Londres 2012 es el punto de referencia de los Juegos Paralímpicos. Aquella decimocuarta edición del evento rompió una serie de récords en cuanto a competidores, venta de entradas, cobertura periodística y otros aspectos. La percepción hacia las personas con discapacidad cambiaron después de once días de ardua competencia. Aquellos Juegos inspiraron una nueva generación de paradeportistas, entre ellas a una adolescente de 15 años, que en Lima observaba con admiración por la televisión las pruebas en la capital inglesa.
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Leonor Angélica Espinoza Carranza vino al mundo un 19 de marzo de 1998 y su destino, más allá de que producto de una enfermedad congénita –dismelia– no tuviera parte del brazo izquierdo de nacimiento, estaba escrito dentro de las grandes proezas del deporte peruano y del mundo, como la de ser bicampeona paralímpica, ahora en los Juegos Paralímpicos París 2024. No obstante, tuvo diversos obstáculos para encontrar el camino correcto a lo que estaba asignada en la vida. Pese a ver de forma minuciosa y con asombro las diversas competencias en Londres 2012, la escolar no tenía claro qué disciplina practicar para estar en un futuro en unos Juegos Paralímpicos.
Por aquella época, el hecho de que Lima sería sede por primera vez los Juegos Panamericanos y Paranamericanos en el 2019 motivaba a Espinoza Carranza a seguir en la búsqueda de ese vehículo rumbo al paradeporte, pero habían pasado más de tres años y las noticias no eran positivas. La vida seguía su rumbo y trabajaba de cajera en un restaurante de Miraflores para velar por su economía. En el 2016 decidió darse una oportunidad en la paranatación. Empezó de cero y gracias a su espíritu competitivo, dominó diversas técnicas después de más de seis meses. No obstante, en el Campo de Marte, sede en la que entrenaba, otros destacaban con mejores tiempos que ella y cada día veía más lejos su objetivo.
La perseverancia, la resiliencia, es otra de las fortalezas de Leonor Angélica. No se rindió. Se levantó y llegó al vóley sentado. Estuvo en un campo sin poder despegarse del piso –una de las reglas de este deporte adaptado– durante sesenta días. No hubo química. Ella no quería estar estática, buscaba desplazamiento, salto, que sus piernas sean su impulso hacia lo que anhelaba. Y lo encontró. En el 2017, se formó el Comité de Parataekwondo. Este equipo captaba en los primeros meses del 2017 deportistas para competir en Lima 2019. Delicia Paredes e Yvonne de la Cruz eran las encargadas y ellas, como si estuviera escrito, se encontraron con Espinoza en el Campo de Marte. En este centro deportivo se forjó un vínculo que hoy da que hablar en el Perú y el mundo.
De la Cruz invitó a la joven a la escuela de taekwondo. Ella aceptó. Y ese primer día de entrenamiento encontró lo que tanto había buscado. Se conectó al instante con este arte marcial de origen coreano. Parecía que Angélica había practicado anteriormente la disciplina, pues su movimiento la delataban. Su personalidad perfeccionista podría haberla llevado a estar días antes practicando y llegar preparada a esa primera impresión. Seguramente que sí, pero en dos o tres días no puedes aprender técnicas y tácticas que usualmente se desarrollan desde niños. Era, y sigue siéndolo, un talento natural por sus movimientos, por sus rápidas patadas y por sus saltos.
Ejemplo de ello es que con solo tres meses de haberse iniciado en el parataekwondo, en una escuela de Caminos del Inca, en Surco, Espinoza disputó su primer torneo internacional en el Campeonato Panamericano de Parataekwondo en San José, Costa Rica, a mediados del 2017. No hubo tiempo para aprender las posiciones básicas de la disciplina, pero sí para la batalla. Prepararon una máquina de competencia y, respaldada por su perspicacia, llegó hasta la final de la clase K44, división -49 kg. Ahí, la respuesta a que conseguiría importantes títulos en el Movimiento Paralímpico se reflejó con el triunfo sobre la mexicana Claudia Romero. Venció a una rival que practicaba el taekwondo desde los tres años, entrenada por su papá, el maestro Zoilo Romero Rojas.
