Lo más difícil en una Selección es acertar con el técnico. Argentina metió un pleno con Scaloni, Uruguay con Tabárez primero y con Bielsa después, Colombia con Lorenzo. En anteriores Eliminatorias, Chile se ganó la lotería con Bielsa y Sampaoli, Colombia con Maturana y Pekerman, Bolivia con Azkargorta… No sólo llegaron al Mundial, impusieron una línea de juego, promovieron jugadores, generaron felicidad. Hicieron época. Perú también dio en el clavo con Gareca. Lo tenía, lo disfrutó, reencontró el estilo peruano con él, quintuplicó sus ingresos gracias al DT. Cuarenta mil peruanos orgullosos acompañaron a la Bicolor en Rusia. Pero se decidió eyectarlo del cargo para poner a alguien más maleable al poder. Y cortó de cuajo el exitoso proceso. La peruana, que era una selección competitiva, dejó de serlo. El mismo día en que se posesionó a Juan Reynoso quedó claro que no funcionaría. Gareca era dueño del cargo, Reynoso un inquilino.
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Desde luego, Gareca no es el único profesional que puede dirigir a Perú. Pero era el sujeto perfecto. Lo tenía y él ansiaba seguir allí. Reynoso no fue elegido como una opción superadora. Era lo que estaba a mano, quizás lo más económico. Y es posiblemente la antípoda de Gareca en cuanto a personalidad y, sobre todo, en estilo de juego. Es de corte defensivo, algo que no se usa más en el fútbol actual. Defender pasó de moda. Salvo excepciones, todos atacan. Los tres primeros de la presente clasificatoria -Argentina, Uruguay y Colombia-, atacan. Los clubes de punta en el mundo -Manchester City, Bayern Munich, Real Madrid- son ofensivos. No sólo ellos, todos. En Inglaterra, hasta el Brentford va adelante. El Girona lidera en España proponiendo.
Tras la sexta fecha del Premundial, la dirigencia no tuvo más remedio, a su pesar, que darle salida a Reynoso. El daño inferido es de proporciones bíblicas. Perú perdió su línea de juego, el prestigio que había conseguido, el romance de los hinchas y los jugadores con la selección, y perdió 16 de los 18 puntos que disputó. Dejó, además, un gol en caja. Y está último. En una Eliminatoria que clasificará a seis o tal vez siete equipos, deberá lograr una hazaña sin precedentes para obtener un boleto al Mundial, que se jugará en Estados Unidos y que, dado el número de residentes peruanos en aquel país, sería local en todos los partidos. También perdió, no es un detalle menor, algunos patrocinantes que se habían logrado en la etapa anterior, atraídos por el suceso de la selección. Y ahora se deberá afrontar una indemnización millonaria con el técnico saliente. O sea, terminará pagándose mucho más de lo que se le retaceaba a Gareca. Negocio ruin por donde se lo mire.
Alguien dirá que Reynoso al menos produjo una renovación. Tampoco. Tarde, cuando ya se estaba yendo, puso a Quispe, Grimaldo, Zanelatto, Bryan Reyna. No le quedaba otra. Ahora hay que juntar los escombros y empezar de cero. O de uno. Y atención, quedan 12 fechas, pero entre esas 12 están Argentina y Brasil afuera…
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La gran Colombia
Pocos tenían a Néstor Lorenzo como entrenador. Tuvo una corta experiencia en Melgar. Allí fue a buscar Colombia al hombre que cambió completamente la cara y el humor de Colombia. Era un zaguero luchador, de fuerza, Lorenzo. Como técnico es la contrafigura: gusta del fútbol bien jugado, a ras, al toque, con mentalidad ofensiva. Optimizó a todos los jugadores, recuperó a James Rodríguez, está haciendo una renovación moderada, porque tampoco tiene diez talentos jóvenes que estén golpeando la puerta. Las claves de esta Colombia tercera -y única invicta- con 12 puntos sobre 18: a) juega bien adelantado, en campo rival; b) tiene mucha posesión y circulación de pelota para desgastar al adversario; c) hace presión alta, a pocos metros del área contraria para, una vez de nuevo con el balón, estar cerca del otro arco; d) llega al gol por elaboración, por funcionamiento colectivo, no por arrestos individuales. Sigue sin tener un goleador, pero lo reemplaza con armonía de conjunto. Alguno llega y la mete. Conste que Lorenzo no cuenta con una generación dorada, sí con buenos jugadores magníficamente aprovechados. No heredó el equipo de nadie, no tiene supertalentos, es todo suyo el mérito.
El primer cambio fundamental de Lorenzo fue el del volante central: sacó a Wilmar Barrios, eficientísimo recuperador con gran intuición de marca, pero volante tapón al fin, y lo reemplazó por Kevin Castaño, que también quita, pero sobre todo es la salida limpia del equipo, excelente distribuidor con pase al pie. Y hacia el frente. El equipo floreció. Hasta Jefferson Lerma, que era un tanque de guerra, se anima a jugar al lado de Kevin. Fue un mensaje ideológico: vamos a jugar al fútbol. A propósito, Perú lo tenía ahí a Lorenzo, en casa.
El líder Messi
Casi no hubo tiempo de festejar en Argentina. Veinte minutos después de concretado el triunfo de la Albiceleste sobre Brasil en Maracaná, con las sonrisas aún ejerciendo en los rostros argentinos, Lionel Scaloni lanzó una bomba: amagó con irse. Textualmente: “Necesito pensar mucho que voy a hacer. No es un adiós ni mucha cosa, pero necesito pensar, porque la vara está muy alta y está complicado seguir, y seguir ganando, y estos chicos lo ponen difícil. Toca pensar este tiempo, se lo diré al presidente, a los jugadores después porque esta Selección necesita un entrenador que tenga todas las energías posibles y que esté bien”.
