¿Crees que en tu empresa no hay acoso sexual porque nadie lo denuncia?
El acoso sexual es uno de los principales problemas que afecta a las mujeres en el mundo (Ipsos, 2019), pero también es uno frente al cual tenemos una actitud pasiva. Solemos estar a la espera de una denuncia (que además bien podría llegar por redes sociales) para recién hacer público nuestro compromiso con una cultura de tolerancia cero.
De acuerdo con la data proporcionada por ELSA, la plataforma de diagnóstico y prevención de acoso sexual laboral desarrollada por GenderLab con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), solo el 8% de mujeres que sufren de acoso sexual laboral lo denuncian. Al mismo tiempo, datos generados por ELSA indican que un 26% reconoce haber sido víctima de alguna situación de acoso sexual en los últimos 24 meses. Esto significa que en una organización de 400 personas, donde 100 personas sufren de acoso, solo 1 lo denunciará.
Esto nos demuestra que esperar pasivamente a que lleguen las denuncias es una espera en vano, muchas mujeres seguirán sufriendo el acoso y sus secuelas. No solo las mujeres se ven afectadas en este caso, las empresas también sufren las consecuencias de ese silencio.
Según un estudio realizado el año pasado en los Estados Unidos, las empresas con altos niveles de acoso sexual tienen una tasa de rendimiento de la inversión entre 8,4% y 21,2% menor que las empresas con menos acoso sexual. Este impacto representa una pérdida de valor para los accionistas de estas empresas de entre 900 millones de dólares y 2.200 millones de dólares.
Las mujeres son las más afectadas por el acoso sexual, al igual que quienes tienen una orientación sexual distinta a la heterosexual. El acoso proviene principalmente de compañeros de trabajo, seguido de quienes ocupan posiciones de liderazgo. Y sí, la gran mayoría de quienes lo hacen son hombres, 86%.
El acoso sexual se manifiesta a través de conductas de naturaleza o connotación sexual o sexista no deseadas por la persona que los recibe, y que son susceptibles de generar un clima de trabajo intimidatorio, hostil o humillante. Esta forma de acoso no se limita a expresiones de deseo sexual, sino que se extiende a una serie de conductas sexistas. Aquellas que evocan el orden y los roles tradicionales de género. Por eso, cuando hablamos de acoso sexual, la pregunta no es tanto si las conductas son o no explícitamente sexuales, sino si estas son formas de mantener el estatus de un espacio de trabajo que todavía es tradicionalmente masculino.
El silencio, la incomodidad y la impunidad permiten que el acoso sexual pase inadvertido y sea un asunto cotidiano en nuestros espacios laborales. Hay patrones de sexismo que son comunes en las dinámicas sociales de nuestras organizaciones. De acuerdo con ELSA, las bromas, los comentarios sobre la apariencia física y las miradas obscenas son las manifestaciones de acoso que más reportan las víctimas y los testigos, tanto mujeres como hombres. Si bien son las formas más sutiles –en contraposición, por ejemplo, con el chantaje sexual–, su tolerancia está en la base de un sistema que comunica impunidad. Si nuestros jefes son los que hacen los comentarios o quienes celebran la broma, cualquier mensaje de tolerancia cero pierde credibilidad. Es por eso tal vez que uno de cada tres trabajadores duda de la capacidad e imparcialidad de su organización para resolver casos de acoso. Esto se relaciona con un dato que mencionamos al inicio: solo el 8% de las mujeres víctimas de acoso sexual laboral lo reporta.
Para construir espacios laborales sin acoso se requiere ir más allá de aproximaciones tradicionales que se enfocan en sancionar a quienes acosan y cumplir formalmente con lo que pide la ley. Tener reglamentos, canales de denuncia y dar un mínimo de capacitación está muy bien. Pero hay una diferencia entre solo cumplir la ley y desarrollar una cultura de prevención eficaz que genere un impacto real en la organización. La creatividad, la innovación y la tecnología hacen que hoy sea posible construir e implementar estrategias de prevención sobre la base de un conocimiento real de lo que sucede en nuestras organizaciones. Esto es lo que pretende hacer ELSA, a través del uso de la inteligencia artificial y los algoritmos.
No podemos depender de una denuncia para tomar acción. Construir espacios laborales sin acoso es una decisión. Nuestra decisión.
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