equipo que mejor juega, también el único en el que claramente hay un crack por línea: Ignacio en la zaga, Yotún en el medio y Grimaldo en ataque. Un dato: el técnico más expulsado del año (4 veces) debe recordar que es más útil en el banco que pechando a un colega. Si eso pasa, es el gran candidato.
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Mis amigos periodistas Sub 50, hombres de la antigua redacción DT, lo llamarían así: “Viejo Zorro”. Fossati es, por lejos, el entrenador de mejor CV que viene a Universitario desde Gareca, y más atrás, de Markarián. La ‘U’ –dicen sus administradores– necesitaba un líder así. A favor tiene su imbatibilidad en casa (14 partidos dirigidos en el Monumental y ninguna derrota por la Liga 1), su seguridad para implantar un sistema que lo hizo ganador en LDU apenas llegó (3-5-2) y una relación de cercanía que lo ha hecho recuperar, por ejemplo, a un apagado Piero Quispe de verano. En contra le juega algo que escapa de su influencia: la terrible puntería de sus atacantes. En promedio, según Sofá Score, la ‘U’ remata 20 veces al arco por partido y apenas convierte una vez. Muy poco para un equipo que quiere despertar de la pesadilla de diez años sin salir campeón.
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Por la sombra, y quizá el más dogmático de los tres, viene Mauricio Larriera. No hubiera llegado a Alianza sin la recomendación de Bengoechea –un Dios en Matute– y si Chicho Salas no se hubiera distanciado tanto de los líderes de un plantel que, caso Zambrano o caso Barcos, declaraban públicamente que “el equipo juega mal”. Bueno, no juega mejor Alianza con el uruguayo. Lejos de su frase inicial que decía “ganar es lo más importante, pero el estilo también”, Alianza marcha invicto en su gestión, con dos empates en Cusco y registro perfecto en casa. Silbando bajito y casi sin ninguno de los refuerzos extranjeros que rompieron el mercado está ahí, respirando la cima de la tabla. Y si hoy pasa a Mannucci, es otro de los líderes.
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