Prólogo
Toda una vida
Por Emilio Estefan.
¡Cuánto han cambiado las cosas para Luis Miguel, para mí y para el mundo entero! Lejos quedan aquellos años ochenta en los que nos abríamos paso con fuerza en el mundo a través de nuestra música y nuestra ilusión rebosante, en una década prodigiosa en la que triunfaron muchos artistas que siguen a día de hoy vigentes, y tienen mucho mérito, porque hoy las cosas son muy diferentes. En este mundo nuevo de tecnología y gratificación instantánea de información, la fama se ha convertido en algo instantáneo. Todos tenemos acceso al mundo en la palma de nuestras manos. Esto es una gran ventaja, pero también se pierde un poco el valor de historias forjadas con el tiempo y de las personas que han dedicado toda una vida a construir una gran carrera. Éste es el caso de Luis Miguel, un artista con una trayectoria impresionante que ahora se repasa a lo largo de estas páginas y en la que en algún momento cruzamos caminos. Este Oro de Rey, que es para mí un placer prologar, agradezco la invitación para ello de sus autores, hace un repaso al gran esfuerzo de Luis Miguel por forjar una leyenda en la música y en la vida.
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Yo me identifico mucho con la figura y los logros de Luis Miguel porque los dos tenemos algo en común, nos tocó luchar muy duro desde muy temprana edad y tuvimos que crecer rápido. La vida nos obligó a tener que aprender a trabajar muy duro afrontando situaciones y tomando muchas decisiones que posteriormente forjarían nuestro futuro. Precisamente merced a ese esfuerzo y trabajo constantes, el destino nos llevó a colaborar juntos tal como se refleja en las páginas de este libro. Tuve la dicha de trabajar con él en su primera grabación en inglés y fueron momentos lindos de nuestra historia. Fue cuando pude apreciar su dedicación y disciplina. Esas cualidades y ese gran talento fue todo lo que necesitó para romper muchas barreras en todo el mundo.
Su enorme presencia en el escenario, su gran personalidad y las grandes colaboraciones que siempre supo seleccionar con escritores importantes de nuestra década lo han llevado a conquistar el corazón de todos. Es increíble que nuestro género musical llamado bolero tenga dos encarnaciones, ya que los grandes éxitos del ayer tomaron una nueva vida al ser interpretados por él.
Estamos ante la biografía de una trayectoria dedicada a su pasión: la música. Luis Miguel es leyenda, sus cifras y su carrera le avalan, ahí están esos grandes logros en el escenario con giras que rompieron récords de venta en todo el mundo, y a su vez recibiendo importantes premios en todos los continentes. Todo esto siendo un embajador de nuestra música y con éxitos en español. En algún momento he pensado qué hubiera pasado si se hubiera hecho el famoso crossover, y lo he pensado en positivo pues siempre estuve convencido de que la admiración y las palabras que Frank Sinatra le dedicó no fueron un cumplido, sino que las sentía de verdad porque su talento es enorme. En cualquier caso él decidió cantar en español y es algo que todos los que hablamos y queremos este idioma que nos identifica debemos aplaudir.
Está muy cerca de cumplir 40 años de carrera, toda una vida, como él cantó alguna vez con una versión suya del bolero de Osvaldo Farrés, y que ya habían inmortalizado voces como las de Pedro Vargas y Antonio Machín. Toda una vida dedicada a la música y a su público, y todos deseamos que sean muchos más en los que nos pueda seguir deleitando con el arte de su voz. Es para mí un honor anticipar con estas palabras la gran historia de Luis Miguel, el Sol de México, cuyo brillo representa con orgullo a todos los latinos alrededor del mundo.
