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Taylor Swift presenta “The Life of a Showgirl”: ¿Consiguió repetir la magia de sus grandes himnos pop o se perdió en su propio mito?
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Con solo doce canciones y la promesa explícita de “bangers”, “The Life of a Showgirl”, el duodécimo álbum de Taylor Swift, llegó cargado de expectativas. El regreso de Max Martin y Shellback —productores de éxitos como Blank Space e I Knew You Were Trouble— reforzó la idea de un retorno al pop de su disco “1989″. Y bastó un simple anuncio en un pódcast, hecho junto a su prometido Travis Kelce, para que el disco se convirtiera en el más preguardado de Spotify.
Pero la estrategia de secretismo total —sin singles de adelanto y apenas filtraciones— elevó aún más la tensión, llevando inevitablemente a la pregunta que hoy responde el público y la crítica: ¿Consiguió Swift repetir la magia de sus grandes himnos pop o se perdió en su propio mito?

Un éxito esperado
Para quienes lo defienden, el álbum es un recordatorio de por qué Swift sigue siendo la reina del pop. “The Fate of Ophelia”, tema de apertura, explota con sintetizadores y dramatismo shakesperiano, y ya suena como clásico instantáneo. Rolling Stone lo calificó con cinco estrellas, celebrando la astucia lírica y la capacidad de la cantante para contar historias en apenas tres minutos.
En esa línea, canciones como “Father Figure” y “Actually Romantic” muestran a una Swift más punzante, dispuesta a hurgar en viejas disputas de la industria y a responder a rivales con ironía y rabia. Críticos han señalado que esa faceta sigue siendo uno de sus sellos más efectivos: convertir conflictos personales en piezas pop capaces de trascender lo íntimo y volverse colectivos.

La otra cara del disco aparece en su faceta más desenfadada. “Wood” y “Wi$h Li$t” recuperan a una Swift ligera y pegajosa, sin mayores pretensiones que entretener. Y, según Variety, es precisamente ahí donde se aprecia mejor su madurez: en saber bajar la intensidad sin perder identidad.
Incluso los momentos más vulnerables —como “Honey” o “Elizabeth Taylor”— han sido destacados por su equilibrio entre confesión íntima y sofisticación pop. Para People, el álbum es “la hermana espiritual de Reputation”: no revoluciona nada, pero reafirma que Swift sigue dominando el terreno que ayudó a construir.

Con harto palo
La recepción no estuvo exenta de golpes. The Guardian lo destrozó con una reseña lapidaria: “un brillo apagado de una estrella que parece exhausta”. El veredicto: dos estrellas, la nota más baja que Swift haya recibido hasta ahora. Otros medios no tardaron en sumarse a la crítica como Pitchfork: “Uno de los engranajes principales de la máquina de composición de Swift es el rencor, y se está oxidando bastante”.
El reproche más repetido es la falta de riesgo. Tras la hondura de “Folklore” o la ambición excesiva de “The Tortured Poets Department”, “The Life of a Showgirl” resulta —según medios como Los Angeles Times— demasiado seguro, casi un repliegue a fórmulas conocidas. “Un álbum de transición, armado con prisa entre fechas de gira”, lo resumieron.

Las letras tampoco se salvan. “Actually Romantic”, que apuntaba a ser una respuesta contra Charli XCX, termina pareciendo un ataque infantil. En vez de reafirmar su papel como una de las artistas más influyentes, expone a una Swift más vulnerable que lidia mal con las críticas a través de frases como: “Como un chihuahua de juguete que me ladra desde un bolso pequeño”.
En lo musical, los guiños a Fleetwood Mac o a los Jackson 5 despiertan comparaciones poco favorables. Aunque Martin y Shellback refinan cada detalle, para algunos el resultado suena demasiado procesado. El cierre, con la homónima The Life of a Showgirl en colaboración con Sabrina Carpenter, tampoco termina de cerrar el álbum. Para los detractores, sin embargo, es solo la confirmación de que Swift ya piensa más en consolidar su legado que en innovar.

Aunque al final, “The Life of a Showgirl” no es el desastre que algunos pintan, ni la obra maestra que otros proclaman. Es un álbum polarizador, lleno de luces y sombras, que muestra a una Taylor Swift consciente de su reinado pero quizá demasiado cómoda en él. Aun así, su historia lo demuestra: cada tropiezo, cada transición, siempre termina sembrando la semilla de su próxima gran reinvención que llevará como etiqueta: Era.
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