En España, que vive el mayor brote de viruela del mono del mundo, la falta de vacunas está llevando a parte de la comunidad gay, la más afectada, a cambiar sus hábitos sexuales, practicando la abstinencia o limitando el número de parejas sexuales.
“Esto del mono se ha desatado demasiado, prefiero estar un poquito cuidándome hasta que me vacune y tenga un poco de inmunidad “, dice Antonio, un madrileño de 35 años que no quiso dar su apellido y que admite haber cambiado radicalmente sus hábitos.
Este treintañero, al que le gustaba ir a menudo a clubes nocturnos y a veces a fiestas sexuales, dejó de hacerlo al ver la evolución de la epidemia en su país.
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España, con 3.738 casos según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las dos primeras muertes en Europa, es el país más afectado del mundo, por delante de Estados Unidos (3.478).
Pero el ministerio de Sanidad español ha contabilizado muchos más casos, 4.298 hasta este sábado.
Tan preocupado está Antonio que “en el Orgullo yo no hice nada”, dice riendo nerviosamente.
Antes de irse de vacaciones al extranjero, Pablo (nombre cambiado), de 38 años, también evitó “situaciones de riesgo para intentar no contraer” la enfermedad.
“Lo que hice fue abstenerme de ir a locales de sexo, abstenerme de tener sexo”, explica.
Este treintañero que trabaja en la industria farmacéutica y no tiene pareja habitual explica que el riesgo es mayor en los locales de sexo donde “no sabes ni cómo se llaman ni nada, entonces no puedes avisar tampoco”.
Esta predisposición a la castidad parece estar bastante extendida en la comunidad LGBT, como lo confirman otros hombres a quienes la AFP entrevistó, pero que declinaron dejar su testimonio debido a lo delicado que es este tema.
La OMS ha aconsejado a los “hombres que tienen relaciones sexuales con hombres” que reduzcan el número de parejas sexuales que tienen, para que “puedan contactar con ellas” si desarrollan síntomas y para que puedan aislarse.
La organización lanzó el 23 de julio su máximo nivel de alerta para intentar controlar la enfermedad.
En España las asociaciones locales hicieron este llamado incluso antes que la OMS.
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Escasez de vacunas
“No es como el covid, la vacuna ya está, no hay que inventarla (...) Si no fuera una enfermedad de ‘maricones’, seguramente se estaría actuando mucho más y mucho más rápido”, dice Antonio.
Igual que otros miembros de la comunidad gay, cree las autoridades no han tenido en cuenta la dimensión del problema.
Las oenegés denuncian la falta de prevención, la escasez de vacunas y la estigmatización.
Antonio tardó tres semanas en conseguir una cita para vacunarse y tuvo que entrar todos los días a medianoche en la página web oficial.
“Tienes que correr para poder pillarlas”, como si fuera “el próximo concierto de Beyoncé”, dice otro hombre.
Hasta la fecha, España solo ha recibido las primeras 5.300 dosis que llegaron a finales de junio.
Cuando la AFP se puso en contacto con el ministerio de Sanidad español, éste declinó a comentar el asunto.
Igual que el sida
Para Nahum Cabrera, de la federación FELGTBI+, es urgente vacunar a las personas de mayor riesgo --no solo a los homosexuales--, es decir, “a personas que frecuentan locales con materia sexual, locales de intercambio de pareja, saunas LGTB”.
“No queremos generar dentro de la población heterosexual una falsa seguridad porque la enfermedad está expuesta a todas las personas”, apunta.
En su opinión, el grupo de edad al que hay que dirigir la vacunación es el de entre 18 y 46 años porque en España ya se vacunó contra la viruela hasta los años 1970, cuando el virus aún no había desaparecido de Europa.
“Estamos viviendo una emergencia sanitaria (...) dentro además del colectivo LGTB y parece que es minoritario”, apunta Iván Zaro, vicepresidente de la oenegé Imagina MÁS
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“Lo mismo sucede o sucedió hace 40 años con el VIH”, asegura.
Javier pasó tres días en el hospital a principios de julio tras infectarse.
Después de sus tres semanas de aislamiento, está concienciando a su entorno.
“Yo aviso a todo el mundo, ‘tengo esto, tened cuidado’. Esto es una enfermedad infecciosa”, recuerda.
Este director de fotografía de 32 años, que vive en una relación monógama y no sabe cómo se contagió, dice que la enfermedad “la puede pillar cualquiera”.
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