El primero es un guerrero incansable, un futbolista que hace honores a la garra centenaria de Universitario, un hijo de la selva que vende mandarinas en un camión con su familia y hace poco le cumplió el sueño a su mamá terminando de construirle su casa en Tarapoto. En clásicos se tira de palomita si es necesario. El otro es un talento con toque fino, que da dos asistencias por partido, un ‘10′ creativo reconvertido en ‘8′ más dinámico que entendió que en el Monumental se aplaude más una barrida que una huachita, el hijo de Chorillos que cumplió su anhelo de niño y se vistió de crema para el aniversario 100 del club. Contra Alianza, al fin, anotó su primer gol como merengue y dejó brotar la alegría (aunque la ficha de Liga 1 dio el 2-1 como autogol de Zambrano).
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