Capítulo I
Oro de Rey
Estábamos precisamente en la tarea de sumar los conciertos de la carrera de Luis Miguel, de los que se tiene un cómputo fiable, y cuando la suma pasaba ya de las 500 presentaciones en apenas media docena de años y a lo largo de doce diferentes países, dimos un profundo suspiro y paramos de contar. ¡Qué barbaridad!, ¡qué prodigio y qué mérito! Cantar tanto y tan bien por largo tiempo es algo sólo al alcance de un superdotado, de un genio, de un privilegiado, de una leyenda, de un rey. En uno de esos recuentos sonó, de casualidad, en una estación de radio la canción “Oro de ley” y supimos rápidamente que era una señal del cielo para un título a la altura de este libro y de este personaje. Todo lo que Luis Miguel ha tocado lo ha convertido en oro, un Sol con reinado propio, hasta pensamos en El Rey Sol, pero qué pesar que se fuera a mezclar en las búsquedas de Google con un famoso rey absolutista francés del siglo xvii. El “Oro de ley” de la canción derivó en “Oro de Rey”, bodas de oro con la vida, 50 años, un Sol convertido a fuerza de gritos de aliento de sus fans en el Luis Mi Rey del primer volumen de esta trilogía de la vida de Luis Miguel. Estaba claro, Oro de Rey.
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Hacer este Oro de Rey no ha sido nada fácil. Tanto es así, que nos atreveríamos a decir que ha sido el reto más difícil de cuantos hasta la fecha hemos emprendido. Las razones son obvias y sirvan como introducción de los autores para cuanto a continuación van a leer. Nunca hemos desvelado fuentes, después de tres libros sobre la vida del Sol. Con la autorización implícita del cantante de Luis Mi Rey para la primera temporada de la serie, creemos que lo que realmente cuenta es el fondo y no tanto la forma, pero desde luego hemos respetado los testimonios que de buena fe muchas personas muy relevantes nos han querido dar poniendo en nosotros una confianza ciega del mismo modo que hemos respetado a quienes han querido mantenerse en silencio, afortunadamente los menos. Agradecemos esa confianza de quienes vieron y ven en nosotros gente de fiar y podemos asegurar que grande ha sido nuestro esmero en procesar, filtrar y usar dicha información de manera honesta, intentando proyectar en el lector una lectura positiva del lado más complicado de la biografía de Luis Miguel, porque para escribir panegíricos y alabar todo cuanto el artista hace vale cualquiera, pero para abordar etapas donde los errores han llenado de sombras la vida del Sol, la cosa ya no es tan fácil, partiendo de la base de que él mismo tiende a bloquearse y a evadir estas pláticas sea con quien sea. Luis Miguel ha cometido errores de la misma manera que todos los seres humanos, pero es de sabios rectificar y de humanos resetear para mirar el futuro con optimismo. Este libro hace un exhaustivo repaso de la trayectoria profesional de Luis Miguel tras casi cuatro décadas de carrera y de los 50 años de vida del ser humano en el que vive el personaje.
Hemos sido fieles a los testimonios confiables recibidos, hemos hecho una ardua labor de hemeroteca que los tiempos digitales facilitan mucho, nos hemos apoyado en documentos recopilados después de más de 20 años siguiendo la trayectoria de Luis Miguel, de las entrevistas que le hicimos, de lo que nosotros sabemos y de una línea de ética profesional y de respeto que pedimos a Dios nunca nos deje trasvasar. Ojalá lo hayamos logrado.
Capítulo II
50 años no es nada
Definitivamente único. Por encima de las luces y sombras del ser humano, Luis Miguel es un portento, una voz inmortal, un Sinatra en español. Nadie se cansa de admirar aquel legendario dueto donde se funden dos leyendas, dos mercados, dos idiomas, dos genios. Luis Miguel lo ha reivindicado muchas veces, y no le falta razón: el español es una lengua plena de historia, de arte, de sensualidad, literatura y poesía. Es su lengua materna, la suya y la de concretamente 577 millones de personas en el mundo, según las últimas cifras del informe Anuario del Instituto Cervantes correspondientes a 2018, con una estimación de llegar a los 754 millones de hispanohablantes a mediados del presente siglo xxi. Es el idioma extranjero más estudiado en Estados Unidos y casi 22 millones de personas aprenden español en 107 países. Un estudio reveló que es la primera lengua que los jóvenes de Europa desearían aprender y respecto a internet, es la tercera lengua más usada y la segunda en redes como Facebook y Twitter. México se encuentra entre los diez países con mayor número de usuarios en internet.
