
A mediados de la primera década del siglo XXI, las veredas de Times Square, en Nueva York, estaban atiborradas de personas. Un estudio sobre este icónico lugar, elaborado por el urbanista danés Jan Gehl, encontró que faltaba espacio para caminar o para que las personas pudieran detenerse y disfrutar del ambiente.
Respondiendo al problema, el gerente de transporte de Nueva York de esos años, Janette Sadik-Khan, y el alcalde Michael Bloomberg decidieron peatonalizar 14.000 m² de Times Square, utilizando pintura roja como parte de una estrategia que buscaba quitar espacio al automóvil y otorgárselo a los peatones. El mobiliario urbano fueron sillas de jardín plegables. Fue una solución, buena, bonita, barata y temporal y logró un cambio estratégico en el espacio.
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Hoy en día, el proyecto de Times Square tiene una solución permanente. En vez de pintura, la calle ha sido pavimentada con adoquines de concreto y se colocaron bancas de granito gris. La idea tras del diseño, autoría del estudio de arquitectos noruegos Snøhetta, era que el pavimento fuera intencionalmente moderado en su diseño, para no competir con el carácter dinámico del ambiente.
La neutralidad de diseño del piso del espacio público es una característica muy común en centros urbanos, especialmente en los históricos. En ciudades como Roma, Estambul, Fez, Kioto y Quito, el diseño del suelo del espacio público no es icónico ni innovador. Se utilizan colores neutrales justamente porque la neutralidad del piso funciona como un escenario que resalta los monumentos históricos y la vida de la calle.
En Lima, el uso de pintura como una herramienta de recuperar espacios públicos ha funcionado en San Isidro, donde la municipalidad ha ganado espacio peatonal en la calzada de los parques Juan de Arona y Paz Soldán. En estos casos no representan una decisión estética, sino que el uso de pintura forma parte de una estrategia de cómo mitigar el impacto del vehículo en un distrito que recibe un millón de visitantes diariamente. Son proyectos baratos que, si funcionan bien, pueden ser convertidos en proyectos permanentes como se hizo en Times Square.
El reciente caso de la plazuela de Santa Rosa en el Centro Histórico de Lima es la otra cara de la moneda. Este espacio público está terriblemente ubicado, rodeado por la espalda de una iglesia, por un viaducto elevado, una vía ferroviaria y un gran muro ciego.
Aunque el uso de pintura se puso de moda después del ejemplo de Times Square, el caso local no forma parte de una estrategia de recuperación del espacio público. Es un proyecto puramente estético. Sin entrar a la polémica sobre el uso del color rosado intenso, o la colocación de luces LED multicolor, el mejoramiento de la plazuela Santa Rosa no aborda los problemas reales del lugar. Para hacer esto, se tiene que pensar en estrategias y no en acabados. 

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