
El partido ya terminó y la España de Luis Enrique todavía sigue con la pelota. Tocándola de lado a lado, esperando que algo pase, una fisura, una gotera, un descuido. Si hace falta, mandan la pelota hacia atrás para comenzar de nuevo esa larga ruta hacia el gol que a muchos maravilla y a otros provoca bostezos. La posesión, ese dilema, es insulsa sin desequilibrio, como una paella sin azafrán.
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