“Rutinas como el sistema de horas de contacto sincrónico, los plazos, los mecanismos de evaluación y el estilo expositivo de muchos docentes se sostuvieron durante la pandemia”. (Foto referencial: Educa Virtual).
“Rutinas como el sistema de horas de contacto sincrónico, los plazos, los mecanismos de evaluación y el estilo expositivo de muchos docentes se sostuvieron durante la pandemia”. (Foto referencial: Educa Virtual).
José García Contto

En medio de esta crisis sanitaria, llevar la educación tradicional hacia las plataformas en línea se convirtió en la única manera de sostener los procesos de enseñanza-aprendizaje. Sin embargo, pasado el golpe de una (¿dolorosa?) adaptación a los soportes digitales, nos encontramos ahora frente a una anticipada (y deseada) programación de reajuste… ¿de reajuste a qué?

Hablamos, en efecto, de una adaptación a plataformas digitales; el nuevo escenario de los actores educativos. Pero, ¿qué tanto se “transformó” la educación durante la ? La educación tradicional tiene protocolos y procedimientos, prácticas y estrategias por todos conocidas. La pregunta es si realmente estas cambiaron por el . Quizá hayan notado que he usado el término ‘digital’ y no ‘virtual’. Precisemos la educación virtual.

La educación virtual –o aprendizaje en línea– existe desde hace mucho. Se centra en el hacer del estudiante y en su motivación intrínseca (impulso propio) para aprender. La educación virtual no requiere de encuentros sincrónicos. No hay un control desde el profesor por los plazos rigurosos (salvo que el curso se cierre) ni está atado a un mínimo de horas de “dictado”. El docente es más bien un motivador, orientador y revisor del progreso del alumno. Un componente maravilloso de la educación virtual es la libertad y la voluntad del estudiante.

Lo que actualmente tienen (casi todas) las instituciones peruanas es una educación remota de emergencia (ERE). Muchas voces del mundo pedagógico advirtieron al inicio del confinamiento de que la ERE consistía en usar recursos tecnológicos digitales para “rescatar” la educación, asumida como educación tradicional. Rutinas como el sistema de horas de contacto sincrónico, los plazos (bimestres o semestres), los mecanismos de evaluación y el estilo expositivo (monológico) de muchos docentes se sostuvieron durante la pandemia. Aunque hubo casos notorios de innovación pedagógica, estos fueron la excepción. ¿Estamos entonces frente a una pandemia de digitalización de la educación que no llega a transformarse en educación virtual?

Hace tiempo que no escucho hablar en mi entorno de la ERE, como si esta fuera una reliquia del pasado o un bache ya superado. Sin embargo, seguimos en ella. Y, el debate actual por el retorno a las clases presenciales (por cierto, deseables) no parece cuestionar la resistencia de los mecanismos de enseñanza tradicionales en las aulas.

Sospecho que las prácticas, estrategias y estilos de la educación tradicional se han maquillado con ‘kahoots’, ‘padlets’, ‘drives’ (y centenares de ‘gadgets’). La pandemia la golpeó, pero no la cambió. En este regreso a la presencialidad, ¿continuará la educación tradicional como el modelo de enseñanza-aprendizaje? ¿O será, finalmente, la oportunidad para ir hacia el encuentro con la libertad, la voluntad y el proceso de autodescubrimiento del estudiante?

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