La lengua española es la de Cervantes, la de José Alfredo, Octavio Paz, Negrete, Frida Kahlo y Pedro Infante, la del tango de Gardel y el genio de Borges, la de la eterna melodía desde Tierra de Fuego a la América del Norte de los mariachis; la que abraza los sentimientos desde Viña del Mar al cante jondo de la folclórica Andalucía; desde la salsa de Cali a la de Puerto Rico; desde el Caribe de la bachata dominicana a la magia del son de Cuba. Es tan enorme, rico y brillante el legado cultural de la música en español que poco o nada ha de envidiar al inglés si no es por una cuestión meramente comercial. Si cantas con el alma, el idioma es fundamental. Cuando se trata de sensibilizarnos, escuchando música es tal vez cuando no genere idénticas sensaciones Frank Sinatra cantando en español o Luis Miguel cantando en inglés. ¿Sí o no? Nunca lo vamos a saber, más allá de la probadita del “América, América” y del dueto de “Come & Fly with me”. Ésta es la biografía de alguien que decidió cantar en su lengua materna, y no sólo hay que respetarlo, hay que celebrarlo también.
En ambos casos, diferenciados por un idioma, estamos ante voces peculiares, portentosas y prodigiosas, con un timbre único e inconfundible. Ya se lo dijo el recordado Frank: “Puedes llegar donde te lo propongas”. La voz del ruiseñor de “La malagueña” evolucionó al adolescente de “Cuando calienta el sol” y se asentó en el adulto que fue capaz de llevar el bolero a otra dimensión. Una vida que traspasó el medio siglo y una carrera que rápidamente cumple los 40 años. En un matrimonio, llegar al 50 aniversario del idilio implica la celebración de las bodas de oro. En el matrimonio de Luis Miguel con la vida se llegó a esa simbólica efeméride: 50 años desde el día que nació una estrella, medio siglo propio del oro de un rey; oro es su voz, oro su arte; 50 años con muchas luces, también sombras. Es la convivencia de la estrella con el ser humano, del Luis Miguel leyenda versus el Micky amigo, amante, hijo y padre, la que marca el rumbo y la esencia de esta historia que hoy contamos en la totalidad de su recorrido. Contaba su familia que desde que emitió su primer llanto el día de su natalicio en San Juan de Puerto Rico, el torrente de voz en el grito del neonato marcaba ya el minuto uno de un prodigio en la garganta y premonizaba la continuidad de una carrera artística que su padre no pudo llegar a desarrollar con éxito.
Decía el célebre cantautor español Joan Manuel Serrat en una canción que los 40 solamente constataban que hacía 20 años que tenía 20, y que todavía tenía las fuerzas intactas y el alma viva para dar mucho más. Algo parecido nos encontramos en el célebre tango de Carlos Gardel, en el que 20 años no eran nada; y más recientemente en otro ilustre cantautor ibérico, el asturiano Víctor Manuel, quien conmemoraba el medio siglo de carrera profesional con sendos conciertos que acabaron recogidos en un volumen que tituló precisamente 50 años no es nada. Para Luis Miguel, echar la vista atrás al llegar a los 50 años ha debido ser una gran satisfacción por el enorme legado que conforman los miles de kilómetros acumulados en giras infinitas durante todos estos años, millones de personas reunidas en sus conciertos a lo largo y ancho de la geografía americana y en Europa, millones de discos vendidos, decenas de premios almacenados, infinitos momentos mágicos que han hecho de él alguien tan privilegiado como para ser capaz de mover millones de sentimientos en millones de personas, formando parte de la banda sonora de todas esas vidas. Datos y cifras incalculables que dejan claro que estamos ante uno de los artistas más grandes de todos los tiempos. Oro de Rey, ése es su justo valor. Y es justo por eso que se debe mirar al futuro con optimismo.
