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Evento de Geniogramistas en la FIL 2025: un geniograma extralarge, 300 competidores y tres ganadores
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La mañana del miércoles, la mayoría de lapiceros de la FIL se concentraba en la sala Blanca Varela. Hay que vivirlo para entenderlo: más de trescientos geniogramistas esperaban ansiosos cumplir un reto a su medida. En la fila se repetían palabras contadas, y más de uno llevó la edición del día para calentar. También estaba presente el libro que conmemora los 65 años del Geniograma, y junto a él, la actual responsable de elaborarlos: María Lara.
El evento, organizado por El Comercio como gran homenaje al clásico pasatiempo, tuvo algo de competencia familiar, algo del silencio de una misa y mucho de ritual compartido. No hubo celulares ni ayuda, salvo la memoria de cada quien: solo papel, reglas claras y un geniograma extralarge.“Soy yo y mi viejo enemigo: las cuadrículas. No siempre gano, pero hoy puede ser el día”, comentó un participante, acompañado de su libreta con apuntes de victorias y derrotas.
La dinámica fue sencilla, aunque no por eso menos intimidante: completar en una hora y media cada casilla sin equivocarse. Los participantes —jóvenes, jubilados, estudiantes de letras y algún oficinista en plena escapada laboral— esperaban las indicaciones de Mario Cortijo, coordinador de marca, y las palabras de María Lara. “Cuando hago el geniograma, pienso en las posibilidades, tal vez, de ayudar a que sus días sean un poco mejores. Y me pregunto qué diría mi padre si los viera hoy reunidos”, dijo.

El gran juego
El reto no era menor. Las definiciones complejas se extendían en dos pliegos, con rostros de 23 personajes e interrogantes de extensiones variables. Principado en los Pirineos, cinco letras. Meses o apóstoles, seis letras. “¿Satchmo?, ¿Molibdeno? No cuadra”, murmura un señor, sosteniendo su lupa. A su lado, su nieto intenta identificar a Bruce Willis. “Señor con once letras, ¿quién eres?”, se repite. El tiempo avanza y aún faltan palabras.
Pasan cuarenta minutos. Las estrategias varían: algunos resuelven primero las horizontales, otros se lanzan por las verticales. Las ya conocidas son las constantes completas. Fernando Palermo se levanta, se ajusta los anteojos y entrega su geniograma completo. María Lara lo revisa a detalle y, en cuestión de segundos, detecta un error. Con precisión, declara al primer ganador. Lo siguen Carlos García y, finalmente, Ernesto Paredes completa el podio.

“La primera vez que gané un concurso de geniograma fue hace más de veinte años. Cada año dejaba mis respuestas, viajaba desde el Callao. Ganar esta vez es una forma de validarme como persona y de sentir que, aunque pase el tiempo, aún puedo recordar cosas y seguir consiguiendo logros”, menciona Palermo, quien se llevó mil soles y un ejemplar del libro Geniograma. 65 años de una pasión.
La campana del escenario suena para finalizar el concurso. Lapiceros sobre la mesa, y la multitud aplaude a los tres ganadores, quienes se encargan de brindar una última sorpresa antes de concluir el evento. Gira el tambor de plástico con los números de los participantes, y se elige a cuatro ganadores adicionales, que se llevan un ejemplar del libro, disponible en el stand de El Comercio en la FIL.

Desde una esquina, María Lara se levanta una vez más para recibir a otra fila inesperada, formada por lectores que quieren compartir con ella palabras e historias. “Cuando me recuperaba de un infarto, fueron los geniogramas los que me acompañaron siempre”, le dice un señor con su geniograma casi completo, jurando que lo terminará al llegar a casa.
La fila se va acortando mientras Lara firma con paciencia cada hoja, con el mismo pulso con el que los diseña cada semana, para seguir animando a cada lector que aún confía en el poder de las palabras.









