“No dejes que el sol se ponga sobre mí” (“Don’t Let the Sun Go Down on Me”), cantó Archie Williams ante la audiencia de uno de los programas de concursos más vistos de la televisión estadounidense, America’s Got Talent. Y la canción de Elton John lo lanzó a una popularidad inusitada no solo por su sorprendente voz de tenor e interpretación, sino porque la letra reflejaba también la dramática historia de perseverancia de Williams frente a la injusticia de haber pasado 37 años en una prisión de Louisiana considerada la más sangrienta de Estados Unidos, por un crimen que no cometió.
En marzo de 2019, una prueba de ADN (que no existía al momento de la condena, y que luego por años el Estado se rehusó a aplicar en el caso de Williams) permitió su liberación tras identificar al verdadero culpable de la violación y heridas graves por apuñalamiento contra una mujer blanca de 30 años de Baton Rouge, Louisiana. La víctima había señalado erróneamente a Williams en una serie de fotografías que le presentaron.
“Soy un fan de Elton John. Su música siempre me conmovió. Pero esa canción en particular, ‘Don’t Let the Sun Go Down On Me’, se convirtió en una especie de oración para mi. Solía escucharla en la prisión, y la letra volvía a surgir en mi mente cada vez que la necesitaba”, contó Williams a LA NACION en una entrevista por Zoom desde Estados Unidos.
Presos por error
El caso de Williams sacó además a la luz una realidad mucho más amplia. Según el informe anual de 2019 del Registro Nacional de Exoneraciones, el porcentaje de condenas equivocadas en Estados Unidos se encuentra entre el 2% y el 10%. Entonces, siendo el país con mayor número de presos per cápita (639 por cada 100.000 habitantes, seguido por El Salvador con 562 por cada 100.000) se estima que están detrás de las rejas norteamericanas por un delito que no cometieron entre 46.000 y 230.000 personas.
“El sistema judicial estadounidense no funciona bien. Cerca del 95% de las condenas penales estatales y federales están basadas en confesiones de culpabilidad. Para ahorrarse todo el costo de un proceso judicial o no arriesgarse a condenas que puede ser seis o siete veces mayores, personas totalmente inocentes terminan declarándose culpables”, dijo a LA NACION Vanessa Potkin, la abogada que logró la liberación de Williams y que desde hace 21 años integra Innocence Project.
Esa organización que en 1992 fue fundada en Estados Unidos por los abogados Barry Scheck y Peter Neufeld, se encuentra ya en 13 países, incluyendo la Argentina, y trabaja en la liberación de prisioneros inocentes con condena firme, básicamente apelando a la aplicación de las pruebas de ADN. Desde su creación en 1992, Innocence Project logró en Estados Unidos la exoneración de 375 personas, incluidas 21 de ellas libradas del corredor de la muerte. El 61% de los exonerados eran negros y el 8%, latinos.
“En la cárcel conocí a mucha gente que estaba presa solo por su color de piel. Ahora quisiera poder trabajar en su liberación, pero no siempre hay evidencias de ADN para dar marcha atrás con la condena”, explicó Williams, que por momentos se quebró en su relato a LA NACION y luego tomó aire para avanzar. “No guardo rencor”, dijo.
Un chico de barrio
Williams recordó que en los años 70 creció en Baton Rouge junto a tantos otros chicos de un barrio negro, hasta que a los 12 años escapó por primera vez de la policía, pero por un motivo equivocado. “Estaba cantando en la calle frente a un grupo de amigos cuando se nos acercó un agente, e instintivamente, salí a la carrera hacia mi casa para esconderme”, señaló. Pero el policía, que lo había escuchado cantar, lo fue a buscar al hogar familiar para ofrecerle integrar una banda musical y dar conciertos en los clubes de la zona. “Fueron mis primeros ingresos como cantante y hasta me compraron un traje para que pudiera presentarme bien vestido en el escenario”, recordó.
Pero su historia cambió dramáticamente en 1982, cuando tenía 22 años, luego de una violación y apuñalamiento en el barrio. Fue arrestado aunque no se encontró ninguna de sus huellas dactilares en la escena del crimen. La única evidencia que tuvo el tribunal fue que, pese a que la víctima no lo había identificado en las dos primeras series de fotografías que le presentaron, lo señaló en la tercera -los datos oficiales indican que en Estados Unidos un 31% de las condenas equivocadas surgen de identificaciones erróneas-. Williams fue condenado a prisión perpetua, sin derecho a libertad condicional, en el tenebroso centro penitenciario de Angola, en Louisiana.
“En esa prisión siempre hay que andar con un cuchillo escondido para poder ser respetado. Y yo era entonces como una persona dividida en dos. Una parte de mí era un asesino potencial con un cuchillo a mano. Y, por otro lado, empecé a tener el impulso de acercarme a la Biblia. Había entrado a la prisión con sexto grado aprobado y leía muy mal. Una noche, cuando el guardia de seguridad pasó para su ronda y prendió las luces, caí de rodillas y le supliqué a Dios: ‘¡Enseñame a leer!’ Cuando luego me senté en mi cama y abrí la Biblia, fue como si se me hubieran caído escamas de los ojos y de pronto leí a una velocidad que no había tenido nunca. Desde ese momento, nadie me ayudó tanto como Dios a sobrevivir en la cárcel”, recordó Williams.
El éxito y la fama
Tras las rejas, el convicto veía el programa America’s Got Talent y soñaba con poder cantar algún día en ese escenario. Luego de su liberación el 21 de marzo de 2019, comenzó a prepararse con ese objetivo, que finalmente alcanzó un año más tarde.
El día del show, cuando el creador del programa y miembro del jurado, Simon Cowell, le pidió que se presentase, Williams, sin experiencia frente a las cámaras, primero se tocó nerviosamente la cara, respiró profundo y lanzó de corrido una frase aprendida de memoria que provocó gestos de sorpresa en la audiencia. “Yo acabo de estar 37 años encarcelado por un crimen que cometió otra persona”, dijo.
Su historia de vida y luego su fabulosa interpretación hicieron que todo el auditorio lo aplaudiera de pie, y muchos, incluyendo miembros del jurado, lo hicieron con lágrimas en los ojos. Al día siguiente lo llamó el propio Elton John para invitarlo a cantar en uno de sus conciertos, un ofrecimiento que quedó en suspenso por la pandemia. Pero ese año, Williams fue finalista del certamen.
Vanessa Potkin señaló que la organización Innocence Project, además de trabajar con casos individuales, impulsa una modificación del sistema de Justicia norteamericano que actualmente golpea especialmente a negros y latinos.
“Yo creo que nuestra sociedad no toleraría la condena de inocentes si la mayoría de las personas afectadas fuera gente de clase media, o población blanca. Inmediatamente habría una acción del gobierno, y se formaría un organismo estatal para estudiar la situación, como sucede, por ejemplo, cada vez que hay un accidente aéreo. Pero no es lo que ocurre con los presos inocentes”, reflexionó.
Mientras tanto, Williams dijo a LA NACION que su principal proyecto en este momento es colaborar en la liberación de otros compañeros inocentes que conoció en la prisión.
El exconvicto comparó su propio encarcelamiento injusto y sus experiencias en la cárcel con la historia bíblica de José, el personaje del Antiguo Testamento que sus hermanos vendieron a Egipto, donde se convirtió en el favorito del faraón, y terminó socorriendo a toda su familia en los tiempos de dificultad. Haciendo suyas las palabras del personaje de la Biblia, Williams concluyó: “Me llevaron a la cárcel para hacerme un mal, pero Dios tornó todo en mi bien, y preservó mi vida”.
Por Rubén Guillemí