El primer día de la cuarentena en el Perú decidí ir al trabajo en bicicleta. Han pasado casi 2 meses y no he parado. Recorro 66 km diarios de ida y vuelta entre Chaclacayo y La Victoria, he ahorrado 500 soles en pasajes, bajé 4 kilos de peso, llego muy relajado al diario y sin estrés a mi casa.
Todo empezó el lunes 16 de marzo. Era el primer día de la inmovilización obligatoria en el Perú decretada por el Gobierno para frenar el coronavirus. A las 5:05 am llegué al paradero. La espera normal del micro que es de hasta 5 minutos se convirtió en media hora. Cuando apareció, este era un foco de contagio andante, con pasajeros de pie y el cobrador colgado del estribo tratando de hacer subir a más gente. No lo abordé.
Tampoco esperé el siguiente micro. Regresé a mi casa, cogí un inflador, la única cámara de llanta que tenía de repuesto, ropa de ciclista, casco, y saqué la bici. Inicié mi viaje en mi adorada máquina cuando todavía estaba oscuro, y la Carretera Central, que a esa hora ya suele tener tramos caóticos debido a que empieza la entrada de buses de transporte interprovincial que llegan del centro del país, parecía una gigantesca ciclovía diseñada solo para mi. Vi regular número de personas en los paraderos y los pocos micros que circulaban igual iban llenos.
ASÍ HACE SU RECORRIDO
Hace más de 5 años que no pasaba por la parte de la Carretera Central que comprende a Ate Vitarte, prefería evitar el tráfico yendo por la autopista Ramiro Prialé. Pero esta vez en bici sí debía hacerlo. Las obras de la Línea 2 del Metro de Lima la han convertido en un laberinto con numerosos desvíos. Tuve que ir improvisando mi ruta hasta llegar al trabajo, 1 hora y 35 minutos después, y tras recorrer un total de 35 km.
La ruta de regreso de ese primer día sí fue mejor pensada y ha quedado así hasta ahora: Aviación, Javier Prado, Carretera Central, Chaclacayo. Fueron en total 33 km en 2 horas con 7 minutos, cuando mi expectativa de retorno era de 4 horas. Llegué con un fuerte dolor de piernas y espalda y pensando que al día siguiente ni miraría la bici y optaría por el teletrabajo.
Abrí la puerta y en el patio ya me esperaban mi esposa e hijos con lejía en el piso y alcohol que me rociaron en las manos, casco, mochila, tapaboca y a la bici. Además, las zapatillas no entraron a la casa. Toda la ropa fue de frente a la lavadora y yo a la ducha. Al salir recién pude abrazarlos. Así ha sido todo este tiempo.
A la mañana siguiente desperté decidido a seguir manejando. Esta vez sumé mi cámara GoPro para documentar la inédita cuarentena con las calles vacías.
Al cuarto día me pasó lo que le sucede a todo ciclista: pinché. La llanta delantera se me desinfló en la prolongación Javier Prado. Ya eran casi las 5 de la tarde y el toque de queda empezaba a las 8 pm. Cambié la cámara, la inflé, avancé 100 metros hasta una tienda, compré agua, salí, y vi que la llanta delantera estaba nuevamente reventada. Ya no tenía repuesto y estaba a mitad de camino.
En los primeros días de la cuarentena el respeto a las disposiciones era absoluto, no iba a encontrar un taller abierto. Empecé a caminar buscando un llantero y todos estaban cerrados. Pensé en sacar la rueda delantera y meter la bici a un taxi, pagaría lo que me pidieran. Pero los pocos taxis que circulaban estaban llenos. Seguí caminando, pensando en que la hora de toque de queda se acercaba. Llegué hasta un grifo de Santa Clara luego de avanzar casi 3 km, y en ese lugar había un llantero trabajando: casi lo abrazo. Me parchó las 2 cámaras y le pagué con sobreprecio. Al día siguiente regresé con otra cámara para parcharla y tener así 2 de repuesto.
A la tercera semana tuve que cambiar de bicicleta, pues la Carretera Central está llena de baches y a consecuencia de ello rompí un rayo de la llanta trasera y en cuarentena no hay talleres para repararla o tiendas para comprar aro nuevo.