Sin embargo, no es un tema futbolístico ni de energías, esto es algo que se dice al final de un torneo, no al comienzo y cuando recién se ha renovado contrato por cuatro años. No cierra. Es el mismo argumento que expuso Bielsa ante Julio Grondona en 2004 para renunciar a su cargo de seleccionador nacional. Bielsa dijo que no tenía energías para seguir. En realidad, ya no toleraba a Grondona.
El rumor que inundó los pasillos cuenta que, entre otras muchas actitudes que no le agradaron al técnico, el presidente de la AFA, Claudio Tapia, afín al Gobierno, le habría pedido a Scaloni un apoyo público al candidato oficialista Sergio Massa, incluso una foto con éste, a lo que Scaloni no sólo se negó, sino que quedó muy disgustado. Tapia entiende que Scaloni es su obra, que le dio la selección cuando nadie lo conocía y que Scaloni le debe agradecimiento eterno. Hay algo más: Scaloni protesta porque le pagaron el premio del Mundial al dólar oficial (en pesos) y no con dólar billete. En ese escándalo que es la economía argentina debe interpretarse así: si uno debe percibir un millón de dólares y le pagan al cambio oficial, en verdad le están dando 350.000.
Scaloni es una iluminación, un hallazgo, una piedra preciosa del tamaño de una número cinco encontrado entre las ruinas de un caserón. No hay otro Scaloni y Tapia lo sabe, por eso intentará de todas las formas posibles convencerlo de que siga. Es su descubrimiento, su acierto estelar, su credencial de presentación. No se sabe si lo conseguirá. Pero, de confirmarse la salida del DT que mejor hizo jugar a Argentina en toda su historia, se cortaría abruptamente una era inolvidable, en la que ganó todo con un fútbol brillante. Y Tapia, políticamente, pasaría a ser un papel en el viento.
Ecuador desde atrás
Unanimidad es lo que concita el catalán Félix Sánchez: a nadie le gusta cómo hace jugar a Ecuador. Twitter es un clamor en ese sentido. “Ecuador no juega a nada”, “Todos sus partidos son aburridos”, “Nos salvan las individualidades”, “No hay planteamiento táctico”, “Sin rumbo”, “Pareciera que los jugadores se conocieran desde ayer”, “No hay estrategia ni idea de juego, elige mal los jugadores, en cualquier momento todo caerá por su peso, estos resultados son mentirosos”. “No se aprovecha la camada notable de futbolistas que tenemos”. Y eso que Ecuador había ganado y suma 8 puntos (en cancha ganó 11, aunque 3 le fueron descontados como penalidad por el chanchullo de Byron Castillo). Esto refleja que aquello de “prefiero jugar mal y ganar” no es tan literal. Al hincha también le importa el cómo. Hoy, apenas con saber el resultado de Ecuador, alcanza. No es indispensable ver el partido, no agrega nada.
Locuras en Uruguay
Veintisiete días en total tuvo Marcelo Bielsa para entrenar con los jugadores uruguayos desde que asumió, en junio último. Le bastaron para armar una selección que, junto con Colombia, son las dos revelaciones de este Premundial. Lo mismo puede decirse de Néstor Lorenzo. Si el mensaje es claro, la comprensión no tarda. Son las dos selecciones que mejor juegan, además de Argentina. El otro suceso de la competición está a cargo de Venezuela, feliz de tener a Fernando Batista en el banco. No la vemos para caerse a la Vinotinto, seguirá sumando, de a puntito, pero así se llega a Roma. Óscar Tabárez no escatimó elogios para Bielsa: “Quedé maravillado por cómo se jugó frente a Argentina”.
Todo Chile dispara contra su equipo nacional. Después de empatar ante Paraguay renunció Eduardo Berizzo, pero nada mejoró: luego perdió ante Ecuador y recrudecieron los comentarios negativos. Dice Danilo Díaz, destacado colega chileno: “Como siempre, por decreto se estableció que Chile estaba para pelear arriba en la clasificación, con esa lógica del rico que empobrece y no asume su nuevo estatus. Obviamos que no fuimos a los últimos dos Mundiales y que rumbo a Qatar rematamos séptimos, cómodos. En ese afán de creer que sobran argumentos para superar a cualquier adversario -a lo que nos acostumbró la Generación Dorada- olvidamos dónde estamos. Acá se vive una irrealidad. Berizzo estaba haciendo un gran trabajo. Su Chile era un cuadro ordenado, intenso, de buen funcionamiento (no le hicieron goles en Santiago), con una idea clara, pero que carecía de dos condiciones fundamentales en el alto rendimiento: talento y desequilibrio individual.”. Chile teme seriamente faltar a su tercera Copa del Mundo al hilo.
En Brasil ya dudan de Fernando Diniz, aunque viene de ganar la Libertadores con Fluminense. El 0-1 ante Argentina representa para Brasil su tercera derrota consecutiva en Eliminatorias, lo que nunca había acontecido. Y es también su primera caída como local en esta competición desde 1954. Ya no sorprende. No hay un solo supercrack en una selección que antes estaba repleta de genios. La alineación que presentó Diniz incluyó un ejército de jugadores comunes, que no hacen diferencia: los laterales Emerson y Carlos Augusto (muy pobres), los medios André y Bruno Guimaraes, Nino, Raphael Veiga, Douglas Luiz, Joelinton, y alguno con cartel, pero de escaso rendimiento, como Raphinha. Que jugados seis partidos de una clasificatoria Venezuela marche cuarto y Brasil sexto parece de una película posmoderna, pero es la realidad actual. Y muestra cómo se han movido las placas tectónicas del fútbol.
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