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“Quizá su amor por la ‘U’ no alcanzó para rechazar un sueldo más jugoso”: Renato Cisneros sobre la partida de Jairo Vélez a Alianza Lima
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“Quizá su amor por la ‘U’ no alcanzó para rechazar un sueldo más jugoso”: Renato Cisneros sobre la partida de Jairo Vélez a Alianza Lima

“Quizá su amor por la ‘U’ no alcanzó para rechazar un sueldo más jugoso”: Renato Cisneros sobre la partida de Jairo Vélez a Alianza Lima

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Al principio, me desconcertó saber que Jairo Vélez se iba a Alianza. ¿Cómo podía el volante ecuatoriano –con la vitrina que le ofrecía para el 2026– e instalarse en el club íntimo, cuyo déficit deportivo ya era clamoroso incluso antes de perder la otra noche con Cristal? ¿Podía el factor económico justificar tamaña incoherencia? ¿Tan mal le pagaban en Ate?

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Confirmada la noticia, pasé del desconcierto al enojo, pero muy rápidamente evolucioné del enojo al alivio. Por tres razones. Primero, porque siendo Vélez un buen jugador, tampoco ha sido decisivo para la obtención del Tri. Ni su talento para el pase filtrado ni su facultad para la invención repentina han repercutido en el promedio de gol del equipo. Su juego es más vistoso, pero no es más ofensivo. (Lo acepto: sueno como una novia despechada que, ante la ruptura involuntaria con la pareja, subraya defectos del ex que antes no encontraba tan graves).

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Fernanda Huapaya

Segundo, porque después de ver a Vélez ufanarse de su identificación con la U (celebró el cumpleaños de uno de sus hijos con colorida temática crema), asumí que su vínculo con el club, además de contractual, también era emotivo. No parece ser el caso. Quizá su amor por la U era solo afecto, o solo estima, o solo una simpatía distante que no alcanzó para rechazar un sueldo más jugoso.

Ciclo de Jairo Vélez en Universitario llegó a su fín. (Universitario)
Ciclo de Jairo Vélez en Universitario llegó a su fín. (Universitario)

Alguien podría decirme que el fútbol es una carrera corta y que un profesional tiene que tomar las decisiones económicas que más le convengan a él y a su familia sin supeditarse a sentimentalismos pasajeros. Y sí, el jugador tiene todo el derecho a privilegiar el negocio, así como el hincha tiene todo el derecho a renegar de aquellos que sintió cercanos, pero no lo eran tanto. La lección que nos queda (y que cuesta aprender) es la de no dejarnos engatusar tan rápido con pequeños gestos de adulación. Cualquiera puede besar una camiseta y cantar una arenga en el calor del vestuario. El amor por el club se mide con otros criterios y en otros momentos: dentro de la cancha, pero también fuera (a veces en una mesa de negociación).

En tercer lugar, me tranquiliza la estadística. No recuerdo un solo jugador crema que, al pasarse a La Victoria, nos haya hecho extrañarlo. Tal vez Eduardo Esidio, aunque él no logró con Alianza los números ni la consagración simbólica que alcanzó con Universitario. ¿Quién más? ¿el Tigre Ciurlizza?, ¿Rinaldo Cruzado?, ¿Gustavo Tempone? ¡Nah! Más bien, algunos ex aliancistas aprendieron a triunfar con la camiseta crema, si no que se lo pregunten a Juan Reynoso, o a Carlos Orejuela, que se fue y volvió; o Alejandro Hogberg, o a Jairo Concha, el verdadero Jairo del tricampeón.

Por último, con este fichaje la dirigencia blanquiazul cree haberse anotado un gol olímpico, pero lo único que deja en evidencia es su obsesión con la actualidad de la U. Parecen estar más preocupados por desarticular al favorito (el verbo correcto es «joder») que en reformar su propio comando técnico (con un entrenador al que quizá Vélez no le guste tanto). El posible tetracampeonato crema es en un fantasma que no los deja dormir, que los tiene aterrados. Confieso que hay algo divertido en ver cómo fallan en su afán por ahuyentarlo.

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