
Tan antiguos como la existencia misma de los estados nacionales, los actos de espionaje y vigilancia reñidos con la legalidad han afectado y degradado las relaciones entre países en muchísimas ocasiones. Quizá los episodios más cinematográficos ocurrieron durante la Guerra Fría y los más mediáticos continúan siendo los que enfrentan a Estados Unidos con China o Rusia, pero ellos acontecen en los cinco continentes.
En estos momentos hay uno que ha crispado notablemente los lazos diplomáticos entre dos naciones de nuestra vecindad: Brasil y Paraguay. La controversia ha estallado por una operación de infiltración desde Brasilia en torno a la central hidroeléctrica de Itaipú, localizada en la frontera entre ambos países, Según los analistas, el pedido de explicaciones por parte de Asunción no tiene precedentes.
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“Es una situación extremadamente embarazosa para Brasil” y “una quiebra de confianza en las relaciones entre los gobiernos en medio de un proceso complejo de renegociación”, admitió a la agencia France Press el exdiplomático brasileño Paulo de Almeida.
En tanto, el presidente de Paraguay, Santiago Peña, ha lamentado que este caso de espionaje está abriendo “viejas heridas” de la guerra de la Triple Alianza (conflicto bélico librado entre 1864 y 1870 entre Paraguay y los aliados Brasil, Argentina y Uruguay) y demostrando que todavía existe odio y resentimiento hacia la nación guaraní.
La usina hidroeléctrica de Itaipú, la segunda más grande del mundo, está en funcionamiento desde 1984 y ha sido motivo de varias desavenencias en el pasado entre Brasilia y Asunción pero no al nivel actual. El portal UOL denunció el último lunes una operación de espionaje de la Agencia Brasileña de Inteligencia (ABIN) contra Paraguay y el gigante sudamericano lo admitió: el ataque informático logró acceder a las computadoras de cinco o seis funcionarios paraguayos, ligados al trabajo en la central, desde servidores montados en Chile y Panamá usando una aplicación llamada Cobalt Strike.
Según la prensa brasileña, el objetivo del espionaje era conocer la posición de las autoridades paraguayas en las renegociaciones entre las dos naciones sobre las condiciones y tarifas del suministro de electricidad de la planta hidroeléctrica y, a partir de la obtención de esa información confidencial, sacar ventaja antes de sentarse a la mesa de diálogo. Por cierto, la policía brasileña investiga la instalación durante el gobierno de Jair Bolsonaro de una supuesta ABIN paralela a la que se achaca actividades espías ilegales de figuras políticas y periodísticas prominentes del país.
El gobierno paraguayo convocó al embajador brasileño en Asunción para pedir explicaciones y llamó de inmediato a su embajador en Brasilia para recabar detallados informes de inteligencia. Además, suspendió indefinidamente todas las negociaciones -que tenían como límite el 30 de mayo- para vender a Brasil el excedente de su cuota de energía producida en la represa binacional a precios preferenciales. Como Paraguay solo consume el 10% de lo generado en Itaipú, busca aumentar los ingresos recibidos por la energía que expende a Brasil, consumidor de más del 85% de la electricidad producida.
El Ejecutivo de Lula ha dicho que el espionaje se orquestó a mediados del 2022 durante la gestión de Jair Bolsonaro, lo cual es cierto, y que cerró la operación en marzo del 2023. Asunción ha respondido que necesita “todas las aclaraciones necesarias” y, aunque no imputa por ahora una intencionalidad a Lula, remarca que “el acto ilegal estuvo operativo tres meses en su gobierno”. La opinión pública paraguaya considera que Brasil le compra energía a un “precio miserable” desde hace mucho tiempo y que el aumento de la tarifa en 2,5 dólares por kilovatio para los próximos tres años es insuficiente. Y que ahora encima recurre al ‘hackeo’ en medio de las nuevas tratativas.










