Erick Iriarte

Desde que en diciembre de 1991 la red científica peruana mandó el primer e-mail y se activó la conectividad a Internet desde el Perú han pasado 33 años. En este período el Perú ha ido cambiando social, económica y políticamente, pero este cambio se ha visto impactado por la revolución digital que se vive con el acceso a Internet y a las tecnologías digitales.

Pero este artículo no es sobre lo que no hicieron los diversos gobiernos, que siguen sin tener una entidad encargada de los temas digitales de la sociedad. Este artículo está enfocado en los ‘early-adopters’, los que se arriesgaron a adoptar tecnología (no solo equipos, sino también aplicaciones), y estos son los taxistas.

Sin duda, ser taxista en el Perú ha sido estudiado largamente, desde su impacto económico hasta como espacio social y complementario muchas veces de los estudios profesionales. Pero de lo que poco se ha hablado es de su impacto en la transformación digital en el Perú.

En los 90, durante la aparición de los teléfonos móviles en el Perú, los primeros que adoptaron dicha tecnología, contrario a lo que se podría pensar, fueron los taxistas, que encontraron en dicho instrumento un mecanismo para estar en contacto directo con sus clientes en un país donde casi no hay radiotaxis (aquel modelo en el que existe una base, ligado a licencias y a una compañía central). La inversión que los taxistas hacían en telecomunicaciones (incluyendo el equipo) era compensada con la oportunidad de más clientes que les proporcionaba el instrumento.

Del mismo modo, hacia finales de los 2000 e inicios de la década pasada, la adopción de smartphones venía creciendo desde la aparición del IPhone y, con ello, la utilización de apps de diversas índoles. Y, de nuevo, fueron los taxistas quienes llegaron a tener hasta tres smartphones, cada uno con una diferente. Con ello, nuevamente, aumentaron la utilización de los smartphones, pero también la posibilidad de encontrarse con usuarios que usaban dichas aplicaciones. Esto generó también un fenómeno colateral, que fue la formalización de un mercado informal, porque las aplicaciones usaban ciertos filtros que los obligaron, por ejemplo, a identificarse como conductores, pero también a bancarizarse.

A finales de la pandemia y tras ella propiciaron la aceleración de una nueva tecnología (o, mejor dicho, la pronta adopción de una tecnología que ya existía): . Las aplicaciones de movilidad urbana cuentan con la opción de pagar con una tarjeta de crédito o con efectivo, pero este último ya casi no existe en dichas operaciones, pues el pago se realiza con Yape o Plin. Inclusive se busca dar “el vuelto” en Yape (en el caso de que se pague en cash). Y es que este instrumento les da un mejor control del dinero (al no tenerlo en efectivo), seguridad (hacen y reciben micropagos que muchos al final del día transfieren a sus cuentas en bancos) y han facilitado que los pasajeros también adopten dichas tecnologías. En diversas conversaciones he podido encontrar que más del 80% de las transacciones de los taxistas hoy pasan por Yape o Plin, siendo que el efectivo cosa del pasado.

Así, los taxistas han sido claves en cada uno de los procesos de transformación digital de las décadas pasadas. Sin embargo, esto aún no ha sido adecuadamente estudiado. De cualquiera manera, más allá de los estudios que se puedan hacer, hay que comprender que los procesos de cambio digital los hacen las personas, pues son ellas las que adoptan las tecnologías. ¿Qué estrategia tiene este gobierno y los que vienen en temas digitales desde los usuarios reales?

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Erick Iriarte Ahon es abogado especialista en derecho digital