Es muy bonito y te llena de mucho orgullo cuando ves que todo el mundo ha crecido con tu música, y si me he mantenido ha sido porque siempre en todo lo que he cantado y todo lo que he hecho he mantenido mi sello personal y lo he respetado, nunca canté nada que no sintiera en el alma.
¿Qué significa para él medio siglo de vida? La carga sentimental al alcanzar los 50 años ha sido fuerte y nos hace desarrollar una solidaria empatía. Basta sólo el hecho de recordar que ninguno de sus progenitores llegó a cumplir dicha edad. Su mamá falleció en 1986 cuando ni siquiera había llegado a los 40 años de edad y su padre expiró en 1992 a los 43 años. Hugo López, el mejor manager que ha tenido, quien fuera un segundo padre para él, se quedó justo ahí, en el medio siglo. El medio siglo de vida terrenal es motivo de sobra como para agradecer a Dios por la vida misma. No es que pueda, es que tiene que ser el momento también de cerrar círculos y buscar la paz interior que merece.
Siempre le han gustado los guarismos y así lo demostró en dos de sus discos, cierto es que era cuando estos equivalían a juventud y plenitud, como su disco 20 años o 33, ambos coincidiendo con dichos aniversarios; el primero, de la mano de Juan Carlos Calderón, con temas inolvidables y un simbolismo a su alrededor que suponían muchos cambios en aquel momento tras la ruptura con su padre, y el segundo, cuando alcanzó la edad de Jesucristo, apoyado también en ilustres compositores como Armando Manzanero, Édgar Cortázar o el dominicano Juan Luis Guerra, luego del doloroso desengaño que poco tiempo antes supuso su romance con la cantante Mariah Carey.
No ha llevado bien el paso del tiempo. En 1992 dijo que “se tiene la edad que el corazón manifiesta”, pero cuando cumplió 35 años le empezó a dar muchas vueltas a la edad. Hizo un comentario una vez en el sentido de que estaba ya muy mayor. Un amigo español le respondió cariñosamente, “¿mayor? Lo que estás es gilipollas, si preciso ahora es cuando vas a disfrutar de tu madurez en tu juventud, tienes todo lo mejor por vivir”. Ha llegado la hora de ver el lado positivo de ese dorado aniversario: 50 años de vida, de los cuales casi 40 son de carrera y proyección pública. Tiene una buena referencia y un buen espejo al que mirar, precisamente al que nos referíamos en un principio: Sinatra 80th. Frank Sinatra celebró los 80 por todo lo alto como una bendición. A Luis Miguel le sirvió para vivir uno de los clímax en su carrera, episodio en el que nos extenderemos. Ha llegado la hora de reconsiderar aquel pensamiento confesado en entrevista a Juan Manuel Navarro:
—Hoy titulaste a tu disco 33, acorde con tu edad. ¿Te has puesto a pensar en cuando tengas 50 o 60 años?
—Obviamente no le voy a poner 50 a un disco cuando tenga esa edad. ¡Imagínate medio siglo! Si tengo la oportunidad de entregarme con la misma capacidad que tengo ahora, pienso seguir cantando si el público así lo desea.
—¿Te preocupa envejecer?
—No me molesta envejecer. Mientras conserve mis capacidades como cantante creo que voy a seguir. No puedo leer el futuro, pero ésa es la idea.
