Milagros Asto Sánchez

La corrupción que sacude a Latinoamérica, los insuficientes esfuerzos por poner fin a la crisis en  y la campaña electoral que acaba de empezar en  son algunos de los temas que marcan la realidad política de la región.

El argentino Juan Gabriel Tokatlian, reconocido investigador y especialista en política internacional que esta semana llegó a Lima invitado por la PUCP, analiza esos eventos y el papel de América Latina en el complejo panorama internacional actual, caracterizado por la pugna de poder entre EE.UU., Rusia y China. 






—¿En qué posición se encuentra Latinoamérica en esta pugna por el poder?
América Latina enfrenta esta situación, este reordenamiento del poder global, en un contexto muy débil como producto de su fragmentación, por una parte, y de su peso específico en la política mundial, por la otra. Por ejemplo, en 1956, de acuerdo con la Cepal, la participación de América Latina en el comercio mundial era del 12%; en el 2016, su participación bajó al 6%. En medio de la pugna actual, tenemos que América Latina está a su vez siendo objeto de mayor atracción para China y de nueva atención por parte de Estados Unidos.

—Y esto en medio de una guerra comercial que está lejos de terminar…
Es apenas el comienzo. Además, limitar esto a una guerra comercial es un poco estrecho, creo que detrás de esto hay dos componentes distintos. Primero, una fuerte competencia tecnológica entre Estados Unidos y China que va a ir ‘in crescendo’. A eso hay que agregarle la pugna de naturaleza geopolítica. Donald Trump ha decidido crear el Comando Espacial, volviendo el espacio también un área de contención y de disputa particularmente con China y con Rusia. Hay una gran competencia de poder que tiene encerradas diferentes guerras: comercial, tecnológica y geopolítica.

—La crisis en Venezuela es uno de los asuntos políticos que centra la atención mundial. ¿Qué interés real tiene Donald Trump en este tema?
Ante una América Latina huérfana de alternativas positivas, surge un Washington con un Donald Trump decidido a buscar un cambio de régimen, sin duda con objetivos geopolíticos, materiales y para recuperar influencia en la región a punta de la fuerza. Antes que nada hay que entender que desde hace un buen tiempo la crisis venezolana no es solo nacional, no solo impacta en la región, sino que es un fenómeno global y lo es porque, entre otras razones, hay una gran pugna entre Estados Unidos y Rusia.

Esto hace que la región, por primera vez después de muchas décadas, vuelva a estar en la alta política, en la tensión geopolítica entre grandes potencias. Lo estuvo en el 62 con la crisis de los misiles en Cuba, lo estuvo en el 82 con la guerra de las Malvinas y lo está hoy con Venezuela, donde hay una pugna de intereses y una reubicación de políticas entre Moscú y Washington que le añaden más dificultad a la solución al tema venezolano.

(Foto: Getty Images)
(Foto: Getty Images)

—Al ser un tema de alta política, ¿cuál es la solución que la comunidad internacional puede ofrecer?
Yo diría que si uno piensa en una gran negociación en Venezuela está errado. A mi modo de ver lo que hay que crear son islas pequeñas de soluciones a temas específicos. Por ejemplo, buscar algo que en el plano humanitario haga que los venezolanos sobrevivan en mejores condiciones y puedan permanecer en su país. Otra isla está en materia de derechos humanos y otra se centra en resolver la crisis energética en Venezuela. Entonces si uno se centra en estos temas, no para resolver la negociación entre Guaidó y Maduro, no para resolver este tema mañana, que es imposible, sino para crear mejores condiciones de vida para los venezolanos, entonces ya se habrá logrado algo.

—¿Le ve sentido al diálogo en Noruega?
Todos los diálogos son importantes, la propuesta noruega me parece interesante. Hay un clima a favor de la negociación que en sí mismo es muy bueno, lo que yo veo es que independientemente del clima, la negociación en Venezuela va a ser compleja, dilatada y, por lo tanto, en el ínterin de todo esto hay que resolver el problema que los venezolanos tienen a diario para vivir.

(Foto: El Comercio / Juan Ponce)
(Foto: El Comercio / Juan Ponce)

—¿Cuál es su diagnóstico actual de la crisis?
Yo creo que estamos ante un empate catastrófico en Venezuela. Las dos partes creen que pueden debilitar al otro y en ese proceso se debilitan recíprocamente. Pensar que esta crisis se resuelve con el cambio de régimen impulsado por Trump o con la intervención de los militares es simplemente crear un problema para pasado mañana.

