El impactante caso de Aimée Lê, una joven doctora en literatura con estudios en la prestigiosa universidad Royal Holloway, en Londres, ha vuelto a poner la lupa sobre las pocas garantías laborales que se les dan a los académicos que loablemente deciden profundizar en un campo específico del conocimiento.
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La joven, que ronda los treinta años, dio a conocer a través sus redes sociales que debido a la precarización que sufrió durante los años de su doctorado tuvo que vivir literalmente “en la calle”.
No tenía cómo pagar un arriendo a pesar de recibir ingresos como investigadora y docente.
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“Me vi obligada a elegir entre la comida o la vivienda”, resumió Lê en un tuit.
Durante cerca de dos años, la joven vivió bajo una carpa de campaña en una zona verde cercana a su campus universitario.
Mientras se graduaba, llegó a dormir “a temperaturas bajo cero”, escribió su tesis en cafeterías públicas, redactó ensayos en el celular o a mano, se bañó en las instalaciones de la Universidad y guardó algunos objetos de valor en su oficina.
Unas condiciones de vida que distan ostensiblemente de su preparación académica.
Luego de que su historia se volviese pública, Lê habló con “The Guardian” y entregó más detalles de los difíciles momentos que vivió mientras estudiaba para obtener el mayor grado académico que puede dar una universidad.
Según contó, recibió una beca anual de 16.000 libras esterlinas durante tres años de estancia en Royal Holloway.
Ella, proveniente de Estados Unidos y de ascendencia asiática, afirmó que por su condición de extranjera tuvo que pagar la mitad de ese dinero en cuotas para el centro educativo.
Así, con 12.000 libras por año (8.000 del sostenimiento y 4.000 por su sueldo como profesora), tuvo que arreglárselas para vivir en la capital de Inglaterra.
El monto no le alcanzaba para pagar su manutención dados los altos precios de la que, durante años, ha sido catalogada como una de las cinco ciudades más costosas de Europa.
Aunque en 2018 Aimée Lê consiguió terminar su doctorado en grupos étnicos minoritarios en la literatura estadounidense, su situación no ha mejorado.
Por lo que reveló, tuvo que irse a vivir a la casa de sus padres y todavía no ha conseguido trabajo.
”Es fácil mirar hacia atrás ahora y decir que nada de esto valió la pena. Que como mujer migrante de color debería haber renunciado a obtener mi doctorado. Que debería haberme dado cuenta de que la situación nunca se pondría mejor. Pero en cambio me convertí en una activista anti-casualización del trabajo porque creo que se puede”, concluyó en uno de sus tuits.
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