Instituto Peruano de Economía (IPE)

En el Perú un cuarto de la trabaja en el sector agropecuario. Tras ser fuertemente golpeada en 2023, este año la ha crecido de manera alentadora.

Aun con las importantes mejoras vistas en indicadores como la pobreza en los agricultores en los últimos 20 años, la celebración del Día del Campesino es una oportunidad para revisar las brechas sociales que aún persisten y los retos de productividad que enfrenta el sector.

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Desempeño reciente

El 2023 fue uno de los años más desafiantes para la agricultura peruana, que sufrió una contracción de la producción agrícola del 4,1%, marcando su peor desempeño desde 1992. Este retroceso se debió a una serie de eventos climáticos adversos.

En este contexto, la agricultura tradicional, que abastece principalmente al mercado interno, fue la más afectada debido a la limitada capacidad de los agricultores para mitigar estos choques.

No obstante, a partir de abril de este año, el sector empezó a mostrar signos de recuperación. El PBI agrícola creció un 36% impulsado por una fuerte recuperación de la producción destinada al mercado interno, principalmente de la papa, la quinua y la cebada, que se recuperaron gracias a la normalización de los ciclos de siembra de la agricultura tradicional.

Pobreza y salud

El notable crecimiento económico que Perú experimentó en los años previos creó condiciones favorables para la reducción de la pobreza. Como resultado, la pobreza en los hogares agrícolas se redujo en 44 puntos porcentuales (pp.), pasando de 85% en 2004 a 41% en 2023.

La pobreza en los hogares agropecuarios ha caído menos que en los hogares mineros.
La pobreza en los hogares agropecuarios ha caído menos que en los hogares mineros.

Esta disminución de la pobreza fue más acelerada en comparación con los hogares que se dedican a otras actividades primarias, como pesca o minería. En las regiones costeras, donde se concentra la actividad agroexportadora del país, la reducción de la pobreza fue aún más pronunciada. Por ejemplo, entre 2004 y 2023, la pobreza de los hogares dedicados al agro en La Libertad pasó de 77% a 38%, en Ica de 95% a 44%, y en Arequipa de 62% a 26%.

Además de la reducción de la pobreza, indicadores de salud como la anemia y la desnutrición crónica en los hogares agrícolas también mejoraron. En el caso de la anemia, se redujo en 6 pp. entre 2009 y 2023, de 53,8% a 47,8%. Por su parte, la desnutrición crónica lo hizo en alrededor de 18 pp. en el mismo periodo, de 37,3% a 19,4%.

Sin embargo, la vulnerabilidad de las familias agrícolas a choques externos es aún un desafío. Por un lado, los niveles de desnutrición y anemia en estas familias permanecen significativamente más altos que en aquellas que se dedican a actividades no agrícolas. Asimismo, la pandemia del Covid y los choques climáticos exacerbaron estas vulnerabilidades, afectando los ingresos y la seguridad alimentaria de las familias dependientes de la agricultura.

Acciones necesarias

Mejorar la calidad de vida de los agricultores y reducir su exposición ante choques climáticos adversos requiere de políticas articuladas que fortalezcan su capacidad productiva. En el caso de la agricultura familiar, Carolina Trivelli, investigadora principal del IEP, señala que la baja productividad responde, entre otros factores, a la escasez y alto precio de los fertilizantes y a las limitaciones de agua e infraestructura de riego.

Usando los datos de la Encuesta Nacional Agropecuaria (ENA) 2022, se calcula que solo 4% de los productores de pequeña y mediana escala recibió asistencia técnica, 8% accedió a un crédito y 16% usa riego tecnificado. Ello evidencia la necesidad de políticas sectoriales de apoyo técnico focalizado a agricultores familiares y de menor tamaño.

Asimismo, el avance de grandes proyectos de irrigación, como Majes Siguas II y Chavimochic III, expandirá la frontera de producción agrícola y contribuirá a un mayor dinamismo de las agroexportaciones no tradicionales, impulsando más empleos formales y mejores remuneraciones para los agricultores.

La oportunidad es enorme: en los últimos 15 años, la suma de las remuneraciones del agro formal se multiplicó por cinco mientras que en el agro informal esta solo se duplicó.