Desde hace 66 años los hombres y mujeres que utilizan su voz para recrear un sinfín de imágenes en la mente de sus oyentes tienen un día especial en el calendario peruano. En 1954, cuando la radio se erigía como el principal medio de comunicación en el país, una huelga que reclamaba las cuatro horas mínimas de trabajo para los locutores dio paso a una iniciativa parlamentaria que terminaría instaurando el 8 de diciembre como el Día del Locutor. Hoy, la labor de estos profesionales ha traspasado los límites de la radio hasta llegar a la televisión y al ciberespacio, ya sea como narrador de noticias, conductor de programas periodísticos, relator deportivo, locutor de anuncios publicitarios o presentador de espacios musicales. Como un homenaje a quienes desempeñan la muchas veces cuestionada tarea de informar y entretener, presentamos las singulares historias de cinco figuras que en la actualidad se han ganado un espacio en la vida del ciudadano de a pie.
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“La radio no ha sido mi vida, todavía lo es”
Un par de días antes de la cuarentena, Román Gámez, más conocido como ‘el Ronco,’ pidió licencia a la radio en la cual trabajaba. El motivo era un problema de salud, pues además de la diabetes que padece -por la cual ha sido intervenido nueve veces y ha superado tres comas diabéticos- debía operarse de cataratas. Mientras se encontraba convaleciente una noticia lo tomó por sorpresa. Un compañero le informaba que su nombre figuraba entre los empleados que serían cesados El despido se llevó a cabo a pesar de una deuda de dos meses de sueldo. Próximo a cumplir 75 años, el ‘Ronco’ se sacude la mala racha para contarnos que su trayectoria radial, como la de tantos, se inicia de la mano de Augusto Ferrando.
Fue un domingo, mientras vendía lornas, que apareció en el muelle de Chorrillos el famoso locutor hípico. Llegaba en busca de sus pejesapos cuando unos pescadores le comentaron sobre un gracioso chiquillo que remedaba el andar y el baile de quienes encontraba a su paso. Pero además, el adolescente tenía otra peculiaridad. “En el muelle, desde los 11 años, yo llamaba la atención de todos fingiendo la voz grave y afónica de un moreno al que llamaban ‘el negro Calila’. Gritaba con la voz bien ronca: ¡lorna, lorna!, para vender mi pescado”, recuerda Gámez. El presentador habló con su padre y quedaron en que Román trabajaría en La Peña Ferrando, que se transmitía por Radio Victoria, haciendo mandados. Allí conoció a Augusto Polo Campos, Nicomedes Santa Cruz, Felipe Sanguinetti, Roció Bravo, Fernando Farré, figuras importantes de la farándula de antaño.
“Un día mientras grababan, Augusto me mandó al ruedo como jugando. Había faltado uno de los actores y me dijo que imitara la voz del ‘Ronco’. Era un sketch de un callejón Después de aquella vez me convertí en integrante del grupo”. Fueron cinco años los que formó parte de la Peña, hasta que una nueva oportunidad lo llevó a Radio Excélsior. Allí interpretó a Don Excelsior, el ‘Ronco’ de la ciudad. “Era un editorial de 5 minutos. Yo tenía que leer las noticias, decirlas a mi manera y opinar”. El programa propio llegó al poco tiempo, se llamó El Show del Súper Ronco. Luego, formó parte de Radiomar AM, con música de varios géneros. “En esta radio conocí a un gentón. Ismael Miranda Héctor Lavoe, Django la Fania All Star. Mi popularidad creció con La Hora del Lonchecito a inicios de los ochenta. Camilo Sesto, Jannette, Basilio, fueron algunos de mis entrevistados”.
Si hay algo, como dice el propio Gámez, que ha aprendido en seis décadas de trayectoria es a alegrar a la gente. “Ferrando siempre nos decía que nosotros no éramos artistas sino trabajadores de la alegría. La radio no ha sido mi vida, todavía lo es. Cuando estoy en ella me siento renovado. Por eso me recurseo desde hace un mes en una radio local de Villa El Salvador que también se transmite vía Facebook”.
