Paola Villar S.

El resultado de la en el mes de junio fue, a todas luces, una decepción: con sectores primarios claves a la baja, la producción nacional anotó un de apenas 0,2%, bastante lejano del consenso de 1,8% al que en promedio apuntaban los analistas consultados por Bloomberg Economics, con lo que el crecimiento del primer semestre llegó a 2,49%. Se trata de una cifra que impone un reto importante para el segundo semestre si es que el Ejecutivo quiere cumplir con su meta de crecimiento de 3,1% para este 2024, que para algunos economistas/especialistas ya es bastante difícil de alcanzar.

Pero para ahondar en mayores detalles de qué puede pasar más adelante y abordar cierto optimismo que se avizora, es importante entender qué ocurrió en el sexto mes del año y a qué otros indicadores económicos se les debe prestar mayor atención. Un elemento importante dentro del análisis de qué pasó con la producción de junio es la caída de 7,47% que registró en ese período el sector de minería e hidrocarburos, donde el rubro de minería metálica fue el más afectado.

Revisando a mayor profundidad el informe del INEI, podemos identificar que el comportamiento negativo de la minería se dio, sobre todo, por menores leyes de mineral (menor producción de las principales minas de cobre y zinc del país), así como por la paralización de algunas unidades mineras por mantenimiento o conflictos sociales. Eventos que podrían repetirse, por lo que hay que estar preparados a cómo venga este indicador a lo largo del segundo semestre, sin nuevos proyectos o minas que entren en producción para gatillar mayores resultados.

También vimos caídas en agro y construcción, tras algunos avances. En este último caso, y en medio de una inversión privada que avanza de forma tímida, vemos un consumo de cemento impactado por la menor autoconstrucción y que solo puede ser sopesado por la demanda que llega desde la inversión pública. Y la inversión privada es un indicador clave que la economía peruana tiene prohibido dejar de lado: si no se sigue impulsando, es bien difícil que la dinamización de la economía pueda sostenerse más allá de unos pocos meses de buena suerte.

Otro indicador que se debe tomar en cuenta es el déficit fiscal, clave para el seguimiento que hacen las clasificadoras de riesgo sobre el Perú y su estabilidad macroeconómica. Al mes de julio el déficit anual llegó al 4% del PBI, la cifra más alta desde 1995, y pese a las modificaciones que se hicieron en la regla fiscal, es casi imposible que este 2024 el país cumpla con la meta trazada (lo que puede ya despertar preocupación en las agencias de ráting que siguen los indicadores peruanos).

Ahora bien, ¿hay razones para ser optimista en adelante respecto del desempeño del PBI? A todas luces las hay, pero nada está escrito en piedra. El consumo viene mucho mejor (gracias a los retiros de CTS y AFP) y la generación de electricidad creció a mayor ritmo en julio, pero tanto el mes pasado como este se enfrentan a nuevos días feriados que afectaron, sin duda, la producción de junio, y que deben ser considerados (gracias, Congreso). Tocará seguir dato tras dato el desempeño económico, y también observar las actualizaciones que pueda realizar el MEF en el Marco Macroeconómico Multianual (MMM) que se publicaría en los siguientes días, que puede trazar importantes perspectivas de aquí a tres años.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Paola Villar S. es productora editorial y periodista