Ilustración: Giovanni Tazza
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Ser pobre  de tiempo
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En el 2024, la alcanzó al 27,9% de la población. Sin embargo, esa no es la única forma de pobreza que enfrentamos. Existen otras dimensiones, como la pobreza de tiempo, cuya incidencia es aún mayor: 29,6%, según cálculos del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico sobre la base de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT, 2024), que han sido publicados en “Perú sin tiempo: la otra cara de la pobreza”, informe de Arlette Beltrán, Pablo Lavado, Mauricio Koechlin y Sebastián Núñez.

Ser pobre de tiempo significa destinar casi todas las horas disponibles de la semana al empleo remunerado y tareas del hogar, dejando un margen mínimo para estudiar, buscar mejores oportunidades laborales, emprender o simplemente descansar. Hoy, esa es la realidad de uno de cada tres peruanos.

No todos, sin embargo, la padecen de la misma manera. La pobreza de tiempo es más aguda entre las mujeres (31,4%), en las zonas rurales (34,2%) y en los adultos de entre 31 y 65 años (40,3%). El informe del CIUP calcula este indicador restando, del total de horas disponibles en la semana, aquellas dedicadas al descanso, autocuidado, tareas domésticas, cuidado de personas y empleo remunerado. La anterior ENUT se realizó en el 2010, lo que permite poner en perspectiva la radiografía del 2024. En ese entonces, considerando la simultaneidad de tareas, la pobreza de tiempo alcanzaba al 32,98% de la población de 13 años a más. Como hoy, la mayor privación recaía en las mujeres, en las zonas rurales y en los adultos entre 31 y 65 años.

Aún así, debemos ser cautelosos al hablar de una posible reducción en los últimos 14 años, pues existen razones técnicas que impiden una comparación directa. Más allá de ello, ambas mediciones cuentan una misma historia: la pobreza de tiempo es estructural, tiene rostro de mujer, está marcada por la ruralidad y se concentra en los años de mayor responsabilidad laboral y de cuidado.

Para revertir esta realidad, es indispensable adoptar medidas desde la política pública: fortalecer la oferta de servicios de cuidado para niños, adultos mayores y personas con problemas de salud, con horarios compatibles con la jornada laboral y tarifas accesibles.

También es clave promover la corresponsabilidad en las tareas domésticas de los hogares. Un reparto más equilibrado reducirá la brecha de tiempo entre mujeres y hombres. La pobreza de tiempo es un tipo de pobreza que debemos visibilizar para combatirla.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Arlette Beltrán es vicerrectora Académica de la Universidad del Pacífico.

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