La Navidad es alegría en medio del recogimiento y aún cuando este año ha sido particularmente difícil, de confinamiento y distanciamiento social, aún cuando están restringidas las tradiciones sobre las que más recuerdos se construyen, como armar el árbol juntos, la gran cena navideña y esperar la medianoche para abrazar a toda la familia, no debemos renunciar a ella.
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Es cierto que la nostalgia, vieja compañera de estas fechas, reaviva recuerdos, genera sentimientos de felicidad y tristeza a la vez y nos obliga a hacer un balance de lo que ha cambiado y lo que ha permanecido igual en nuestras vidas. Sin embargo, este ejercicio de introspección permite mirar el pasado para tomar impulso para el presente y el futuro. Tenemos una oportunidad de renovarnos y pensar en estas fiestas no como una pérdida de rituales, sino como una forma de celebración diferente, más íntima; separados de la familia extensa y de los amigos, pero siempre presentes.
Invitamos a ocho personajes de la la televisión, el teatro, la literatura y la gastronomía, a compartir el recuerdo más bonito de sus navidades, como una manera de recuperar la ilusión y el verdadero espíritu navideño. ¡Felices fiestas!
Carlos Carlín, actor
No recuerdo una noche de Navidad en específico, pero si tengo que escoger alguna, pienso inmediatamente en cualquiera de las nochebuenas de mi infancia. La ilusión, los misterios, la programación en televisión, las luces del árbol. El nacimiento mal hecho. El olor de la cena y de los regalos recién abiertos. Recuerdo a toda la familia junta. Creo que la Navidad es una fiesta para los niños y para los adultos, una excusa para estar juntos. Una excusa difícil de cumplir este año, pero una oportunidad para decirle creativamente a los que más queremos, cuánto los queremos sin necesidad de gastar en regalos.
Mabela Martínez, conductora
Mis mejores momentos navideños los viví en esa casa de Miraflores. El pavo navideño era nuestra mascota de diciembre, que deambulaba inocentemente por el jardín. A las 12, los regalos y la cena. Un alboroto fantástico. El nacimiento, siempre un acontecimiento. A veces amanecíamos con los regalos al pie de la cama. Mágico. Años más tarde me topé con una viejita de la sierra vendiendo “florita mamita”. La hice pasar, le invitamos almuerzo navideño. Nos bendijo. Llevo sus florcitas en el corazón para siempre.
Rossella Di Paolo, poeta
Navidad de 1967. Yo tenía siete años y me regalaron una bici azul, marca Velamos. A mi hermano, un año menor, un Chachicar también azul, y a mi hermana, de apenas cinco años, un Caballito a go gó, que tenía una cabeza de caballo y que avanzaba moviendo el timón hacia adelante y hacia atrás. Lo gracioso es que no hubo Papá Noel de por medio, pues nosotros tres acompañamos una noche a mi papá y a mi mamá para escoger los regalos en las tiendas de bicicletas que había en la avenida Arenales, muy cerca de nuestra antigua casa. Pero, eso sí, el 24 a las 12 y bajo el arbolito, arrancamos emocionados los papeles de colores y no paramos de dar vueltas por toda la sala...juntos.
Osvaldo Cattone, actor
Yo tenía 22 años, recién había llegado a Roma para estudiar teatro y no conocía a nadie: el curso todavía no empezaba y vagaba por las calles llenas de nieve. La señora donde alquilaba un cuarto me invitó a pasar la Navidad con ellos, pero yo no conocía a esa familia y no me hubiese sentido cómodo. Dije que iría a casa de unos amigos. Me sorprendieron las 12 en la Plaza Navona, donde me encontré con muchas personas solas como yo, que me creía el único. Todos nos fuimos saludando tímidamente y comprendí que el espíritu de esa noche mágica nos hermanaba. La soledad no existe, somos la continuación del otro. Y cada uno busca su misma imagen en la sonrisa de quién se le acerca. Lo pasé muy bien en aquella Navidad, bebiendo agua de la fuente y gozando de la compañía de esos desconocidos que por un momento suplantaron a mi familia.
Sonaly Tuesta, periodista
La Navidad de mi infancia está relacionada con el lugar donde vivía junto a mi familia en Chachapoyas, Amazonas, y esa Navidad siempre estuvo muy relacionada con la costumbre, con la tradición. Ahí las protagonistas eran las pastorcitas que iban con un personaje que era un niño que representaba a un viejo y avanzaban por las calles haciendo sonar sus sonajas. Ellas llevaban un sombrero de paja con espejitos y cintas, vestían una falda negra decorada, una blusa y una suerte de mantilla roja. Iban en busca del niño. Avanzaban por las calles hasta que llegaban a una casa determinada y ahí le cantaban villancicos al niño y bailaban para él. Yo recuerdo mucho esas escenas porque luego que salíamos de la misa de gallo, que era bastante temprano, las seguíamos por la calles y nos encantaba cada vez que se detenían porque además de que bailaban, compartían y daban alegría a este día, la gente les invitaba ciertos bocadillos y bebidas, y a nosotros, como niños, también. Entonces, eso era muy bonito porque además teníamos la posibilidad de salir a la calle y todo estábamos contentos. Yo no recuerdo ninguna cena, ningún regalo y la verdad que esta vivencia siempre alentó mi relación con estas fechas. Pero este es un recuerdo que tengo y que guardo en el corazón.
Sebastian Stimman, actor
Creo que mientras uno va creciendo más y más, la Navidad te deja un sabor amargo al final de la noche. Y no por la comida, porque mi abuela hace el mejor pavo del mundo, si no por la melancolía de querer sentir esa magia navideña de cuando eras niño. Cuando todavía no podías descifrar el sentido de esa peculiar reunión familiar y solo te guiabas por la emoción del momento. La partida de algunos familiares a veces empaña la noche y los terminas recordando al son de las melodías navideñas que ya de por si te provocan derramar una que otra lágrima. Pero he aprendido que esa magia de la festividad reaparece en la mirada de los más pequeños y es contagiosa. Ver esa felicidad incontrolable en los ojos de mis sobrinas me devuelven la mía y de esa forma comienzo a creer nuevamente en la Navidad.
José Del Castillo, cocinero
Mis mejores recuerdos de Navidad, de infancia y adolescencia, son definitivamente con mi madre y mis hermanos cuando la pasábamos en la casa de mi tía Chabela, que es la hermana menor de mi mamá. Nos juntábamos toda la familia y había una gran cena, apoteósica, con mucha comida. Mis tíos y tías muy alegres siempre. De las cosas que más recuerdo es que a los niños nos obligaban a dormir hasta las 12. Obviamente nadie dormía, solo cerrábamos los ojos. Estábamos ansiosos y desesperados, queríamos que sean las 12 y abrir los regalos. Creo que esas son las cosas que a uno le traen añoranza. Cuando mi hija era chiquita también le inculqué esa costumbre, la hacíamos dormir hasta que sean las 12 y ella también se despertaba emocionada para ver qué le había traído Papa Noel.
Ana María Jordán, actriz
Tengo recuerdos muy hermosos de las navidades en mi niñez junto a todos mis hermanos, mis primos y una familia numerosa. Recibíamos muchísimos regalos de Papá Noel y éramos inmensamente felices. Recuerdo sobre todo una Navidad que me trajeron la muñeca soñada ¡fue lo máximo! Las navidades las disfrutan más los niños porque están llenos de ilusión.
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