Antes de comenzar el viaje que los llevaría desde Trujillo a Lima para grabar su primer disco, las palabras de Miki González durante una entrevista marcaron el rumbo de Campo de Almas: “Jóvenes músicos, si quieren dedicarse al rock, aquí no hay plata”. Luego de 30 años tocando en distintas partes del mundo, el grupo sigue componiendo canciones con la misma energía que en sus comienzos y grabando nuevos discos que aún pagan sacando dinero de sus propios bolsillos.
“Seguimos funcionando porque somos honestos con nuestro público y con nosotros mismos. No buscamos hacer música que sea parte de la moda del momento, sino ser nosotros mismos. Tampoco pensamos en fórmulas, solo en mantener nuestra esencia, aunque eso implique no tener mucha difusión”, menciona el guitarrista Esteban Gayoso al Comercio.
Durante estas tres décadas pasaron por una separación, una pequeña reinvención y naturalmente una evolución en su música, manteniendo su toque característico. Además de conseguir una nominación en el prestigioso festival norteamericano, South by South West de Austin Texas y convertirse en el primer grupo peruano independiente en posicionar tres videoclips en MTV, con grandes resultados a nivel internacional y crítica especializada.
También fue durante este gran período para la banda cuando lograron recaudar más ingresos durante la producción de los discos, en una época anterior a Spotify -o las diversas plataformas de streaming musical- donde el tema predominante era la lucha contra la piratería. “Financiábamos nuestras producciones con el dinero de los mismos contratos o el nuestro. Durante ese tiempo la pasamos bien económicamente, pero la piratería nos comió vivos al final y no pudimos sacar nada”, recuerda Gayoso.
Hoy en día, encuentran lugares donde presentarse a través de contactos en internet, además de alcanzar a más oyentes gracias al mayor alcance de su música, una parte de vivir en la era digital, donde se sienten cómodos. Otra gran alegría para Campo de Almas es encontrarse grabando en el lugar que los vio nacer, Villa Rubí, el antiguo estudio de Miki González, lo que representa una victoria personal para ellos. “Grabamos con ‘Wicho’ García aquí nuestro primer álbum al llegar a Lima, nos sentimos tan cómodos que seguimos con él en los siguientes tres discos. Este lugar ahora es nuestro, un espacio donde trabajar y que podemos llamar hogar”, nos cuenta Gayoso.
Las bases del éxito
A pesar de la falta de exposición mediática de Campo de Almas, el grupo cuenta con una base de seguidores más grande que la escena del rock peruano, comparable a llenar dos veces el Estadio Nacional. Aunque aún no lo han logrado, han optado por realizar conciertos más íntimos, un formato que funciona bien gracias a su público.
“Al igual que todos, siempre piden los clásicos, pero para ellos casi todas las canciones lo son. Algo que nadie te dice es que la ventaja de no ser un grupo que suene en la radio es que nuestros seguidores se saben todas las canciones y no solo una que se repite en bucle”, explica Esteban Gayoso, quien junto a Benjamín Gayoso (bajista), Gabriel Sotillo (vocalista) y Álvaro Fernández (batería), aún tienen muchas historias por cantar.
Estos 30 años han enseñado a la banda a no firmar contratos sin verificar, a no ser teloneros de agrupaciones internacionales que no respeten sus horarios en las presentaciones, y sobre todo, a no tocar gratis. “También sabemos no ser ingratos con el público y tocar temas como ‘Bolero’ que siempre gustan. Y si no tocamos algunos temas clásicos en concierto y nos los piden, Campo de Almas siempre regresará al escenario para cantar lo que quieran”, enfatiza Gayoso.
A pesar de la gran popularidad de la banda, su exposición mediática nunca ha sido su punto fuerte, pero tampoco lo necesitan, pues el boca a boca ha mantenido su vigencia, con una música que atrae nuevos oyentes cada día. “Aún nos consideramos un grupo underground que no suena en la radio, pero gracias a nuestros seguidores tenemos un título más importante que ser los que más venden: una banda de culto”, concluye Gayoso.