La voz de “Splash”
De niña siempre fue muy inquieta. Cada vez que salía en auto con su padre, un empleado del departamento de cobranzas de Radio Panamericana, éste le decía que mire los carteles y los recree para entretenerse. Por entonces, repetir los comerciales, leer cuentos en voz alta e imitar voces eran parte de su divertida rutina. Así, Gina Parker, conductora de uno de los programas radiales más sintonizados, fue perfilando su vocación.
“La primera vez que ingresé a una radio fue para hacer locución publicitaria. En Panamericana necesitaban la voz de una mujer y me dejaron hacer mis pininos. Pero nunca pensé en tener un programa radial”, comenta. Cuando se lo propusieron no creía tener habilidad para comunicarse con el público. Estaba asustada, pues sabía que una cosa era ser oyente y otra conducir. “Gracias a dios empecé en AM. porque supongo que me equivocaba mucho”, acota. Treinta años después de su debut frente al micrófono ha quedado demostrado que en esta faceta la locutora se desenvuelve como pez en el agua.
Quiénes bordean los 40 años recordarán que su cálida voz también fue parte de Nubeluz. “En realidad, pasé por muchos programas de Panamericana. Fui la voz oficial del canal hasta que se produjo la toma de la instalaciones. También tuve la suerte de conducir Viva el Sábado, anunciando canciones y artistas”, recuerda.
Sobre el papel de la radio en la sociedad, Parker asegura que los trabajadores radiales deben estar atentos a las necesidades de quien escucha, porque no se hace radio solo por el placer de hacerlo sino que también se trata de un servicio y una responsabilidad, sobre todo si se cuenta con el apoyo del público. “Me ha pasado muchas veces que cuando estoy en un lugar y empiezo hablar me dicen que me conocen, que me escuchan. Puede que muchos no conozcan mi rostro, pero sí reconocen mi voz”.
Una misión de vida
Tiene el don de cambiar lo fatídico en algo divertido. “Es algo natural”, afirma Giovanna Castro, la única integrante femenina del programa Los Chistosos. Aunque han pasado varios años, todavía recuerda con claridad lo que una mujer que sufría de depresión le dijo a ella y a sus compañeros. “Por ustedes no me he quitado la vida. No lo he hecho porque sé que a las tres de la tarde empieza el programa”. Esa confesión le dejó una huella profunda. Sintió lo mismo cuando una señora dijo que estaba superando su divorcio gracias a ellos. “Esas cosas elevan el espíritu, nos hace sentir útil. La risa lo cura todo. Por eso digo que estar en la radio es mi misión en la vida”.
Antes de incursionar en los medios, Giovanna fue profesora de inglés. Durante varios años enseñó en los colegios Divino Maestro y San Felipe. “Me identificaba mucho con los alumnos. Y mi clase, ya te imaginarás, era bien amena. La seriedad de las reuniones de profesores no me gustaba. Y con el tiempo me dediqué más a la actuación, que era el mundo nuevo que se me abría”. Sus primeros papeles fueron como extra en las novelas de Lucho Llosa. Hizo teatro por un tiempo hasta que en 1998 ingresó a la televisión como parte de Risas en América. Luego pasó a Panamericana Televisión con 24 Minutazos. Fue en ese tiempo que Guillermo Rossini la invitó a la radio. “Fueron los inicios de mi carrera, en 1999 o 2000. Primero fui una invitada constante de Los Chistosos hasta que en el 2006 me convertí en integrante oficial del programa”.
Para la actriz, la radio es magia, es energía. “Es como una cita con tu público, pero a ciegas”, asegura. Si tuviera que elegir entre televisión o la radio, su opción sería, sin duda, la segunda. La razón es sencilla, además de su mayor cercanía a la gente, en este medio la imaginación es imprescindible. O como ella prefiere decir, “la radio es más espiritual. La televisión es más terrenal, más mundana”.
Próximamente lanzará un álbum con temas inéditos en baladas, pop y fusión. Como antesala a esta presentación, desde este 12 de diciembre estarán disponibles en sus redes sociales y canal YouTube cinco temas navideños.
