Alberto Goachet

Avanza proyecto de Presupuesto público en el Congreso


Las campañas políticas siempre me han obsesionado. Es como una campaña para una marca cualquiera pero en esteroides. Intensidad al máximo. Mucho foco. Rapidez en reacciones al entorno del momento. Y en muy poco tiempo lograr conquistar la elección de la mayor cantidad de votantes. como una campaña para una marca cualquiera pero en esteroides. Intensidad al máximo. Mucho foco. Rapidez en reacciones al entorno del momento. Y en muy poco tiempo lograr conquistar la elección de la mayor cantidad de votantes.
Y recientemente en las elecciones del país del norte se vieron claramente los aciertos del candidato ganador (y contra todo pronóstico, por mucho margen) y los errores de su oponente.
Y desde el punto de vista estratégico, quería dejar algunos aprendizajes que trascienden el ámbito político.
1. Foco en los dolores transversales
“Es la economía, estúpido”. Esta fue la frase central de campaña con la que ganó Clinton en 1992. Apelaba a lo que más le dolía a la mayoría de estadounidenses. Este mismo dolor volvió a causa de la inflación y por eso en la campaña de Trump fue uno de los dos ejes principales junto con el problema de la inmigración. El ser un empresario exitoso le dio cierto grado de autoridad para resolver esa problemática. Y en lugar de llevar ‘celebrities’ de la música y el cine a sus ‘meetings’ llevaba a personajes como Elon Musk, totalmente alineado a su propuesta.
Contrario a esto, la campaña demócrata tuvo como uno de sus ejes principales reinstaurar la ley de aborto a nivel nacional luego de que se derogara la famosa Roe vs. Wade. Un tema muy importante, pero no necesariamente para todos. Menos aún, cuando una religión como la evangélica es de las de mayor crecimiento en ese país.
Me recuerda cuando en las elecciones del 2001 Fernando Olivera tuvo como bandera de campaña la lucha anticorrupción, objetivo claramente importante, pero en ese momento con Montesinos encarcelado y Fujimori fugado, no era la principal preocupación de los peruanos. Quizás hoy definitivamente lo sería.
2. Concepto de campaña memorable y emocional
“Make America Great Again” (Hagamos América Grande Otra Vez), una continuación de sus campañas anteriores, es una arenga que toca fibra en un país nacionalista, y con una crítica tácita al gobierno actual. No recuerdo el de Kamala. Algo parecido pasó localmente en las elecciones del 2021. El lema de Pedro Castillo lo recuerdo hasta hoy: “No mas pobres en un país rico”. Como idea nadie podía estar en desacuerdo. No recuerdo el de Keiko Fujimori.
3. Los ‘celebrities’ no siempre funcionan
El desfile en los eventos demócratas de gente famosa y popular del entretenimiento fue masivo. Para muchos cuando Taylor Swift (94 millones de seguidores en X y 283 millones en Instagram) anunció su apoyo a Kamala Harris, la elección ya estaba inclinada definitivamente hacia el lado demócrata. Los resultados demostraron lo contrario.
Trump tuvo también su dosis de famosos a su favor, pero en una mucho menor cantidad. Creo que al final estos perfiles son un ‘comodity’ que te puden dar visibilidad y cierto grado de atención, pero no necesarimente construyen sobre tu propuesta de valor estratégico. A menos que, como mencioné previamente, un famoso y popular personaje como Elon Musk aporte a la estrategia, en este caso de Trump.
4. Crea una narrativa coherente y consistente con tu ADN
Trump enfrentó críticas, juicios y escándalos, pero su narrativa fue siempre coherente: él era el ‘outsider’ luchando contra un sistema corrupto. En lugar de evadir los problemas, los abrazó y los convirtió en fortalezas. Esto es un recordatorio de que no se trata de evitar los tropiezos, sino de cómo los enfrentas con una narrativa orgánica y potente.
En resumen, Trump no ganó únicamente por sus ideas y estrategia, sino por su habilidad para hacer que la gente se sintiera escuchada. En un mundo lleno de ruidos, logró destacar con mensajes simples pero contundentes que resonaban con los temores y esperanzas de los electores. Tanto para la política como para las marcas, la emoción es más poderosa que la lógica. La pregunta central siempre debe ser: ¿estamos comunicando, o simplemente hablando?


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