
En el Mundial de las sorpresas, la última no ha sido que Francia clasifique a la final, sino la forma cómo lo hizo: con un punzante sudor helado recorriéndole la espalda. Pocas veces se lo ha visto sufrir tanto, tan agobiado, sometido a tantas tempestades. Marruecos ha pagado caro no tener un ‘killer’ que hiciera precio en tantas ocasiones generadas sobre el arco de Lloris. El campeón, en tanto, volvió a mostrar su eficiencia irrepetible: pateó tres veces al arco y anidó la pelota en dos. Lo hizo, además, en los momentos clave: en el amanecer del encuentro a través de Hernandez y a los 79′, en el primer toque de Muani, cuando Deschamps empezaba a mirar su reloj con desesperación.

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