Encerrados en casa y conversando con una pantalla. Pese a no pertenecer a la población vulnerable, millones de niños se vieron enormemente perjudicados por el COVID-19 debido a que pasaron más de 200 días encerrados y - hasta hace poco- con autorización de salir solo una hora diaria (ahora la norma solo menciona que los niños y adolescentes menores de 12 años pueden hacer un paseo diario, sin establecer un tiempo). A los que iban al colegio la pandemia los agarró desprevenidos, pues nunca se esperaron que ese hasta pronto con sus profesores y compañeros se extendiera por tantos meses. ¿Cuánto los puede afectar esto en su desarrollo y su salud mental? ¿Qué opinan ellos?
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“Gabo añora pasear a su perro sin tener que usar mascarilla. Se siente solo al no contar con sus amigos. Y es consciente de que debe cuidar a sus abuelitos. Ha madurado prematuramente, sabe que debe usar mascarilla y que le toca ser más independiente. Lo que más le angustia son las tareas del colegio”, cuenta Cristina Luna, mamá de Gabriel, a El Comercio. Él forma parte de los 9 millones 652 mil niños y adolescentes que habitan en nuestro país (según cifras del INEI), que cuentan los días para volver a jugar con sus amigos sin tener que mantener la distancia.
Según el Decreto Supremo N° 180-2020-PCM, los niños, niñas y adolescentes menores de doce años deben permanecer en su domicilio. Sin embargo, por necesidad de mantener su salud emocional, pueden realizar un paseo diario bajo las siguientes condiciones: salir con una sola persona mayor de edad que resida en el mismo domicilio, mantener una distancia social no menor de dos metros durante el paseo. Además, podrán realizar actividades deportivas en los parques, centros de esparcimiento, clubes zonales u otros (autorizados) acompañados de un adulto.
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Hablan los niños
- “Extraño poder salir a la calle, la mascarilla es fea y se siente caliente, yo quiero salir al parque. No puedo tocar cosas. Extraño ir con mi papá a su trabajo e ir a los supermercados. Antes del coronavirus, entraba al mercado a tomar mi jugo de papaya y mi pan con pollo y ahora ya no puedo salir. Me siento bien, pero estoy aburrido con mi papá y mi mamá. Ya no puedo venir a mis amigos. Me siento aburrido. El COVID- 19 es una enfermedad muy mala, que ha matado a mucha gente”. Miquel Ángelo Villanueva, 5 años, Callao.
- “Me siento un poco feliz de poder salir un poquito porque recién puedo respirar aire que no sea dentro de mi casa. Lo que me molesta es no poder entrar a los mall, a los restaurantes, porque no es lo mismo pedir una comida en mi casa, que ir con mis amigos a un sitio a comer. Sinceramente, viendo cómo está la situación y por lo que me dijo mi maestra, voy a estar así hasta finales del próximo año, voy a tener que acostumbrarme a esto. Como todo niño que no puede salir a jugar o a hacer algo, tienes que jugar videojuegos, y eso en un momento hace que debas jugar solo. Extraño mucho ir al colegio, pero no extraño a los profesores”. Gabriel Araujo Luna, 10 años, La Molina.
- “El colegio es uno de mis lugares favoritos. Yo juego vóley y es complicado pasar de entrenar durante cinco años a estar encerrada en mi casa. Es tratar de adaptarme a otro estilo de vida. Entreno virtualmente, tres veces por semana, adapto el espacio que tengo en mi casa. Antes había menos comunicación con mis padres, debido a mis entrenamientos de vóley, pero ahora somos más unidos, pasamos más tiempo juntos, hablamos más. De la cuarentena rescato la unión con mis amigos y con mi familia”. Alessandra Dueñas, 13 años, Independencia.
