“La voluntad de Chabuca Granda [en 'La flor de la canela'] era resaltar ante todos la belleza de una mujer afroperuana mientras camina”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“La voluntad de Chabuca Granda [en 'La flor de la canela'] era resaltar ante todos la belleza de una mujer afroperuana mientras camina”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Alonso Cueto

El centenario de la vida de Chabuca Granda, que se cumplió ayer, debería celebrarse como el reconocimiento a una figura histórica que ha moldeado nuestra identidad. Pocos creadores han formado como ella una tradición de palabras y sonidos de lo que buscamos ser. Hasta Chabuca, nadie había cantado con fina determinación a “la gloria” de nuestra historia común. No es casual que para hacerlo pidiera entrar a formar parte de nuestra escena nacional con una frase imperativa. “Déjame que te cuente...”, en su momento, solo tenía sentido en una ciudad y en un país cuyas élites habían ignorado la cultura y la música popular. Si hasta entonces la élite limeña había vivido a espaldas de los personajes de la tradición peruana, esta última iba a exigir un permiso para contar su ensueño y su memoria. Es una operación parecida a la que Gastón Acurio haría luego con la gastronomía.