Ayer, en este mismo espacio, escribí que los dos penales cobrados a Perú en el partido con Brasil se ajustaban al reglamento. Sin embargo, después de ver los videos del VAR revelados por la Conmebol –y escuchar lo que dijeron los asistentes en ambas jugadas-, mi opinión es distinta.
Aunque el arbitraje de Julio Bascuñán fue torpe y tendencioso, ahora lo compadezco. Quienes lo asistieron desde la sala de video, pese a contar con imágenes desde diferentes ángulos, le dieron información errada y confusa. El ejemplo más aberrante es la supuesta mano de Neymar, previa al jalón de Yotún, que es descartada sin usar una toma frontal. Una completa locura.
Esta sumatoria de errores no libra de responsabilidad al juez chileno ya que es él quien toma la decisión final. Pero la ligereza –por no usar otra palabra- con que trabajaron quienes debían asistirlo, en particular su compatriota Piero Maza –cabeza del grupo la noche del martes- contribuyeron a que su actuación fuera deplorable. Maza, a propósito, fue castigado en febrero de este año por las autoridades del fútbol de su país luego de que no cobrara un grosero penal durante un partido entre Colo Colo y Universidad Católica.
El uso de la tecnología en el fútbol tiene un fin obvio: acabar con las injusticias. Nuestra selección se benefició de una de ellas en la Copa América Centenario en el 2016, cuando venció a Brasil con un gol anotado con la mano por Raúl Ruidíaz. En esa oportunidad, no hablamos de “robo” y aplaudimos la viveza de la ‘Pulga’ que el juez uruguayo Andrés Cunha no advirtió.
El VAR, como decía ayer el ex árbitro Javier Castrilli, sirve para corregir errores, aclarar situaciones. ¿Pero qué pasa cuando quienes lo manejan son gente poco preparada para tamaña responsabilidad? Pues se convierte en un instrumento de injusticia. Como sucedió el martes que pasó.