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¿Cuánto crecemos?
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El último reporte del PBI publicado por el INEI, el cual confirma que la economía creció al 4,5% en junio, ha generado mucho entusiasmo entre los economistas y el gobierno. Recientemente, la presidenta Dina Boluarte dijo “que crecíamos a las tasas más altas en Latinoamérica”. Conviene preguntarnos si existe evidencia para este optimismo.
La tasa de crecimiento entre trimestres ajustada por factores estacionales y anualizada, que los países de la OCDE suelen usar, ofrece un estimado más certero del crecimiento entre trimestres. Si aplicamos esa metodología a los estimados del INEI, solo crecimos 0,5% en el segundo trimestre del 2025 (2T25) después de haberlo hecho en 3,3% en el anterior, y en 4,5% en el último del 2024.
Ahora, tratemos de descubrir qué hubo detrás. Lamentablemente, no contamos con series desestacionalizadas para los componentes del gasto y solo podemos usar los estimados a tasa anual que el BCR publica. Calculando las contribuciones al crecimiento del PBI de los distintos componentes del gasto para el 2T25 y el primer trimestre del 2025 (1T25), podemos identificar los componentes que perdieron o ganaron dinamismo.
No debe sorprendernos que el componente que más nos quitó crecimiento fueron las exportaciones netas; es decir, las exportaciones menos las importaciones ponderadas por su participación en el PBI. De hecho, coincide con la desaceleración de nuestros socios comerciales. En el 2T25, este componente restó 3,5 puntos porcentuales a la tasa de crecimiento del PBI, mientras que en el anterior solo restó 2,3. El siguiente componente que nos restó crecimiento fue el gasto público, que contribuyó solo en 0,6 puntos después de haber sido 1,2 en el anterior.
Para compensar esta caída, contribuyeron positivamente el gasto privado y los inventarios. El primero contribuyó 4,2 puntos en el 2T25 y 4,3 en el 1T25, mientras que el segundo lo hizo en 1,6 y 0,8, respectivamente. El desempeño del gasto privado no debe sorprendernos, pero los inventarios sí. Es común que, en los ciclos en los que crecemos, los inventarios caigan, indicio de que las empresas venden más de lo que producen, pero cuando aumentan es una señal anticipada de que empieza la desaceleración.
El auge del gasto privado podría ser explicado porque los términos de intercambio llegaron a su pico, la inflación fue de las más bajas de Latinoamérica y nuestra moneda es de las más fuertes. A eso hay que agregarle que a fines del 2024 las familias recibieron transferencias de los fondos de pensiones y de la CTS por un monto equivalente a poco más del 2% del PBI. Pero es difícil que estos eventos se repitan en la segunda mitad del año.
La inversión privada suele ser muy volátil. Para justificar su crecimiento sostenido, algunos citan los indicadores que el BCR publica; sin embargo, han sido muy volátiles. Pero si uno calcula la razón de órdenes a inventarios, un indicador que captura los cambios en el ciclo económico y que se correlaciona muy bien con la inversión, este ha venido cayendo, señal de que quizá la inversión tampoco se sostenga.
La preocupación es cómo se va a desempeñar el gasto privado en el proceso electoral tan complicado que se nos avecina. La ciencia económica predice que, en períodos de alta incertidumbre, las familias ahorran más y las empresas retraen su inversión. Quedan pocas dudas de que el proceso de desaceleración económica iniciado se va a intensificar en los siguientes meses.

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