Que Turquía busque ser un puente entre Rusia y Ucrania no es noticia nueva. El presidente Recep Tayyip Erdogan intenta mediar para terminar la guerra desde hace buen rato y, hasta la fecha, no tuvo éxito. Sin embargo, insiste.
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Ahora fue el ministro de Exteriores, Mevelut Cavusoglu, quien tomó la palabra. En una entrevista, él sostuvo que era urgente establecer “un alto al fuego lo antes posible”, que la invasión rusa se acerca a una “fase peligrosa”. Probablemente tenga razón: luego de que las fuerzas ucranianas avanzaran y retomaran parte de su territorio, desde el Kremlin se ordenó el bombardeo indiscriminado.
De allí que Cavusoglu haya pedido a Occidente “estar preparados para abordar las sanciones impuestas contra Moscú”.
El llamado a la conciliación llegó junto al anunció de una reunión entre Erdogan y el presidente de Rusia, Vladimir Putin. Ambos coincidirán esta semana en Astaná, Kazajistán, por la Conferencia de Interacción y Medidas de Confianza en Asia. La agenda, como adelantó el vocero del Kremlin, Dimitri Peskov, será la situación en Ucrania.
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¿Turquía juega a dos bandos?
Enrique Banús, director del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Piura, recuerda que Erdogan busca, desde hace un tiempo, mediar en varios asuntos, solo que la guerra entre Rusia y Ucrania es el que actualmente más llama la atención. Su intención sería, según el especialista, “presentarse como una potencia importante en el Mediterráneo Oriental”.
“Esto lo necesita por una cuestión doméstica. Dentro de su país hay una oposición importante, así que tiene que mostrar cierto liderazgo. Turquía es un país fraccionado: hay algunos que están a favor de lo que él representa y los que no. En ese sentido, proponerse como mediador le da cierto prestigio y glamour entre los que lo apoyan, mientras que los otros entienden que se trata de una maniobra un poco teatral”.
El problema es que Turquía “juega a dos bandas”. Banús añade: “Él está del lado de Putin, pero también tiene que intentar no llevarse peor con los países europeos y Estados Unidos”.
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La tesis la apoya la BBC. Si bien al inicio de la guerra Erdogan apoyó políticamente y con armas a Ucrania -entregó “drones Bayraktar TB2″-, decidió finalmente no sumarse a las sanciones económicas contra Rusia. “Y, a inicios de [setiembre], el presidente turco [...] sorprendió al mundo al acusar a EE.UU. y la Unión Europea de aplicar una política de ‘provocación’ contra Moscú”, escribe el medio.
Con las elecciones presidenciales del 2023 en mente y una economía en crisis, Erdogan estaría tratando de destacarse con una postura pragmática. ¿Para qué pelearse con Rusia si es que es un buen aliado económico? La BBC dice: “La guerra también ha disparado el comercio bilateral: las exportaciones de Turquía a Rusia aumentaron un 75% en julio en comparación con el mismo mes de 2021, según la oficina de estadística turca (Turk Stat)”.
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Y agrega:
“En su reunión en Sochi (Rusia) a principios de agosto, Erdogan y Putin acordaron ampliar sus intercambios en materia de energía, transporte, finanzas, agricultura y turismo para alcanzar un volumen comercial de US$100.000 millones (un objetivo muy ambicioso, teniendo en cuenta que en 2021 los intercambios totalizaron US$33.000 millones)”.
Al respecto, Banús sostiene: “Él está jugando a ser una balanza, intentando a sacar lo mejor para su país, así que seguirá mostrándose como el mediador”.
“El panorama es tan confuso y parece tan estancado que nadie sabe lo que pasará, y, en ese sentido, un acuerdo parece muy improbable. No creo que Erdogan tenga propuestas concretas, pero quién sabe y de carambola consigue algo”, concluye el especialista.