El , impulsado por las emisiones humanas de gases de , genera una crisis climática sin precedentes. Las comunidades costeras en todo el mundo se ven obligadas a abandonar sus hogares debido al aumento del nivel del mar y los desastres naturales. Este fenómeno, que altera los ecosistemas marinos y empuja a miles a convertirse en refugiados climáticos, afecta tanto la biodiversidad como las economías locales.

Los océanos, que antes absorbían grandes cantidades de carbono, ahora pierden su capacidad debido al calentamiento del mar. Esto intensifica aún más el cambio climático y altera gravemente los ecosistemas marinos, con el blanqueo de corales, la extinción de especies y la alteración de las migraciones de peces. A esto se suma el aumento de refugiados climáticos: personas que huyen no de guerras, sino de un planeta cada vez más inhabitable.

Cada año, más de 32.6 millones de personas se desplazan internamente, el 98 % debido a fenómenos climáticos como inundaciones, tormentas, sequías e incendios forestales. Los refugiados climáticos no tienen un marco legal que los proteja y esto es aún más preocupante porque las ciudades costeras, esenciales para la pesca, la agricultura y la biodiversidad, son amenazadas por el aumento del nivel del mar.

Un claro ejemplo de este problema sucede en el Perú, donde la temperatura superficial del mar ha aumentado a 4.9 °C en la costa norte, lo que podría configurar las condiciones para un nuevo evento del fenómeno El Niño. En el 2023, el Niño Global impactó negativamente en el PBI, especialmente en la pesca y la agricultura: afectó cultivos clave y la producción pesquera. Solo en la pesca, la captura de anchoveta se redujo en un 60,5 % entre enero y octubre, mientras que en sectores agrícolas clave como el café, la papa y el espárrago también sufrieron pérdidas significativas.

Ante esta realidad, los gobiernos deben implementar soluciones resilientes para proteger a las comunidades afectadas, pero también para crear políticas que reconozcan a los desplazados por el cambio climático y les brinden apoyo adecuado. Además, la crisis afecta no solo a las personas, sino también a los ecosistemas marinos, que están en peligro debido a la alteración de las corrientes oceánicas y la proliferación de microorganismos patógenos.

El cambio no dependerá solo de la tecnología, aunque la innovación es crucial, el verdadero cambio debe provenir de un compromiso global con la sostenibilidad. La transición hacia energías renovables, la adopción de prácticas agrícolas y pesqueras responsables y la promoción de políticas ambientales adecuadas son fundamentales. Se necesita una transformación integral en la forma en que se producen, consumen y gestionan los recursos naturales.

El calentamiento global y sus efectos en los océanos no son una amenaza lejana, ya nos alcanzaron. Si no se toman medidas urgentes para mitigar el cambio climático y proteger a los refugiados climáticos, las consecuencias serán devastadoras para todos. La inacción no es una opción. Cada decisión cuenta para evitar que esta crisis empeore.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Javier Quino es Director de la Carrera de Ingeniería Ambiental de la Universidad de Lima

Contenido Sugerido

Contenido GEC