La sonrisa tiene un efecto contagioso. Cuando un padre o una madre sonríe a su hijo, el cerebro del niño, gracias a un grupo de neuronas llamadas “neuronas espejo”, imita y reproduce esa emoción.
La sonrisa tiene un efecto contagioso. Cuando un padre o una madre sonríe a su hijo, el cerebro del niño, gracias a un grupo de neuronas llamadas “neuronas espejo”, imita y reproduce esa emoción.

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Cinco razones para empezar a sonreír más en casa, que tus hijos agradecerán por siempre
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Cinco razones para empezar a sonreír más en casa, que tus hijos agradecerán por siempre

Cinco razones para empezar a sonreír más en casa, que tus hijos agradecerán por siempre

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Cada primer viernes de octubre celebramos el Día Mundial de la Sonrisa, una fecha que parece sencilla, pero que esconde un recordatorio importante: una sonrisa puede transformar no solo nuestro día, sino también la manera en que y .

Como psicóloga especializada en crianza, quiero invitarte a detenerte un momento en este gesto tan humano, tan cotidiano y, a la vez, tan poderoso. ¿Sabías que al sonreír activamos circuitos cerebrales que tienen un efecto directo en nuestro bienestar y en el de quienes nos rodean? Te cuento por qué.

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La sonrisa y el cerebro: un lenguaje universal

Desde la neuropsicología sabemos que la sonrisa activa áreas específicas del cerebro, como la corteza prefrontal y el sistema límbico, donde se procesan las emociones. Al sonreír, el cerebro libera neurotransmisores como la dopamina, la serotonina y las endorfinas, responsables de la sensación de bienestar y calma.

Lo curioso es que esto ocurre tanto cuando la sonrisa es real como cuando no lo es y la “forzamos”. Es decir, aunque no tengamos ganas de sonreír, al mover los músculos de la cara en dirección a una sonrisa, el cerebro recibe la señal de que algo positivo está ocurriendo. Como si nuestro cuerpo engañara a nuestra mente.

Además, la sonrisa tiene un efecto contagioso. Cuando un padre o una madre sonríe a su hijo, el cerebro del niño, gracias a un grupo de neuronas llamadas “neuronas espejo”, imita y reproduce esa emoción. Es decir, nuestro hijo “aprende a sentirse bien” observándonos.

Diversos estudios en neurociencia muestran que los niños cuyos cuidadores sonríen con frecuencia tienen mayor autoestima y menos probabilidades de presentar ansiedad social.
Diversos estudios en neurociencia muestran que los niños cuyos cuidadores sonríen con frecuencia tienen mayor autoestima y menos probabilidades de presentar ansiedad social.

Sonreír en la crianza: mucho más que un gesto bonito

En la crianza solemos hablar de rutinas y de límites, entre otros aspectos. Pero muchas veces olvidamos que el lenguaje gestual es el que más huella deja en nuestros hijos. Fíjate todo lo que una sonrisa real puede:

  • Reforzar el vínculo afectivo: cuando un niño recibe la sonrisa de sus padres, siente validación y seguridad. Es como si el mundo le estuviera diciendo: “estás bien y eres amado”.
  • Regular emociones difíciles: en momentos de tensión, un gesto sereno y una sonrisa suave pueden ayudar al niño a calmarse. Se trata de transmitirle que no está solo y que juntos pueden manejar lo que está sucediendo.
  • Modelar resiliencia: si los hijos ven que sus padres pueden sonreír incluso en medio de situaciones difíciles, aprenden que la vida, incluso con problemas, puede acompañarse de una actitud positiva, como aliada y fortaleza.

La sonrisa como recurso neuroemocional en el hogar

La sonrisa puede convertirse en un gran recurso regulador en la vida diaria. Aquí algunos ejemplos prácticos:

  • Al despertar a los hijos: comenzar el día con una sonrisa cambia el tono emocional de la mañana. El cerebro libera endorfinas que ayudan a enfrentar mejor las primeras horas, que suelen ser las más difíciles.
  • Durante los conflictos: cuando el niño desafía, es natural que el adulto sienta enojo. Sin embargo, detenerse, respirar y acompañar con una sonrisa leve baja la tensión y abre espacio al diálogo.
  • En el juego: una sonrisa mientras compartimos actividades refuerza la conexión emocional y convierte el momento en un recuerdo positivo.

Lo que la ciencia confirma sobre la sonrisa

Diversos estudios en neurociencia aplicada a la psicología de la crianza muestran que los niños cuyos cuidadores sonríen con frecuencia:

  • Tienen mayor autoestima.
  • Tienen menos probabilidades de presentar ansiedad social.
  • Enfrentan mejor las situaciones de estrés.
  • Son empáticos, porque aprenden a reconocer emociones en el rostro humano.

En cambio, cuando el niño crece en un ambiente donde predominan gestos tensos o serios, su sistema de alerta se activa con mayor facilidad, lo que puede derivar en mayor irritabilidad y dificultad para confiar en los demás.

Una invitación para este Día Mundial de la Sonrisa

Hoy te invito a que, más allá de la fecha simbólica, observes cómo y cuándo sonríes a tus hijos. Pregúntate:

  • ¿Les sonrío solo cuando se portan “bien”?
  • ¿Soy capaz de regalarles una sonrisa también cuando se equivocan o necesitan apoyo?
  • ¿Les muestro, con este gesto, que son importantes para mí, más allá de sus logros o conductas?

La sonrisa no es un premio, es un puente. Un gesto que nos recuerda que la crianza no se trata únicamente de corregir, sino también de disfrutar, de crear memorias de ternura y de acompañar con calidez.

En un mundo acelerado, donde el estrés y las prisas parecen marcar nuestro día, sonreír se convierte en un acto de amor.

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