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COP30: Una cumbre borrascosa
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En medio de pocos acuerdos y compromisos, y con la sensación de que se ha perdido la mística de los años iniciales, la recientemente finalizada , realizada en Brasil, no cumplió con las expectativas que sus anfitriones y las naciones ambientalmente más convencidas se plantearon. Tampoco sirvió para adoptar decisiones suficientemente empoderadas y las disidencias se impusieron a las coincidencias. Lejanos quedaron ya los tiempos en los que la narrativa ganaba al menos el apoyo moral de las economías con gran responsabilidad contaminante.

Sin la presencia de Donald Trump, Xi Jinping, Vladimir Putin, Narendra Modi y de varios dignatarios latinoamericanos, esta cumbre pareció deslucirse tanto por la falta de acuerdos y de ambición climática como por el tenaz bloqueo de los países árabes a la propuesta de transición hacia un mundo sin combustibles fósiles.

Además, aparte de la crítica que suelen recibir las COP por, se afirma, la descomunal cantidad de gases de efecto invernadero que demanda viajar a las sedes del evento, esta edición ha mostrado la aguda discordancia entre las agendas e intereses de los países, como también las contradicciones entre lo deseable y lo concreto: mientras el presidente de Brasil, Lula da Silva, cuestionó duramente el negacionismo climático en su intervención inaugural, su país viene impulsando la búsqueda de pozos petroleros en la Amazonia; y la deforestación, otro de los tópicos ignorados, avanza inexorable en los países amazónicos.

Dentro de los resultados obtenidos, se destaca el financiamiento a gran escala (aunque sin claridad en los instrumentos que concretan los aportes), la creación de un fondo para los bosques tropicales, el mantenimiento del clima en la agenda global y la asunción de compromisos voluntarios para la transición energética. A diferencia de conferencias pasadas, hubo espacio para los movimientos sociales, como el de los pueblos indígenas, dando a conocer sus demandas ambientales y sus derechos territoriales. Llamó la atención la gran presencia de lobistas del petróleo y de los agronegocios, quienes no tuvieron muchas limitaciones para pasearse por los salones de la conferencia.

Vistos estos resultados y la sensación dejada, cabe preguntar si vale insistir en el tradicional formato de las COP. Tal vez haya necesidad de repensar el enfoque de estas reuniones, que deben adaptarse a un mundo donde el consenso científico sobre el cambio climático ya no genera decisiones ambiciosas ni entusiastas adhesiones.

¿Y cuál fue la participación peruana en esta COP? Sin muchos logros que exhibir en estos años de desdibujamiento del Ministerio del Ambiente, de rechazo al Acuerdo de Escazú, de deforestación descontrolada, de relajamiento de normas ambientales, etc., se tuvo una participación discreta, carente de planteamientos audaces y creativos, desaprovechándose la ubicación geográfica del país dentro del ámbito andino-amazónico, lo que podría haberle dado algo de autoridad y visibilidad. Diferente fue el caso de Colombia que, más allá de la ideología de sus autoridades, supo hacerse notar con una posición de liderazgo frente a los combustibles fósiles, hasta el punto de que, junto con los Países Bajos, será sede el próximo año de la primera conferencia internacional en pro del abandono del petróleo, gas y carbón.

El ya persistente sabor agridulce que van dejando las COP da a entender que la expectativa y el entusiasmo generados, por ejemplo, hasta la COP21, que dio origen al Acuerdo de París del 2015, se han ido perdiendo. El surgimiento de liderazgos políticos negacionistas, la erosión del paradigma multilateralistas, el peso de la industria petrolera, la falta de ambición climática, la poca disposición a transferir recursos financieros, el desinterés en la ciencia climática, unos más que otros, van minando el entusiasmo en estas otrora convocantes conferencias. Mientras los seres humanos siguen enfrascados en rencillas, egoísmos, indecisiones y riesgosas postergaciones, las temperaturas globales continúan, ineluctables, en peligrosa y amenazante marcha ascendente.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Fernando Bravo Alarcón es sociólogo y docente en la PUCP.

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