En 2007, Sammy Griner tenía dos años y, sin exagerar, se volvió mundialmente famoso. Pero lo más probable es que usted se pregunte: “Si es tan famoso, ¿por qué no tengo idea de quién es Sammy Griner?”. La respuesta es sencilla: su fama se gestó en la web, en un espacio en el que los nombres pasan a segundo plano y son
las imágenes las que dominan. Sammy Griner es conocido como el meme del success kid o el niño exitoso. ¿Ya lo ubica? El niño rubio, cachetón, de polo verde y blanco, que levanta el puño a la altura
de su pecho como si dijera: “Sí se puede”. Si todavía no sabe quién es, búsquelo en la ilustración que acompaña esta nota, una selva de rostros que forman parte de los memes más virales. Si aún no lo ubica, aquí lo tiene. ¿Ahora sí?
En realidad, la foto de Sammy se hizo famosa cuando su madre la publicó en sus redes sociales. Aparentemente, ella quería mostrar a sus amigos cómo su hijo comía la arena de la playa. ¿Cómo se viralizó? Misterios del internet. Lo cierto es que la familia Griner no deja de publicar fotos de Sammy y, doce años después, el muchacho hasta da conferencias. Pero, además de protagonizar notas tituladas “Mira cómo luce el success kid tantos años después”, en 2015 volvió a ser viral al impulsar una campaña para recolectar dinero para un trasplante de riñón para su padre. Otro éxito mediático.
Esta historia sirve para graficar que los memes son mucho más que imágenes que circulan por la red y no podemos tomarlos tan a la ligera. En algunos casos, como el citado, hay historias de vida que trascienden. En otros, hay manifestaciones sociales y culturales que se valen de esta herramienta para la difusión. Aunque sirven para divertirnos, hecho que no es poca cosa, estamos ante el fenómeno comunicacional del nuevo siglo.
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Un meme es, de acuerdo con la definición académica, una unidad de información que se transmite de un individuo a otro. Fue Richard Dawkins quien acuñó el término meme en el libro El gen egoísta, por la semejanza fonética con gene (gen en inglés) y porque ambos son equivalentes: mientras el primero transmite carga genética, el meme transmite información cultural.
Para traer esta definición al siglo XXI, siglo de los memes, podemos acudir al trabajo del cibernético belga Francis Heylighen, uno de los pioneros en el estudio de los memes en internet con su artículo “Evolution of memes on the network: from chain-letters to the global brain”, en el que propone como característica esencial del fenómeno meme su reproductibilidad. El investigador mexicano Luis Gabriel Arango Pinto explica la relación entre los trabajos de Dawkins y Heylighen de la siguiente manera: “Acudiendo nuevamente a la comparación con los genes, los memes se reproducen en copias, lo cual amplía su distribución. De igual forma, así como los genes van introduciendo variaciones con el tiempo, algo similar ocurre con los memes. Reproductibilidad y variación son, pues, las características que ve Heylighen”. Para esto, lo sabemos, internet es el campo propicio. Por eso no son pocos los investigadores que se refieren a los productos que viralizamos como imemes, para establecer la especificación.
Heylighen pone como ejemplos de los primeros memes en internet a las cadenas de correo electrónico: mensajes distribuidos masivamente, prácticamente sin ninguna modificación. Pero
Robert Hernández, profesor de la Escuela de Periodismo en el sur de California, en entrevista con la revista Quo (setiembre, 2014), sostiene
que los primeros memes en la historia de la web podrían ser dos: hamster dancing, un video de animaciones en formato gif, en el que 392 roedores bailan y realizan distintos movimientos con un fondo musical, y all your base are belong to us, que surgió en el mismo año y hace referencia a las consecuencias de la llegada del año 2000.
