Aunque por casi 3000 mil días elegía a los mejores futbolistas del país, en 96 ocasiones dirigió con la misma camiseta y el día de su presentación dijo, con orgullo, que desde esa tarde de marzo 2015 era “un peruano más”, Ricardo Gareca nunca dejó de ser un profesional argentino al servicio del Perú. Y no de cualquier Perú: de una patria que si algún tesoro oculta aún debajo de la tierra es su autoestima. Un entrenador que no solo lo hizo bien en puntos y partidos, refundó el estilo de juego peruano en Sudamérica y consiguió reescribir la historia, tras romper la racha de 36 años sin mundiales, sino que influyó allí donde otros no mueven la aguja ni con el cargo de presidentes. Hasta dos generaciones nuevas de niños y niñas crecerán con la fortuna de saber que su país -su selección, si no quieren tantonacionalismo- también gana.