José Antonio Bragayrac

En el primer instante de lucidez en que cayó en la cuenta de que orinaba profusamente en el estacionamiento de un aeropuerto, Christian Cueva recordó que hacía cinco días había disputado la final de la Copa América y un año antes, cumplido el sueño de todo un país de volver a ver a la selección peruana en una Copa del Mundo. Envalentonado quizá por la dimensión de sus hazañas y por lo tanto, absolutamente convencido de interpretar a un ídolo con derecho a todo, el mediocampista siguió meando con convicción y paciencia, sin imaginar que horas después de una evacuación tan prolífica como prohibida en la vía pública, sería el protagonista de uno de los ampays más legendarios de la camada mundialista del Tigre Gareca.