Una veintena de ciudadanos haitianos y africanos llevan 60 días viviendo en el terminal de la empresa de transportes Hnos Flores (Foto: Lino Chipana Obregón/GEC).
Ciudadanos haitianos y africanos sin poder volver a sus países
María del Carmen Yrigoyen

Dieciséis haitianos y cuatro ciudadanos africanos hacen su vida cotidiana en el terminal de buses de la empresa Flores Hnos, en la avenida Paseo de la República, La Victoria. Allí duermen, se asean, lavan su ropa y se alimentan a la espera de que se abran las fronteras.

El grupo quedó varado dos meses atrás cuando se dictó el estado de emergencia y el cierre del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez. “Como no íbamos a usar el local, les dimos el salón”, dice Fidel Gutiérrez, el administrador.

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Al inicio eran 72 personas. Como quiera que el local no está acondicionado para que una persona viva ahí, debían acomodarse en bancas, sillas o carpas. Ellos mismos debían encargarse de la higiene. “Se llamó a la comisaría de la zona, al alcalde de La Victoria. Nos escucharon y finalmente varios fueron acogidos en albergues”, recuerda Gutiérrez.

A los más vulnerables la Defensoría del Pueblo logró ubicarlos en la casa de seminaristas de los salesianos, en Magdalena del Mar. Esta semana dio a luz una mujer. “Logramos que se le brindara la atención médica”, dice Alberto Huerta, jefe de la oficina de Lima de la Defensoría.

La mayoría de los haitianos que han quedado varados en el local de La Victoria son varones y tenían a Perú como un país de paso. Su objetivo era llegar a Chile o Argentina. Otros más bien, venían de esos países y querían continuar hacia el norte. “Hay una barrera por el idioma, pero por lo que hemos hablado con ellos entendemos que están esperando que se reabran las fronteras”, cuenta Huerta.

El funcionario explica que ha sido imposible encontrarle un hogar temporal a este grupo que se ha quedado en el terminal. “Estuvimos coordinando con ACNUR, pero están desbordados”, dice.

Hasta hace un mes recibían apoyo de algunas ONGs, quienes les llevaban alimentos. “Tengo entendido que las instituciones que venían a apoyarlos atraviesan por dificultades. Si nuestro negocio fuera la comida, la habríamos compartido con ellos. Pero solo podemos ayudarlos de esta forma”, dice Gutiérrez.

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