“Demorar el retorno a clases presenciales significaría privar a millones de niñas, niños y adolescentes de la oportunidad de romper la historia de pobreza de sus familias”. (Foto referencial: AFP).
“Demorar el retorno a clases presenciales significaría privar a millones de niñas, niños y adolescentes de la oportunidad de romper la historia de pobreza de sus familias”. (Foto referencial: AFP).
/ LUIS ROBAYO
Ana De Mendoza

En pocos días se cumplen 18 meses desde que las clases presenciales como medida preventiva ante la llegada del . Desde entonces, ocho millones de niñas, niños y adolescentes están perdiendo una de las experiencias más significativas en la existencia de todo ser humano: su vida escolar.

Esta no es una situación que deba pasarse por alto, pues tiene serias repercusiones en el presente y futuro de cada niña, niño y adolescente e impacta en el desarrollo sostenible del país. Recordemos que la vida escolar, caracterizada por la cercanía física, el lenguaje no verbal y cómplice que se aprende entre compañeros de carpeta, la adquisición de conocimientos y el descubrimiento de talentos, nos prepara para el rol que cumpliremos en la adultez. Mujeres y hombres de las artes, las ciencias, las letras, los negocios y un largo etcétera pasaron primero por la escuela.

Si bien la pandemia no es la causante de las dificultades del sistema educativo peruano, sí ha evidenciado y profundizado las brechas existentes entre los logros educativos alcanzados por el Perú rural y el urbano; el indígena y el mestizo. De igual forma, ha concedido terreno a batallas que ya casi estaban ganadas, como la que tenía el país contra el y la . Pero también ha permitido que muchos docentes y alumnos se acerquen al mundo digital y nos ha recordado que la radio y la televisión pueden ser grandes complementos para la educación presencial.

Estos 18 meses nos han recordado que hay distintas maneras de aprender y que la escuela a la que volverán los chicos y chicas debe incorporarlas. Pero además, nos plantean la urgencia de decidir entre retornar pronto a la escuela o seguir postergando el retorno. A la primera quincena de agosto, más de 68 mil servicios educativos se encontraban habilitados para recibir a más de tres millones y medio de estudiantes. Sin embargo, solo 5.119 escuelas estaban dando clases y apenas 180 mil escolares se estaban beneficiando con la semi-presencialidad. Una cifra realmente preocupante si tenemos en cuenta que, según el Banco Mundial, el Perú tiene hoy los niveles de aprendizaje en lengua que tenía en el 2012; hace nueve años.

No dejemos que el miedo se imponga a la ciencia y la experiencia que han demostrado que la probabilidad de contagio entre escolares es mínima, que las escuelas no son focos de contagio y que virtualmente los chicos y chicas aprenden menos.

El economista advirtió recientemente que, en países de ingresos medios como el Perú, la pérdida de dos años escolares equivale a la reducción del 22% del PBI. En el futuro de los chicos y chicas, esto se traducirá en 7,7% menos de ingresos mensuales, si son empleados formales, y en 37,6%, si son informales.

Demorar el retorno a clases presenciales significaría privar a millones de niñas, niños y adolescentes de la oportunidad de romper la historia de pobreza de sus familias. El ejercicio del derecho a la educación contribuye a la reducción de las inequidades. Decidamos bien; es urgente.

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