Además, es llamativo que nuestra región, que durante los 80 tuvo una transición a la democracia y que supo colocar a los militares en un lugar distinto y que logró no tener más golpes, ahora esté clamando por un golpe en Venezuela. Eso es disfuncional porque el efecto de reverberación y de demostración que eso podría tener sería dramático.

—Otro tema regional es el proceso electoral en Argentina, que está marcado por los casos judiciales de Cristina Kirchner y el rechazo a Mauricio Macri. ¿Ve a alguno en mejor posición?
La mayor novedad que hay en Argentina en el plano político es que teníamos un anti cristinismo profundo que durante los últimos tres años y medio el gobierno de Macri buscó exacerbar, potenciar. La polarización fue un instrumento de la política en Argentina, pero en el camino, dado el enorme balance negativo que ha tenido el gobierno de Macri en términos de inflación, de crecimiento, de devaluación, de desempleo, ahora surgió un anti macrismo muy profundo. Entonces estamos en una situación donde es difícil prever un resultado certero.

—¿Cómo se espera que sea esta campaña?
Me temo que en un ambiente así, donde lo 'anti' marca la contienda, vamos a tener una campaña muy sucia, más propia de otros lugares, no típica de Argentina. Pero todo esto, los casos judiciales que aparecen de un lado y del otro, las formas de expresión y calificativos y descalificativos que se usan cotidianamente, son una novedad inquietante en el país. Esto dificultará que quien sea el triunfador logre después una coalición de gobierno amplia y efectiva que permita enfrentar los problemas tan profundos y tan estructurales que tiene Argentina.

(Foto: AFP)
(Foto: AFP)

—Ha dicho que Argentina es un país infértil para un Bolsonaro. ¿Lo ve posible en otros países de la región?
Yo creo que la figura del Bolsonaro es algo muy brasileño. Creo que históricamente existe un rol de los militares en Brasil que no es el usual en el resto de nuestros países. Los militares se han auto asignado un papel moderador en Brasil y su participación en la política en esta elección fue evidente. Es más, en la fórmula presidente-vicepresidente los dos son militares. En el congreso hay una representación de ex militares altísima. Lo novedoso en Brasil es que esto se combinó con formas que adquirió el pentecostalismo vía los movimientos evangélicos que empezaron a coincidir en sus demandas y en sus críticas y generaron esta situación que tampoco es propia del resto de América Latina.

—¿Cómo ve la región hoy al Perú, considerando los recientes casos de corrupción?
Yo diría que Perú, como muchos de nuestros países, tiene varias imágenes. La más interesante probablemente sea el crecimiento sistemático de su economía, un crecimiento robusto. Pero también se observa un país que sigue siendo muy desigual. Además es un Perú que cuando uno mira el mundo andino tiene, a pesar de todo, un grado de estabilidad interesante frente a los cambios o los dilemas que viven otros países.

Pero también es un Perú que tiene unos problemas de corrupción enormes, semejantes a los de otros países de América Latina pero que en este caso afectan a la cúpula, a figuras presidenciales, lo cual es relativamente poco frecuente en la región. Me parece que eso refleja que Perú tiene hoy ante sí una oportunidad. Poner la corrupción en el centro de un país e intentar avanzar en su resolución parcial es más fácil cuando se está creciendo, cuando se está avanzando, que cuando hay deterioro social, deterioro económico. Perú que hoy tiene mejores instrumentos que en el pasado para resolver cuestiones sociales, pero se necesita la voluntad política para llevarlo a cabo. 

—¿Hay una imposibilidad regional por atacar a la corrupción?
O mundial. Un periodista le preguntó al ex presidente de Colombia Julio César Turbay Ayala (1978-1982) si las medidas contra la corrupción adoptadas en su gobierno eran eficaces. Turbay le respondió que lo importante es reducir la corrupción a su justa proporción.

La corrupción no se derrota en ningún lugar, lo que pasa es que hay que reducirla significativamente, hay que tener un sistema de justicia operativa, un sistema político no contaminado y un empresariado que tampoco esté inmerso en prácticas opacas. Todo eso exige tiempo y compromiso. Por lo tanto, si se pudiera vencer a la corrupción yo diría que va a tomar mucho, mucho, mucho tiempo.

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