Pues sí, ésa es la idea, y qué bueno haber podido celebrar los 50, así al camino no le hayan faltado obstáculos. Cuando apenas tenía 18 años y todavía lucía su larga cabellera, le preguntaron en un programa de la televisión chilena que cómo se imaginaba con 50 años. Respondió con espontaneidad y sonriendo, como quien responde sobre algo que cree que nunca llegará: “Seré un hombre muy divertido y tendré mucho que contar”. Sí, hay mucho que contar, y si no todo es divertido, al menos siempre cabe la opción de proyectar el pasado como aprendizaje para mirar el lado positivo del presente y del futuro. Otra frase salida de su boca resume buena parte de esos largos años de vida: “A veces el artista tiene un lado triste y oscuro, un misterio”. Un misterio que dejó de ser cuando el destino puso en el horizonte el proyecto de exponer a través de la pequeña pantalla buena parte de lo que ha sido su historia; cuando el luchador nato precisó de una ayuda que indefectiblemente pasaba por una terapia de choque con todos los miedos del pasado que envolvían dicho misterio.
Siempre dijimos durante la promoción de Luis Miguel: la historia que 2018 debía suponer un punto de inflexión en su vida a través de una catarsis positiva después de autorizar la historia que contaba al mundo una buena parte de ese lado triste y oscuro. Su economía se saneó luego de estar arruinado y endeudado, pero su estabilidad emocional tiene pendiente la sanidad total. Como nos mostraba Robert Duvall en El precio de la felicidad, a veces tocar fondo en lo emocional arrastra a todas las aristas de tu vida y necesitas caer del todo para desde ahí tomar otra perspectiva y renacer con mayor fuerza. Ojalá así sea. El mayor beneficio de su renacimiento profesional no debería estar en su cuenta bancaria, sino en su corazón.
¿Cómo llegó Luis Miguel al medio siglo de vida? Pues llegó con la oportunidad de que esa catarsis sea efectiva, porque hasta el momento de escribir estas líneas no lo es. Ojalá tenga esa inspiración, ese buen consejo de las personas correctas, esa Diosidencia que haga que en un momento dado todo cambie, todo fluya, el perdón se abra camino y la inmensa luz del Sol brille como nunca. Cuando tenía justo la mitad de años, apenas 25, dijo que: “La imagen que yo quiero dejar es la de un luchador, que se me reconozca por mi trabajo, por mi disciplina, por mis ganas de dejar algo y de hacer las cosas lo mejor posible”. Después de haber estado cerca del abismo, la vida le está dando una nueva gran oportunidad para ello. Luis Miguel llegó fortalecido y relanzado profesionalmente a su 50 aniversario para dejar atrás la imagen del luchador derrotado y reivindicarse. Por eso debe prestar mucha atención a su punto más vulnerable, la estabilidad emocional. Por eso debe buscar el camino de Dios y de la espiritualidad, el que conduce a la luz y a la paz, y no recaer en los errores del pasado, en las malas compañías y en otros caminos que siempre conducen a la oquedad del vacío y al remordimiento interior.
No se puede entender a Luis Miguel sin entender su historia. Fue una de las frases más repetidas en la promoción de los dos volúmenes anteriores, Luis Mi Rey, publicado en 1997, libro en el que se basó la serie autorizada del cantante, emitida por Netflix y Telemundo (Estados Unidos) entre abril y julio de 2018 en primeras ventanas, y Luis Miguel: la historia. Al descubrir su historia pudimos conocer al hombre del siglo XX, víctima de los acontecimientos, de su infancia marcada por el nomadismo y el desarraigo, truncada aun más por la fama y la arrolladora personalidad de Luis Rey; su adolescencia precoz en todos los sentidos, su primera juventud afectada por los graves acontecimientos familiares vividos y su ascenso meteórico hacia el liderazgo de la música latina.