En este tiempo he sido testigo de cómo ha ido en descenso el férreo control inicial que militares y policías ejercían en las calles y del paulatino relajo de la gente. En mi ruta hay 5 retenes, en algunos me paran para solicitarme el pase laboral, nada más.
En las mañanas, en el tramo entre Chaclacayo y Ate Vitarte desde el inicio no había mayor control sobre el transporte urbano, por eso lo de los carros llenos de gente. En la tarde sí. Micros con exceso de pasajeros eran detenidos y obligaban a los pasajeros que estaban parados a descender. Carros particulares sin permiso para circular eran multados y llevados al depósito.
En Vitarte salió una ordenanza donde se prohibía la circulación de mototaxis durante la cuarentena. Eso se respetaba al principio.
Pero todo se empezó a relajar a partir de la penúltima semana de abril. A los pocos buses que trabajaban se sumaron en gran cantidad las combis, todas llenas y correteando para quitarse a los pasajeros y reaparecieron las mototaxis. Ya no estaba la policía en los retenes, solo militares sin mayor autoridad para imponer sanciones a los infractores. Aumentó el peligro para los ciclistas.
La segunda semana de mayo fue peor. Empecé a encontrar tráfico en la mañana y en la tarde en los lugares donde son habituales los embotellamientos en tiempos normales. Había más gente en las calles, y fueron incontables las veces que en la tarde los carros me sacaron de la carretera.
También he sido testigo de cómo el nuevo hospital Covid-19 de Vitarte y el antiguo, que están separados por 200 metros de distancia, reciben cada vez a más pacientes y a diario veo a más gente angustiada o llorando afuera de estos.
Voy a dejar de manejar cuando se acabe la cuarentena porque en mi ruta no hay un solo centímetro de ciclovía y en condiciones normales sería suicida ir al trabajo en bici.
Después de haber recorrido un total de 2.640 kilómetros, a los que van a hacer de la maravillosa bicicleta su medio de transporte les recomiendo usar casco siempre, llevar luces de peligro adelante y atrás para la noche, guantes, usar ropa cómoda y llevar la del trabajo en una mochila, hidrátense a cada rato, no manejen con audífonos. Si se cansaron hagan pausas y empezarán con más fuerza. Nunca se pasen la luz roja. Estén siempre a la defensiva porque hay mucho peligro, sobre todo en los semáforos, muchos automovilistas y motociclistas no los respetan.
Tengan su cadena siempre lubricada, límpienla. Sus frenos deben estar en óptimas condiciones, no se puede jugar con la seguridad. Si su recorrido es plano opten por llantas lisas, irán más cómodos y sin mayor esfuerzo.
Quien decida comprar una bici que la pruebe primero, tiene que sentirse cómodo en ella. Si hacen rutas largas como la mía, donde hay subidas fuertes, y tienen presupuesto, opten por una montañera de mínimo 9 platos atrás y de preferencia de aro 29, esas bicicletas amortiguan muy bien al pasar por los baches, ni los sentirán.
A las empresas, que sigan el ejemplo de la mía, que ha colocado estacionamiento para las bicis y habilitado duchas. Repito, manejar bici es maravilloso, y un trabajador ciclista será una persona saludable y llegará a su centro de labores relajado e igual a su hogar.
Solo faltan más ciclovías, segregadas, no improvisadas hechas a la champa. Se pueden hacer, solo es cuestión de decidirse y de trabajar desde ahora, porque pienso que cuando termine la cuarentena el transporte público será el principal foco de contagio.
El Comercio mantendrá con acceso libre todo su contenido esencial sobre el coronavirus.
---------------------------------------------------
¿Quiénes son las personas que corren más riesgo por el coronavirus?
Debido a que la covid-19 es un nuevo coronavirus, de acuerdo con los reportes que se tienen a nivel mundial, las personas mayores y quienes padecen afecciones médicas preexistentes como hipertensión arterial, enfermedades cardiacas o diabetes son las que desarrollan casos graves de la enfermedad con más frecuencia que otras.
¿Debo usar mascarilla para protegerme del coronavirus?
Si no tiene síntomas respiratorios característicos del covid-19 (tos) ni debe cuidar de alguien que esté infectado, no es necesario llevar una mascarilla. La OMS recomienda evitar su uso, debido a que en esta pandemia, estos implementos puede escasear. Ahora, recuerde que si usa uno, este es desechable; es decir, solo se puede utilizar una vez.