Juan Aurelio Arévalo Miró Quesada

En El Comercio llevamos varios años diciendo que la pobre calidad de la producción legislativa hace necesaria una instancia deliberativa adicional. Un Senado que funcione como cámara revisora y reflexiva. Hoy tenemos la mala costumbre de evaluar la cantidad de proyectos presentados por los congresistas y no la calidad.

Parte del legado reciente del unicameral ha sido una larga lista de leyes declaradas inconstitucionales que atentan contra la estabilidad del país o que buscan blindajes descarados. La gran cantidad de proyectos observados por el Ejecutivo demuestra la pobre calidad de estas normas populistas aprobadas bajo la improvisación.

Además, si uno revisa la producción legislativa, encontrará que pierden gran parte del tiempo formulando proyectos sobre materias que no son de su competencia y que terminan generando falsas expectativas en la población. Me refiero a las leyes declarativas. Un informe de ECData señala que, de las 513 leyes originadas en el Congreso el año pasado, el 43% fueron de este tipo. Están relacionadas con la proclamación de días festivos, fechas conmemorativas o declarar la necesidad de crear algún distrito.

Para poner rostro a este problema pensemos en Américo Gonza. El congresista de Perú Libre, investigado como uno de los cabecillas de la red criminal que cobró sobornos para los ascensos en la PNP, promueve la ley mordaza, que alienta la persecución penal con el fin de provocar la autocensura en la prensa. Gonza impulsa un proyecto que atenta contra la libertad de expresión y al mismo tiempo propone leyes declarativas como “declarar de necesidad pública e interés nacional” al yonque como bebida nacional.

Urge un escudo frente a los despropósitos de un Gonza y de muchos otros legisladores que juegan a la ruleta rusa con el país.

Es cierto que la calidad de un Senado dependerá de los cuadros que presenten los partidos. De nada nos sirve cambiar para tener a un Cerrón de senador. Pese a ello, la es necesaria, pero para alcanzarla se requiere una fórmula con legitimidad y eso no se logra poniendo el tema a votación sin debate, sin previo aviso y sin la seguridad de tener los votos necesarios, como hizo el jueves el Congreso. Ese día fuimos testigos de un espectáculo patético donde los mismos congresistas petardearon una reforma tan importante armando escenas deplorables como la de María del Carmen Alva jalando el brazo de su colega para que cambie de postura o la confesión abierta de que algunos están dispuestos a canjear bicameralidad por mordaza. Para colmo, nuevamente, los votos decisivos recaen en ‘Los Niños’ de Acción Popular.

La reconsideración da tiempo para concretar la bicameralidad, que es el punto de inicio para el cambio que necesita el Parlamento. Incluso, se puede presentar un paquete de reforma integral, que tanto prometieron cuando se debatió el adelanto de elecciones. Esperemos que cuando se reabra el tema los congresistas no se lancen otra vez a una piscina sin agua.

Juan Aurelio Arévalo Miró Quesada es el director periodístico de El Comercio

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