Rogger Fernández

Mientras tres de sus alumnos vendaban sus manos para colocarse los guantes y empezar el entrenamiento, Sergei Raab caminaba lento hacia un saco de arena que colgaba desde el techo del Lima Boxing Club, ubicado en el cuarto piso de un edificio de la cuadra ocho de la avenida Primavera en Surco. De figura espigada, con poco cabello y el rostro casi inexpresivo, quizá preparándose para lo que iba a hacer, el ruso de 54 años conecta el primer puñetazo con firmeza y cierta fuerza. Luego de eso, hubo dos o tres golpes más en secuencia, como una ráfaga de metralleta que atrae la atención de quien la escucha; pero no es más que una demostración de la calidad técnica que aplica para enseñar a sus discípulos el arte de boxear. Yo, como un aficionado del deporte de contacto, tomé asiento para presenciar en primera fila una clase maestra y ser testigo de las enseñanzas de -tal vez- el formador de peleadores más importante de estos tiempos.