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“Una batalla tras otra” de Paul Thomas Anderson: la obra de un cineasta en plena forma
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“Una batalla tras otra” de Paul Thomas Anderson: la obra de un cineasta en plena forma

“Una batalla tras otra” de Paul Thomas Anderson: la obra de un cineasta en plena forma

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Una de las escenas más comentadas de “Una batalla tras otra” es una persecución entre tres autos, uno detrás del otro detrás del otro. Es una secuencia fantástica y muy tensa, que se agudiza con el ruido de los motores; que va alternando miradas en los espejos retrovisores y tomas en primera persona que se concentran en el horizonte ondulante de la calurosa y seca carretera californiana: una autopista que sube y baja como una montaña rusa, y que muestra y oculta el objetivo al cual perseguir.

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Es uno de los momentos más logrados de una película que ya de por sí tiene muchos momentos muy logrados. Atracos a bancos y fugas subterráneas, revueltas en skate y tiroteos, conversaciones en voz baja y griteríos por teléfono. Pero si por sobre todas ellas destaca la persecución automovilística es porque en ella Paul Thomas Anderson deja patente –sin pretensiones ni gratuitos derroches técnicos– que es un cineasta en pleno control de su talento y sus recursos. Paul Schrader lo ha descrito como “joy of filmmaking” (la alegría de hacer cine), y estoy de acuerdo.

Porque si bien la obra de Anderson –compuesta ya por 10 largos de ficción– ha sido de un nivel notablemente parejo, en muchos casos su obsesión ha pasado por momentos de desconcertante introspección o de una intelectualidad bastante autorreferencial (y no necesariamente en un mal sentido). Aquí, en cambio, su soltura y relajo parecen los de un cineasta necesitado de redondear una gran película de acción, tal vez el más disfrutable y digerible de sus trabajos, la cinta perfecta para ver en una gran sala (el IMAX y el VistaVision como formatos no son casualidad) y entregarse al frenesí de su narrativa.

Protagonizada de manera brillante por Leonardo DiCaprio y secundada por un Sean Penn en el rol del villano (a quienes se suman Chase Infiniti, Teyana Taylor y Benicio del Toro, todos espléndidos), “Una batalla tras otra” es una adaptación libre de la novela “Vineland” de Thomas Pynchon (también el más accesible de sus libros, por cierto), que nos presenta –con no poca sorna– la vida de un grupo de revolucionarios retirados (DiCaprio como el personaje principal) perseguidos por un enfermizo policía en busca de venganza (Penn).

Anderson mueve la historia original, que ocurría entre los años 60 y 80 del siglo pasado, a una ambientación contemporánea: un ajuste brillante y hasta diría que imprescindible, pues hoy más que nunca funciona a la perfección la sátira para retratar a una nación polarizada, violenta, racista y paranoica como es el Estados Unidos de la gestión Trump. Y si bien “Una batalla tras otra” tiene muy en el centro a la política, su disfrute no pasa por el discurso, sino por sus formas: la solidez de su guion, la ductilidad de sus movimientos de cámara, el sentido que le otorga al encuadre. En suma, la maravillosa y envidiable capacidad de hacer un cine a la vez tan clásico y renovador. Verla una sola vez no es suficiente: hay que regalarle (o regalarnos) una mirada tras otra.

Calificación: 4.5 de 5