Hay nombres que no necesitan apellido, son leyendas en sí mismos. Ocurre, por ejemplo, con ciertos futbolistas. Paolo, Claudio, Jefferson. Ocurre también con las voces, esas que hemos escuchado de niños, y en el imaginario se nos hacen cercanas, nobles, inolvidables. Uno de ellos es, por ejemplo, por unanimidad, Lalo Archimbaud. Lalo, a secas. El querido Lalo de Alianza Lima. El padre de la criatura.