“La radio es mi crush”
“Siempre tuve claro que los medios eran lo mío”, asegura Jaime Chincha, conductor de Nada está dicho en RPP. Una grabadora a casete se convirtió en el primer instrumento con el que recolectaba evidencias. La encendía cuando sus tías rajaban de un tío que tomaba mucho y luego se lo hacía escuchar a su abuela. Imaginarse con una cámara o grabar programas de la TV eran actividades comunes para este niño con alma de broadcaster.
En 21 años como comunicador, Chincha ha sido redactor, reportero, productor y director. Dieciocho de ellos han sido dedicados exclusivamente a la televisión. Razón suficiente para que considere a este medio como el “amor de su vida”. Su experiencia en radio, antes de ingresar a RPP, se resume en una semana como practicante de locución en uno de los programas de Eddie Fleischman y conductor del magazine que preparaban los estudiantes en el último año de carrera. Sin embargo, poco a poco, la radio ha ido cobrando relevancia en su quehacer periodístico. “Es mi crush (amor platónico)”, afirma el conductor, quien en estos meses de pandemia ha sentido el poder y la magia que transmite una cabina radial. “No sabes la cantidad de llamadas que hemos tenido de gente que quería saber si fue beneficiado por algún bono. Algunos decían no tener computadora para verificar. Lo que yo hacía era pedir los datos, agarrar rápidamente el celular y entrar a ver si le tocaba o no e informarle. Esa inmediatez y la cercanía que genera, esa es la maravilla de la radio”.
Cuenta también que ingresar a trabajar a la radio un 1 de octubre fue desde entonces una señal de buen augurio. Ahora, si tuviera que elegir entre los medios que han forjado su carrera, dice, elegiría a las dos. “Creo que por eso estoy en RPP porque puedo hacer ambas cosas, radio y televisión. Siento que no puedo vivir sin alguna de ellas. Como única excepción creo que en este dilema sería bígamo”.
Profesión redonda
“Si tú me preguntas hoy, a mis 46 años, qué cosa sé hacer aparte de lo que hago en radio y televisión la respuesta es absolutamente nada”. La frase le pertenece a Daniel Kanashiro, periodista deportivo desde hace más de 30 años. Cuenta que creció escuchando programas y relatos de fútbol durante su infancia y que hombres como Pocho Rospigliosi o Lucho Izusqui marcaron su vida. Era tanto su amor por el balompié que uno de sus mayores sueños fue convertirse en jugador profesional. “Mi puesto era el de arquero pero cuando llegó la hora de las definiciones dejé esa idea por otra que me permita seguir vinculado a lo que quería”.
A los 14 años, en 1988, empezó recogiendo cables y ayudando a llevar maletas en el programa Impacto deportivo, de la desaparecida Radio Star. Gracias a una conexión de su padre pudo involucrarse en un mundo que le resultaba muy familiar. “Lo hacía solo para poder ingresar al estadio durante las transmisiones”, confiesa. Su empeño y determinación hicieron que poco a poco las oportunidades llegaran. Primero fue una pequeña intervención, un dato suelto que enriquecía el programa. Pasaron los años y con la experiencia ganada logró convertirse en comentarista y luego en relator deportivo. A esto último lo considera un arte. “Un relator puede comentar, pero es mucho más difícil que el comentarista pueda relatar. Además de diferenciarte de otros, para ser relator hay que tener la capacidad y magia suficiente como para trasladar al oyente a la cancha, para hacerlo vivir como protagonista”, asegura.
Para Kanashiro la radio es pasión y la televisión, trabajo. La segunda, dice, depende de los productores. En cambio, “en la radio está solo tu voz, tu idea y la forma en que te expresas. Si no sintonizas con quien está al otro lado del aparato te cambian en tres minutos”. Sobre la irrupción de la tecnología en los medios, sostiene que puede haber distintas alternativas de comunicar, pero lo que nunca cambiará es el mensaje hablado y directo. “Sin una buena comunicación no existe tecnología que te pueda dar un buen producto”.
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