- “Los tres primeros meses fueron los más chocantes. Adaptarse fue un gran reto. En la parte académica fue más sencillo porque en mi colegio teníamos una plataforma, correos y una organización, entonces –mediante eso– fue más fácil organizarme. Considero que esta pandemia ha sacado lo mejor de nosotros y de cierta manera hemos empezado a darnos cuenta de cosas que no sabíamos, por ejemplo, siento que en algún momento dejé de lado preocuparme por mi salud mental. Siento que ahora no me importaría si las clases son virtuales o presenciales, me adaptaría a cualquiera de ellas. La comunicación con mis padres y mis hermanas mayores ha mejorado 100% con la cuarentena”. Olenka Casquín, 15 años, San Martín de Porres.
Sin “promo”
Alumnos de la promoción “Jesús Genial”, del colegio Santo Domingo El Predicador, de San Martín de Porres, contaron a este Diario cómo es pasar un quinto de secundaria en el encierro, sin viaje y fiesta de promoción. Varios de ellos manifiestan que esto no hubiese sido posible sin el apoyo emocional de su tutora Guisell.
“Al principio fue difícil, todos pensábamos en una fiesta de promoción y tener una ceremonia; sin embargo, somos conscientes de que no podemos estar en las calles o estar juntos en estos momentos. Hemos visto otro medio para poder comunicarnos, por ejemplo: vía Zoom. Nos costó entenderlo, pero no podemos estar tristes y hay que seguir adelante. No hay impedimentos para estar comunicados”, señala Fernanda Yataco, integrante de la promoción.
“Fue complicado porque veníamos de estar de ocho a diez horas en un colegio sentados, a estar en clases virtuales; a cada uno le ha tomado su tiempo adaptarse. Los profesores y nosotros seguimos interactuando y están incluso más pendientes. Había alumnos que antes no preguntaban y con la virtualidad han perdido ese miedo”, agrega.
“Lo que más extraño es pasar el tiempo con mis compañeros. Al ser alumnos de quinto año, somos más cercanos, a pesar de todo esto, nos seguimos comunicando. Lo importante es la decisión”, dice Fátima Romero, otra integrante de la promoción “Jesús Genial”.
Por su parte, Angelina Ávila, compañera de Fernanda y Fátima, indica que también extraña compartir momentos con sus amigos. “Estar en el salón es diferente a estar en tu casa solo, sin tus compañeros. Pensamos que nuestro quinto año iba a ser diferente. Mis profesores han sido mi principal motivación, nos animan a seguir perseverantes. Tenemos un grupo de WhatsApp, en el que estamos todos y nuestra tutora. Pensábamos viajar a nuestra Amazonía o el Cusco”, finaliza la alumna.
Lo bueno, lo malo y lo feo
Para César Uribe Neyra, representante del Colegio de Psicólogos de Lima y Callao, el hecho de que la casa, que es normalmente el espacio de recreación de los niños, se convierta en el lugar en el que deben estar conectados a una clase y resolver cosas, puede convertirse en un detonante de comportamientos inesperados.
“Nadie ha escrito sobre esto, todos los que ejercemos una profesión social nos estamos encontrando con una serie de situaciones que nadie ha imaginado ni previsto. No hay literatura sobre esto: sobre niños y adolescentes confinados durante más de 200 días, saliendo una hora diaria”, señala Uribe, que también es docente de la Facultad de Educación de la Pontificia Universidad Católica del Perú, sobre la anterior disposición que ordenaba que el tiempo máximo del que disponían los niños para jugar en la calle era de solo una hora.
“La escuela suele ser el espacio de socialización más importante que tienen los niños, en la mayoría de los casos. Se conjugan muchas cosas, las amistades, las relaciones, el enamoramiento, el juego, la diversión. La sensación de que los alumnos te están mirando porque tienen sus cámaras encendidas es una mentira que la virtualidad te ofrece. No sabemos si realmente están atentos, no es igual que los criterios que utilizamos en la presencialidad, porque por lo menos ahí hay un contacto visual que el profesor siente”, añade.
“Parece que los colegios se olvidaron que estamos viviendo una situación que no se le parece en lo más mínimo a la de hace un año. Esta actitud de querer mantener una situación de presencialidad es una actitud equivocada porque aumenta la presión”, dice Uribe.
