Fracaso es el calificativo que calza con lo que ha sido el paso de Azteca como operador de la Red Dorsal. Un fracaso en términos de negocio o rentabilidad para la mexicana y para el Perú como país, más allá de un Gobierno en particular, sostiene Carlos Huamán, director de DN Consultores.
► ¿Cuáles fueron los avances en despliegue de Internet y uso de la Red Dorsal el 2019?
►Azteca acumuló varios incumplimientos de contrato durante el 2018
La Red Dorsal es un sueño ideado hace más de 20 años. Pasó al blanco y negro al cierre del gobierno de Alan García como un plan para reducir la brecha digital. Al año siguiente, en el 2012, el entonces congresista Mesías Guevara lo tradujo en la Ley de Promoción de la Banda Ancha (N° 29904). Posteriormente el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), bajo el mando de Carlos Paredes, y Proinversión, armaron el proyecto que ganó Azteca.
Lo llamativo de aquel concurso público es que el mexicano era el único postor, recuerda Huamán, y esa sería la primera lección aprendida: si no hay más postores que lo vean atractivo, mejor no concretarlo, porque puede no ser rentable.
El otro gran problema es que se montó la red por zonas en donde ya habían otros operadores privados, en lugar de centrarla solo en zonas rurales sin servicio, añade Alejandro Jiménez, ex gerente de Osiptel.
Mucho se ha discutido en los últimos dos años sobre los errores en el diseño de este proyecto, al que se calificó como un “elefante gris” por estar subutilizado. Azteca cumplió con tener la obra lista en setiembre del 2016, a dos años de firmar contrato, pero meses después vieron que el negocio no caminaba.
Azteca no tenía suficientes clientes porque se elevó la presencia de competidores privados en sus rutas, llegando a coincidir en casi el 60% de la red, según informes del Osiptel. Además la mexicana tenía una tarifa fija alta mientras que la de sus rivales era flexible y mucho más baja.
Para el 2018 transcendió que la empresa del Grupo Salinas se iría del país y el MTC entró en un ejercicio de búsqueda de soluciones.
El proyecto nació desfasado, porque fue pensado para atender una falta de infraestructura de otra época y se complicó con un modelo de contrato rígido que necesita ser cambiado para poder ser viable sin afectar el equilibrio del libre mercado, puntualiza Manuel Cipriano, ex director de Osiptel.
El problema se complica, según coinciden los expertos consultados, por la lentitud con la que se ha buscado una solución. Esta fue una idea innovadora, asegura Huamán, pero no hubo la suficiente flexibilidad para reparar el error rápido, tal como pasa con las startups. Esto se ha traducido en sostener un “despilfarro de recursos por más tiempo del debido”, añade Edwin Santos, ex viceministro de comunicaciones.
Cinco años y cinco meses después de llegar -y casi dos años después de trascender que quería irse- Azteca ha presentado una propuesta de adenda que busca terminar de mutuo acuerdo el contrato e irse del país.
El sustento de la propuesta resume los problemas de rentabilidad que padecen. Sus menos de 30 clientes hoy solo consumen e invierten el 7% de lo que se previó en el 2012, cuando se diseñó. Para el Estado esto se traduce en un gasto de US$114 millones más de lo presupuestado.
Y como la tendencia de la demanda es a la baja, el Estado seguirá perdiendo más dinero si no hay cambios en el modelo, alerta Jiménez. El anuncio de Azteca de dejarlos, añade Cipriano, no es en sí mismo la solución. Lo que hace falta es rediseñar el contrato para que quien llegue -el nuevo operador- tenga un desempeño eficiente y rentable.
A tener en cuenta:
Las redes de fibra óptica se devalúan con el tiempo si no están muy bien cuidadas, advierte Luis Montes, exdirector de Fitel (hoy Pronatel). Es por eso que Osiptel se ha encargado de supervisarla cada trimestre y ya le ha impuesto una amonestación por algunos incumplimientos. Lo que corresponde ahora, antes de que se vaya, es “hacer un ‘due dilligence’ [investigación] de toda la red en frío y activa, porque puede haberse degradado”, señala.