Conocimos su historia y entendimos muchas cosas. Ni qué decir tiene que el ejemplo que recibía de la vida que llevaban su padre y sus tíos no era precisamente el manual que cualquier padre con valores quisiera inculcar a sus hijos. Los niños pequeños se quedaban en un cuarto mientras en la casa la bohemia se desataba hasta el amanecer plagada de excesos de toda índole: alcohol, drogas, promiscuidad y una falta absoluta de ética entre los propios hermanos Gallego, que cambiaban de pareja entre ellos como el que se cambia de pantalón, algo que no tuvo ningún rubor en confesar públicamente en la televisión española parte de la familia del cantante, del mismo modo que lo había confesado entre tragos Mario Gallego, hablando como un perico a uno de los autores de este libro, a principios de 1996, poniendo al mismo tiempo en duda la paternidad biológica de Luisito sobre su hijo, algo a lo que ya nos referimos en el anterior libro. ¿Se imaginan el dolor de esos hijos y cómo todas esas vicisitudes pueden afectar a la hora de formar una personalidad? Hemos sido y seguiremos siendo por ello discretos y respetuosos en este sentido en no dar detalles sórdidos.
Sin entrar en las razones que Micky tenía para dudar sobre su paternidad biológica, esto no significa que cualquiera pueda salir a la palestra a decir la primera barbaridad que se le venga a la cabeza. En ese sentido afirmamos rotundamente, como ya argumentamos en el anterior libro, que ni el señor de Puerto Rico, Juan José Arias, ni el tal Gerald Spencer, un estadounidense de Chicago que decía haber hecho un trío amoroso con Luisito y Marcela en Italia y que buscó al cantante en Los Ángeles, tienen nada que ver en la vida de Luis Miguel, más allá de ser ejemplos de los disparates amarillistas de quienes han buscado rentabilizar una falacia, como sucedió más recientemente en Argentina con el caso de Honorina Montes. Casos cerrados.
A su infancia errante se sumó el precio del éxito, la fama y el dinero, un precio que iba a ser demasiado alto a la hora de conformar la personalidad de Luis Miguel, al punto de convertir con el paso de los años a aquel niño alegre, extrovertido, amoroso; aquel adolescente bromista, pleno de energía, generador de la luz del Sol, de un corazón fulgurante y hermoso, caritativo, sensible y solidario con el prójimo, en un ser humano adulto con un perfil psicológico extremadamente hermético y veleidoso, como consecuencia de las huellas de abandono, principalmente del amor materno, al que le ha cantado en varias ocasiones; celoso e inseguro en sus relaciones personales, todas sus parejas lo han vivido; con cambios de humor constantes, desde la más dulce caballerosidad por la que muchos hablan maravillas de él a los más temibles arrebatos de soberbia por los que otras personas se muestran temerosas de tan siquiera hablar de él; mermado por la depresión, víctima de los desengaños y las traiciones, primero de su propia familia española, luego de mujeres, amigos y profesionales; víctima de malos manejos de terceros que tanto le han perjudicado su imagen; tendente al “valemadrismo” absoluto cuando su mente se bloquea y los acontecimientos lo desbordan. Él mismo lo reconoció: “Hay recuerdos del pasado, etapas muy difíciles, que cuando me los hacen remover se mueven algunos hilos sentimentales y espirituales dentro de mí”. La conversación imposible con él de sus amigos sobre su familia (“cuando le saco el tema y le pregunto que si ha visto a sus hijos, cambia de postura, cambia el tema, o se para y se va”) o su casi detención en Los Ángeles en 2017 son claros ejemplos de dicho bloqueo.
Se ha visto arrastrado a veces por las malas influencias y los malos hábitos que han socavado peligrosamente su salud, lo han postrado y enrocado en su soledad, en la siempre delicada compañía de los antidepresivos, en un inadecuado alejamiento del cultivo de su alma y un peligroso abuso de su cuerpo; en unos tremendos altibajos emocionales de consecuencias imprevisibles, muy tristes todas ellas, que han hecho del ídolo de millones de personas un ser humano vulnerable, solo, sin patrimonio, alejado de su familia, con el orgullo venciendo a la humildad, cuando debería ser al revés, y sin arraigo: “Cuando estoy en un lugar más de dos semanas siento la necesidad de moverme. Entonces llega un punto en el que uno se convierte en algo universal. No sé cuál sería ese país en el que yo pueda decir ahí voy a afincarme y a estar más tiempo”, confesó en 2015.