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Pedro Sánchez, terapeuta ocupacional y docente de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, señala que la pandemia ha reducido las experiencias que tienen normalmente los niños. “Desde trasladarse a su colegio, o salir al patio, o salir al parque. Esto ya implicaba movimiento e interacción. Por ejemplo, solo con el hecho de trasladarse de un lugar a otro, ya pueden observar un paisaje y esta es información que entra al cerebro: colores, sonidos, imágenes, movimiento todos los días. Ahora los chicos se levantan y en dos minutos ya están en la clase (en la pantalla)”, menciona el especialista.
¿Qué pasa con los alumnos de primer grado y los de quinto de secundaria? “Hay que tener en cuenta de que el proceso de lectura depende de la exposición: un niño aprende mejor viendo a otros niños leer o escribir. Eso en las pantallas las profesoras no lo pueden observar porque no se enfoca en la pantalla: ese es un ingrediente importante para un proceso básico de primer grado”.
“En cambio con los más niños grandes, la escuela debe considerar los hábitos de estudio, la capacidad de autoorganización, la capacidad de autorregulación, el manejo de las herramientas digitales, todo este conjunto de capacidades. Antes lo único que se tomaba en cuenta es cuánto saben para ingresar a una universidad. Ahora lo importante es tener más herramientas para aplicar ese conocimiento en esta nueva etapa”, comenta Sánchez.
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Para el terapeuta más importante que el aprendizaje es el desarrollo del niño que consiste en que aprenda a resolver problemas o a organizar un espacio físico. Menciona también que para el año que viene se deben tomar en cuenta –sobre todo– que a los más pequeños les costará volver a las rutinas con transiciones más largas, una rutina en la que los niños deben prepararse para salir de su espacio.
Sin embargo, hace hincapié en que esta pandemia ha permitido que los padres puedan ser testigos del desarrollo de sus hijos y de ver cómo aprenden. “La escuela ha podido conocer a los padres, que muchas veces no podían asistir a las reuniones. Se ha podido conocer la dinámica dentro de los hogares de los niños, a veces eso se desconocía y se podían hacer cierto tipo de prejuicios o asumir cosas que tal vez no eran ciertas. Las escuelas y los hogares se han unido mucho más. Los padres han pedido más orientación”, añade Sánchez.
Profesores a prueba
Freddy Chávez, magíster en Práctica Educativa y director regional de Innova Schools, recuerda que el cambio de lo presencial a lo virtual fue súbito. “Era obvio que todos necesitáramos un tiempo para procesar nuestra nueva realidad. La presencialidad te da la facilidad de desarrollar un vínculo con los alumnos. desarrollar el vínculo bajo la plataforma virtual, no es lo mismo, pero se puede lograr”, indica.
“No podemos pensar que la propuesta pedagógica presencial tiene que ser copiada a la virtualidad. Muchos padres esperan que, si en la clase presencial los niños estaban sentados ochenta minutos, suceda lo mismo en las clases virtuales. Es un reto que los niños de primer grado aprendan a leer y escribir. Con los chicos de quinto de secundaria, me da un poco de nostalgia porque son 2089 alumnos los que se gradúan a la institución en la que laboro y ellos han vivido un año atípico. Si yo estuviera en el grupo de estudiantes, sentiría mucha bronca de no haber disfrutado de un viaje de promoción o una fiesta de graduación, que este año será virtual. Este es un año difícil si el próximo año fuera virtual, de hecho, va a ser mejor que este”.
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Gissell Yupanqui, profesora y tutora del aula de quinto de secundaria del colegio Santo Domingo El Predicador, señala que también fue difícil adaptarse al inicio.
“Cuando iniciamos la pandemia, tuvimos que aceptarlo y tomarlo de la mejor manera. Hemos intentado transmitir lo mismo, no variamos los horarios, seguimos llevando tres cursos por días. Mis chicos son jóvenes, pero se portan muy bien. Los momentos para reírnos también se han trasladado a la plataforma Zoom”, concluye.
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