El Congreso aprobó, en primera instancia, el retorno a la bicameralidad. Un Congreso de dos cámaras mejora, en general, la democracia. Esta bicameralidad aprobada, sin embargo, no mejorará nada.
De la reforma se ha dicho: “ayudará a tener mejores leyes”, “mejorará la representación parlamentaria” y que es necesaria “para recuperar la confianza del pueblo”.
Nada de esto ocurrirá con la reforma aprobada. La calidad de las leyes empieza con el tipo de parlamentario elegido. Es lo mismo para el caso de la Cámara de Diputados como para la de senadores.
¿Qué nos hace pensar que tendremos una mejor representación política? Para senadores saldrá elegido el mismo tipo de representante promedio que tenemos hoy.
No han sido reformados el sistema electoral ni el político. Tendremos, por tanto, el mismo tipo de elección, el mismo tipo de partido político y el mismo tipo de representante.
El actual quizá sea recordado como el peor Congreso de los últimos tiempos. Las causas que lo hicieron tan malo no han sido modificadas. Estas no están en la unicameralidad ni en la bicameralidad.
En este Congreso hay ‘mochasueldos’, ‘Niños’ y uno de sus miembros está en prisión preventiva, acusado de violación. La representación política ha venido decayendo y cada vez son más las irregularidades de financiación de las campañas y del sistema de elección partidaria de las listas de candidatos.
Nada de eso cambiará por el solo hecho de tener una representación bicameral. El excongresista acusado de violación en las instalaciones del Congreso fue elegido con 4.195 votos.
Esto no cambiará con el Senado. Nada de lo que se ha reformado modificará el hecho de que cuatro mil o cinco mil personas impongan al resto del país a “su” representante. Este es el problema de fondo de la representación política.
El proyecto de reforma establece que se elija para el Senado por lo menos a un representante por cada circunscripción electoral. Se elegirá a los restantes por distrito único electoral nacional.
Solo una porción del Senado, entonces, sería elegida por un electorado de representación nacional. El sistema de elección seguirá llenando el Congreso de representantes de grupúsculos electorales.
Un contrabando notorio en el proyecto de reforma aprobado en primera instancia se refiere al número de senadores. Según el dictamen, aprobado con 93 votos, el número de senadores puede ser incrementado mediante ley orgánica.
La forma y estructura de la representación política corresponde a la Constitución. Este poder no se puede transferir a determinado número de representantes. No se les puede dar ese poder.
Otro contrabando es el de la reelección inmediata. Que la reelección no sea inmediata permite a la ciudadanía evaluar y obtener información sobre la gestión de sus representantes. La reelección es buena cuando obtenemos un buen representante, pero es fatal cuando llega al poder un demagogo o un corrupto.
El número de cámaras no va a resolver el problema que dicen que va a resolver.
Mientras no se cambie el sistema electoral y político, no cambiará el tipo de representante que llega al Congreso. Esta reforma de la Constitución es estéril, irrelevante.
No van a mejorar las leyes ni recuperarse la confianza del pueblo. El Congreso tiene derecho a reformar la Constitución; el pueblo, a no creer en sus cuentos de hadas.