Este miércoles 11 de mayo se cumplieron 16 años desde la partida de Ricardo Fernández, uno de los más grandes actores de su generación. Un paro cardíaco cortó la vida del artista a los 69 años, pero este nos dejó como legado casi medio siglo de extraordinario trabajo tanto en el teatro, el cine y la televisión.
Nacido el 22 de septiembre de 1936 en Lima, Perú, Ricardo Fernández inicialmente no tenía planeado dedicar su vida a la actuación. Este amor vino tras su ingreso a la Universidad de San Marcos en 1956 a estudiar Economía, cuando junto a un grupo de amigos vio unos avisos invitando a estudiar las artes teatrales, pasión que nunca abandonó.
Un año después de este encuentro del destino, Fernández se subió al escenario por primera vez el 27 de marzo de 1957 en una puesta en escena de “Todos los ángeles tienen alas” de Eugene O’Neill. Solo meses después, fue su debut profesional con la obra de Shakespeare “Noche de Reyes”.
Un hombre extraordinario
“Ricardo Fernández como actor era extraordinario. Un monstruo”, destacó en conversación con El Comercio Ramón García, quien fue su colega, amigo íntimo y yerno. “Soy profesor de actuación hace 31 años y jamás vi a un actor con la facilidad interpretativa que tenía Ricardo. Y él jamás estudió actuación, estudió Economía en la San Marcos y así se metió al grupo de teatro, ahí se hizo.”
“A él cuando lo contrataban, sobre todo los jóvenes que sabían mucho de técnica, le decían: ‘Mira, Ricardo, a ver si puedes trabajar esta parte con (el sistema) Stanislavski, que no sé qué'’', recordó García. “Ricardo sonreía y les decía ‘mira, hijito, yo mañana vengo con la letra aprendida y te hago la escena. Si te gusta, me contratas. Si no, no hay problema.’ Y bueno, definitivamente cuando presentaba la escena era 10 veces más de lo que esperaban.”
Ricardo Fernández no solo destacó en las tablas y el público peruano quizás lo recuerda más por su poderosa presencia en la televisión con producciones como “Los detectilocos” (1983), el cuál protagonizó junto a los actores Ricky Tosso y Jenny Negri y que él mismo consideró “el mejor programa cómico de la televisión peruana”.
Mostrando su camaleónica facilidad de pasar entre los dramas y las comedias, Ricardo Fernández participó en novelas como “El derecho de nacer” (1962), “Doña Bárbara” (1964), “Leonela, muriendo de amor” (1997) y “Tormenta de pasiones” (2004), así como comedias como “El tornillo” (1968), “Risas y salsa”, “La guardia Serafina” (1990), “Risas en América” (1997) y “Mil Oficios” (2001), entre muchas otras producciones. El cine tampoco le fue ajeno y a lo largo de su carrera trabajó en varias películas, entre las que se puede destacar “Un mulato llamado Martín” (1975), “¿Y... dónde está el muerto” (1992) “Todos somos estrellas” (1993) y “Ego” (2006).
Pero su verdadera pasión fue siempre las tablas. Imposible nombrar todas las obras en las que prestó sus talentos, pero es aún más difícil olvidar su actuación como el poderoso personaje de El Autor en el reestreno de la obra “El gran teatro del mundo” de Calderón de la Barca que tuvo lugar en el atrio de la Catedral de Lima en 2004. Fernández fue parte de un elenco de lujo donde también participaron otros actores de gran renombre como Hernán Romero, Mónica Sánchez, Aristóteles Picho y Jaime Lértora.
Humildad en el trabajo
Además de esos grandes proyectos, Fernández también actuó en obras más íntimas. Ese fue el caso de “Caballo de noche”, ópera prima de la actriz y dramaturga peruana Paloma Yerovi Cisneros, estrenada en el 2004 como parte del Festival Saliendo de la Caja de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
“Por algún motivo que desconozco, mientras escribía ‘Caballo de noche’ siempre tuve en mi mente la imagen de don Ricardo”, reveló a este Diario Yerovi Cisneros. “No lo conocía personalmente, pero en mi cabeza él siempre fue mi inspiración para el personaje.”
“Cuando lo llamé a su celular para pedirle una cita para proponerle el personaje tuve miedo de que me dijera que no, sentía que era un atrevimiento que una estudiante como yo quisiera dirigirlo de buenas a primeras, pero fue amable conmigo”, agregó. “Fue una experiencia inolvidable de vida, una lección magistral de teatro. A pesar de que yo era aún una estudiante, siempre me trató a mí y a sus compañeras con respeto y cariño. Era un maestro en todos los sentidos. Disciplinado y al mismo tiempo un creador, fluía en los ejercicios más experimentales como en los más clásicos.”
Justamente la edición impresa de “Caballo de noche” se publicará en julio de este 2022 y la escritora no perdió tiempo en señalar que “mi libro se lo dedico a mis abuelos y a él”.
Presencia permanente
Ha pasado más de una década y media desde la partida de Ricardo Fernández, pero su ausencia se sigue sintiendo entre quienes lo conocían.
“Soñé con él hace tres días”, nos confiesa Ramón García. “A veces, cuando estoy sentado solo en la sala, tengo la impresión de que él está a mi lado. Que nunca nos ha dejado. Siempre está como protegiéndonos, como cuidándonos.”
“Todo lo que tengo ahorita se lo debo a él. Mis hijas son sus nietas. Mis nietos, son sus bisnietos. Su sangre todavía está acá, todavía está en mi familia. La mantenemos así, como él quiso”, agrega. “Mis hijas trabajan, son profesoras, y mis nietos son estudiosos y mantenemos su hogar. No diré que es perfecto, pero es un hogar que se guía por el amor que nos dio Ricardo Fernández”.
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