José Antonio Bragayrac

Qué es más difícil: apostar por la consolidación de un jugador de 21 años como Joao Grimaldo o rehabilitar a un futbolista de 31 venido a menos hace, por lo menos, dos temporadas. Qué decisión implica más riesgo frente a la premura por reconstruir una a la que pensamos entre las mejores del mundo, cuando la realidad es que -como en nuestros años más difíciles y olvidables- estamos empezando a congraciarnos peligrosamente con el ‘casi’.

Con el engañoso mérito de ‘lo intentamos’.

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Seamos justos. La tarea de Jorge Fossati es titánica. Le estamos exigiendo el éxito, cuando lo que deberíamos esperar es un recambio progresivo y saludable en medio de un universo de convocables muy austero y poco competitivo. Empecemos entonces por sincerar las cuentas, no tenemos jugadores para olvidarnos en septiembre próximo de Paolo Guerrero y mandar a su casa a André Carrillo, figuras que aunque con sus habilidades físicas deterioradas por el paso natural del tiempo, apenas les basta un acierto, uno solo, producto del azar o la pericia, para volver a entrar en vigencia como los grandes astros de nuestro fútbol.

¿Por qué Fossati insiste con Cueva? Hay una evidente prisa por reestablecer lo mejor del anterior proceso de Ricardo Gareca. ‘Aladino’ era la piedra angular de un proyecto que empezó a construirse en el 2015 y terminó por desgastarse a inicios del 2022, uno que hoy apetece como la hoja de ruta para encontrar las soluciones a gran parte de los problemas de esta Blanquirroja. La apuesta es un riesgo al que Fossati parece decidido a sobrellevar.

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¿Qué sostiene una convocatoria de Cueva, un futbolista que no disputaba partidos oficiales hace ocho meses por una lesión? Su rendimiento a nivel de selección. Únicamente, porque el hasta hace un tiempo jugador de Alianza Lima no registra la misma regularidad en -por lo menos- los últimos seis o siete clubes por donde ha pasado.

Es un jugador de selección, sí.

El problema deriva cuando caemos en cuenta que su última gran actuación con la Blanquirroja data de noviembre de 2021, en el histórico triunfo en casa de Venezuela. De ahí a hoy han pasado dos años y medio. ¿Qué jugador se presume tan vigente después de tanto tiempo sin ser trascendente? Solo Cueva.

El dilema alcanzó su apogeo este último martes frente a Canadá, cuando en diez minutos, agobiado por el físico y la evidente falta de continuidad, ‘Aladino’ trasciende más que quien estaba de titular. El riesgo entonces no es solamente la apuesta de Fossati, sino que radica en las formas: ¿No había otro camino para tentar una mejoría que apelando a un veterano? ¿No era momento para poner a prueba todas esas ganas de quien aún no sabe qué se siente disputar un Mundial y se debe quedar en el banco para ver cómo es que se sigue exprimiendo el pasado?

Más allá del elogio sano y bueno al amateurismo, dígase la exaltación de la entrega y el compromiso, esta selección padece de piezas clave en el engranaje del juego. Solo Carlos Zambrano ha resultado una apuesta segura a la ‘vieja escuela’. Después, adolecemos de perfiles prominentes como los que tenía Gareca en su prime: Yotún, Trauco, Cueva, Carrillo, Flores y Guerrero. esa columna vertebral no existe más.

Frente a Canadá; Cueva, Carrillo y Guerrero jugaron juntos por 11 minutos. No coincidían los tres en cancha desde septiembre del 2021, en el empate 1-1 frente a Uruguay por Eliminatorias. En aquél partido disputado un día jueves, los tres fueron titulares. Han pasado casi tres años. Desde entonces, la Blanquirroja ha sumado 34 partidos sin contar con los tres jugadores en cancha al mismo tiempo. En 15 ocasiones por lo menos, uno de ese tridente sumó minutos.

Es decir, los antecedentes no eran la base para la apuesta, sino los apellidos.

Paolo Guerrero, con 40 años, es la segunda alternativa en ataque después de Gianluca Lapadula, de 34. (Foto: AFP)
Paolo Guerrero, con 40 años, es la segunda alternativa en ataque después de Gianluca Lapadula, de 34. (Foto: AFP)

También hay otros casos. El ‘Orejas’ hoy en día funciona más como un actor de reparto, pero le exigimos todavía que siga siendo un protagonista. Lo mismo para Sergio Peña, un mediocampista que en su mejor momento solo fue una pieza de recambio y que hoy intenta sin llegar a cubrir los vacíos dejados. Entonces, el primer escollo para iniciar un recambio generacional es la ausencia de variantes con proyección puesto por puesto. O es lo que parece a primera vista.

Optar por el ingreso de Bryan Reyna, sin minutos por una lesión desde hace 25 días, y juntarlo luego con Cueva, que no juega desde hace mucho, además de rodearse de un Carrillo bastante venido a menos, no parece ser una cuestión de empoderamiento al equipo, sino más bien un manotazo de ahogado.

Ahí estaban el fuego de Grimaldo o las ganas de Zanelatto. No necesariamente para intentar ganar un partido. Más bien minutos y confianza.

Un último detalle más. En estas Eliminatorias, de diez selecciones, seis tienen opción a clasificar al Mundial de manera directa y otra más a través del repechaje. es decir, quedar fuera es asumir un bochornoso fracaso. Pueda ser que esto último es lo que impone las soluciones prácticas por encima de los procesos basados en el sinceramiento de nuestras limitaciones.

La decisión, finalmente, está en Fossati. Es él quien debe asumir la manera en la que esta selección está dispuesta a perder: con los Sonne, los Grimaldo, los Quispe y los Zanelatto; o poniendo en debate el estatus de héroes de mundialistas como Guerrero, Carrillo y Cueva. Figuras que por lo visto, ya no están para asumir las riendas de un futuro inmediato.