Hay, sin embargo, buenas noticias en forma de esperanza: el cariño y admiración de millones de personas que lo adoran por su arte, de sus fans que dan la vida por él y lo quieren seguir viendo como el número uno que es, haciendo discos maravillosos, giras multitudinarias, batiendo cifras y récords, recibiendo merecidos premios, exhibiendo ese duende infinito a la hora de cantar; la bendición de contar con un puñado de personas que han pasado por su vida y lo conocen a la perfección, dispuestas a darle un abrazo sincero y efusivo, a ayudarlo en el momento que él quiera, personas que lo quieren sin mayor interés, sin tan siquiera una foto que pedirle para presumirla en redes, es sólo gente buena que le desea el bien sin más, que se atrevería a decirle las cosas incómodas de oír precisamente por eso mismo, porque desean su bien y su sanación espiritual, personas que están rezando, porque un golpe del destino provoque un giro del timón en su vida y active su alma, que se deje ayudar, que abra su corazón. “Canto hacia arriba, mirando a Dios”, le decía aquel niño inocente de voz de ruiseñor a Arnaldo Cabada cuando debutaba en la TV de Ciudad Juárez y dejaba absorta a la audiencia cantando “La malagueña”, con 10 años en enero de 1981. Pues de eso se trata, de volver a cantar y de volver a vivir mirando a Dios.
Este libro que completa la trilogía sobre Luis Miguel quiere enfocarse en ese ser humano que transitó del siglo XX al XXI completamente enamorado, abierto de corazón, expuesto como nunca, y salió mal parado. Joe Madera, la única persona que con el paso de los años se ha mantenido leal al lado del cantante, decía que nunca había visto en su vida a Luis Miguel tan feliz como cuando estaba con Mariah Carey. Pero el siglo XXI le dio dos nuevos hachazos nada más comenzar y uno fue ése: la decepción de la mujer que amaba, que vino de la mano del arrebato de soberbia que rompió la relación fraternal con su hermano menor Sergio, al que desamparó de un modo completamente incomprensible en una situación que se ha perpetuado casi dos décadas.
Es la hora de que la luz vaya más allá de los focos del escenario. Por eso mismo tal vez nos toque abordar, siempre desde el más profundo respeto, rigor y profesionalismo, trazando una raya ética como siempre hemos hecho, ese tipo de asuntos de los que no le gusta hablar, pero compartimos el criterio de esas personas que tanto lo conocen y tanto lo han tratado, no se puede rescatar la luz dando palmadas en la espalda ni escribiendo guiones panegíricos ni siendo cuates de fiestas con resacas de oscuridad. La luz vuelve cuando se afronta la catarsis con valentía. No hay mayor valentía ahora mismo para Luis Miguel que recuperar sus lazos afectivos familiares rotos. Su público se lo va a agradecer, su alma más todavía.
El hombre que vemos en el siglo XXI es el resultado de las luces y sombras del siglo XX: reflejo de muchas luces, esclavo de muchas sombras. Una persona que lo conoce íntimamente dijo una vez:
Luis Miguel se desconectó de su alma, dando la sensación de no reaccionar, de no sentir, de una frialdad inexplicable ante determinadas situaciones. Es un cuerpo errante abocado a los inevitables estragos del paso del tiempo y los excesos, y debe tener mucho cuidado con eso.