La gloria eterna
Dos años después de aquel enfrentamiento en Costa Rica, Angélica Espinoza y Claudia Romero volvieron a verse las caras en una final. Ahora en los Juegos Parapanamericanos Lima 2019. Con mucha más experiencia, Espinoza pasó por encima a Romero y se colgó la medalla de oro. Ni el aliento de los asistentes al Polideportivo Callao la hizo tropezar. Primera vez que coreaban su nombre, con tanta energía, con tanta alegría. Esas miradas distintivas que recibió desde muy pequeña por una sociedad que no concibe que ella se siente una persona normal se habían acabado. Esa sensación de lástima que percibió en años había sido reemplazada por admiración, aquella impresión que tuvo ella durante Londres 2012.
Lo hecho en Lima 2019 la llevó también a cumplir su anhelo, el de estar en unos Juegos Paralímpicos. Su presencia estaba asegurada en Tokio 2020, la cual significó el debut del parataekwondo en el programa paralímpico. Si bien el evento se retrasó a causa de la pandemia del COVID-19, esa espera benefició a la campeona parapanamericana, pues de la mano de su entrenadora Yvonne de la Cruz y del preparador físico Iván Basurto –se sumó justamente para estos Juegos con el objetivo de potenciar más sus habilidades desde su especialidad– tuvo un mejor trabajo pensando en dar el golpe. Y lo hizo.
Después de 21 largos años, Espinoza Carranza le dio al Perú su cuarta medalla de oro en la historia de los Juegos Paralímpicos. En la final de la clase K44, división -49 kg, se impuso a la turca Meryem Betul Cavdar. Tras ello, exactamente un año después, recibió la condecoración más importante para un deportista en nuestro país: los Laureles Deportivos en el Grado de Gran Cruz, e inició el camino hacia un nuevo ciclo paralímpico que le confirmaba que estaba en el camino correcto y que su historia tenía un par de capítulos más por escribirse.
En noviembre del año pasado, en la capital de Chile, Leonor Angélica se convirtió en bicampeona parapanamericana. Se llevó la medalla de oro en su modalidad y frente a una conocida, la mexicana Claudia Romero. Una vez más demostró que era la mejor del continente y el objetivo ahora estaba en clasificar a sus segundos Juegos Paralímpicos, a París 2024. Lo logró por ranking, pues en enero de este año llegó a ser la tercera mejor del mundo, por detrás de Romero –vigente campeona mundial– y de la uzbeka Ziyodakhon Isakova, con quien tendría una decisiva pelea a futuro.
“Todavía tiene techo. Yo le he dicho que tiene para dos ciclos olímpicos más. No soy afanosa de las medallas, pero estoy segura que en París puede repetir el oro, pero necesito que se sienta segura, que vaya madurando”, le dijo a El Comercio Yvonne de la Cruz, su entrenadora. Y pues no se equivocó. A pesar de que la Federación Deportiva Peruana de Taekwondo no quiso renovar el contrato de Yvonne como DT, la misma Espinoza la buscó para que la prepare de forma particular de cara al evento en la capital francesa. No se equivocó la entrenadora con sus declaraciones ni tampoco la deportista con esa elección.
El 29 de agosto será recordado como una fecha célebre para el deporte nacional, pues Leonor Angélica Espinoza Carranza se proclamó como la primera mujer bicampeona paralímpica del Perú. Venció con solvencia a la uzbeka Isakova y le dijo al mundo, que a pesar de no tener una formación base en el taekwondo, con talento, perseverancia y apoyo de su equipo técnico, ella es la mejor del mundo en la clase K44, división -47 kg.
“Desde aquella primera vez que vi el paradeporte hasta ahora, hice todo lo que pude para cumplir mi sueño. Me enamoré del taekwondo, me di cuenta de que era buena, y sabía que tenía chances de mejorar y con suerte llegar a los Juegos Paralímpicos algún día”, le dijo Espinoza al Comité Paralímpico Internacional (IPC) tras Tokio 2020. Su amor por esta arte marcial no tiene descripción, así como su rendimiento. Aún tiene por dar esas potentes y rápidas patadas, ya sea en Lima 2027 o en Los Angeles 2028. El destino de ella está en seguir escribiendo grandes proezas e inspirar a los más pequeños, como lo hizo Londres 2012 con ella.