Sin embargo, hace un tiempo algunos internautas creyeron encontrar el primer meme de la historia. Se trata de una viñeta publicada por la
revista Jump en 1921 (foto inferior). ¿Cumplía los requisitos que los académicos les arrogan a los memes? No precisamente. Pero fue el lenguaje usado lo que llamó la atención. La viñeta compara dos imágenes. La primera dice: “Cómo crees que te ves cuando te tomas una foto con flash”; la segunda dice: “Como realmente te ves”. Sí, lo mismo que dicen ahora los memes donde se comparan fotos estilizadas con filtros de Instagram versus las fotos con menos glamour.
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La mayoría de los memes —como bien sabemos— no son replicados de manera intacta, sino que pasan por diferentes procesos de reinterpretación y modificación. No son pocas las webs, aplicaciones y programas de edición que facilitan y automatizan la creación y difusión de memes de todo tipo, por lo que su autoría pierde relevancia. “El meme recupera el anonimato de la cultura popular, como solían ser los relatos, mitos, leyendas, refranes o chistes de transmisión oral, en los que la autoría, en un principio, resultaba
irrelevante”, dice la investigadora Violeta Alarcón en su artículo “Humorismo como creación y fortalecimiento de los vínculos de la sociedad en red: el caso de los memes filosóficos”.
Pero es el tener distintas versiones de un meme lo que los convierte en una especie de códigos abiertos en los que cada cual inserta su propia
experiencia. Y si una de las características de este pequeño artefacto gráfico es el humor, este muchas veces está definido por localismos. En otras palabras, lo que produce risa en el Perú no necesariamente sonará divertido, por ejemplo, en el mundo anglosajón. Y visceversa.
Actualmente, semiólogos, antropólogos, sociólogos y hasta psicólogos se embarcan en investigaciones sobre cómo se mantienen, consolidan
y expanden los memes a través de las distintas comunidades virtuales. “Los memes no inventan nada —añade Alarcón—, pues se basan
en fórmulas tradicionales: el collage, la sátira, el chiste, la parodia, la caricatura, la viñeta, el juego de palabras, el absurdo”.
“Como fenómeno de la cultura de masas y como creación popular, reúnen elementos tradicionales de la comicidad a través de las nuevas
herramientas digitales. Gracias a su rápida transmisión y asimilación, los memes crean y refuerzan grupos sociales, dando testimonio
de las emociones, conocimientos e ideología de determinados grupos, así como reflejando el imaginario común del momento en el que se
realizan”, puntualiza.
En la tesis Los memes de la pareja presidencial: un discurso satírico, sustentada por Alejandra Rodríguez en la Universidad de Lima, se analiza cómo el expresidente Ollanta Humala y su esposa Nadine Heredia fueron vistos por la opinión pública. En el contexto de su investigación, Rodríguez sostiene que los memes son la sátira
política de nuestro tiempo y cita a Freud para explicar parte del éxito de esta expresión: “Freud afirma que los hombres no se han contentado con gozar lo cómico donde se topaban con ello en su vivenciar, sino que procuraron producirlo adrede [...] y agrega que uno aprende más sobre la esencia de lo cómico cuando estudia los recursos que sirven para engendrarlo”.
Y en un meme se engendra lo bueno y lo malo de una sociedad. Rodríguez encuentra que en los memes sobre Humala-Heredia se esconden el machismo, la diferenciación de roles de género y la prevalencia del patriarcado en nuestra sociedad. Para ella, los memes continúan enmascarando el machismo tanto en su creación como
en su viralización. “Desde su creación hasta su viralización se puede ubicar la persistencia del pensamiento de que el hombre tiene determinadas funciones distintas a las que debería tener la mujer: el creador del meme no perdona la participación de la mujer [en política]”, señala.
Los académicos coinciden en que los memes son el arma humorística del siglo XXI. Nos ayudan a resignificar la realidad y a generar códigos de entendimiento colectivo, por lo que su uso se ha extendido como herramienta educativa —la Policía Nacional arma campañas con memes—, comunicacional —de extendido uso en empresas privadas e instituciones públicas— y hasta política. En ese sentido, algunos candidatos y sus seguidores echaron mano a los memes las pasadas
elecciones. Quién sabe si en las próximas no sea un pollito o un gato quien incline la balanza a favor de algún político.