Siendo ya muy famoso, todavía adolescente, confesó una vez en petit comité medio en broma que él iba a ser como Elvis en todos los sentidos. No queremos reproducir la literalidad de la broma porque no tiene ninguna gracia, a nadie se le escapa cuál fue el final del Rey del rock and roll. Al hilo de aquel comentario se nos vino a la mente algo que contó el veterano periodista Chucho Gallegos, quien fue una de las tantas personas que vieron la evolución de la personalidad y el cada vez más complicado acceso al cantante conforme avanzaron los años. En una ocasión le regaló un ejemplar de Demasiado joven para morir, íconos del siglo xx que movieron generaciones, el libro que hablaba de los mitos engendrados por la muerte prematura de algunos personajes muy relevantes de la vida pública, debido muchas veces a excesos de toda índole. Su dedicatoria fue que no le gustaría verlo en esa lista, lo hizo de buena intención pues conocía la situación por la que pasaba. No lo encajó muy bien, tiene un miedo espantoso a la muerte.
Nos unimos a esa buena intención. Es mejor mirarse al espejo de Frank Sinatra, de hecho su foto con el célebre cantante estadounidense era la que presidía su Villa Mykonos de Acapulco. “Con esa voz que tiene, si no vuelve a cometer errores, él puede cantar perfectamente hasta los 70 años”, aseguraba su amigo el argentino Polo Martínez. Deseemos larga vida al Rey y recemos porque así sea, imitador de Elvis de niño, émulo de Franka la hora de peinar canas. “Génesis, éxito, apocalipsis” fueron las tres que eligió en 1993 cuando Rebecca de Alba le pidió que se definiera en tres palabras. Vamos a cambiarle, con su permiso, el apocalipsis por la leyenda y ojalá halle la sabiduría para tomar las decisiones correctas a fin de que la luz del Sol brille por muchos años más desde su propia paz y felicidad. “Mi motivación es seguir, necesito seguir cantando, haciendo música, mi gasolina es el cariño de la gente. Si el público me lo permite me gustaría seguir entregándoles muchos más años de canciones”. Mínimo hasta los 70, a pesar de que la pandemia del covid-19 frenó en seco su renacer profesional preciso en el momento de cumplir los 50.
“Hay recuerdos del pasado, etapas muy difíciles, que cuando me los hacen remover se mueven algunos hilos sentimentales y espirituales dentro de mí”- Luis Miguel.
Por todo ello empezamos este Oro de Rey del mismo modo que terminábamos Luis Miguel: la historia, deseando con toda nuestra fuerza que vuelva a conectarse con su alma, que la sane, que ahonde en ese desarrollo espiritual, que recupere esa energía dorada que un día tuvo para reparar su aura y lucir radiante una vez alcanzado su medio siglo de edad. Que busque, porque si busca va a encontrar, y si encuentra va a sanar, y si sana va a ver con mucha claridad su propósito de vida, que debe ser el de trascender en el corazón de las personas, y para ello hay que dar el ejemplo con un derroche de luz y amor, no con el abismo de los derroches bacanales para reclamar luego un anonimato imposible en un ídolo de proyección pública. Siempre manifestó que su mayor anhelo es trascender. Qué mejor modo de trascender que ser un ejemplo, para el mundo entero, de la fuerza de valores como los de la humildad, la confraternidad, la reconciliación y el amor, el don supremo, por encima de cualquier otra cosa. Éste es el mensaje del principio de este libro y será el mensaje del final.
EL DATO
“Oro de Rey” estará a la venta desde el 20 de abril. Ya se puede pre ordenar a través de Amazon. Entre las revelaciones que se pueden encontrar en “Oro de Rey”, destacan: la historia del último encuentro de Luis Miguel con Marcela Basteri (que no fue en un concierto en Argentina, como se creía), las cláusulas que se le habrían ofrecido a Aracely Arámbula para “salvar” su noviazgo con ‘El Sol’ y el por qué, a pesar de haber grabado un disco con la colaboración de Emilio Estefan, en inglés, finalmente desertó a perseguir el ‘crossover’ que sí hicieron artistas como Shakira y Ricky Martin.
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